Sea porque he recuperado el hábito, sea porque se aproximan las nominaciones de los Premios Hugo, he estado poniéndome al día con mis lecturas de relatos de ciencia ficción y del género fantástico. Ahí van mis primeras reseñas.
Thanatos Beach
James Morrow. Tor. Marzo 2012. Novelette
El número de marzo de Tor usó la imagen de un ilustrador
para proponer a diversos autores que partieran de ella para una historia.
Thanatos Beach, de James Morrow, es bastante original, y me parece un hallazgo el tono, y cómo cambia a medida que se avanza. Comenzará siendo cercano al de la protagonista,
Inez, una escritora que se mueve en el círculo de la High Culture, y cuya forma
de ver el mundo tiene mucho de eso que se le contagia al narrador: humor irónico de
quien lo observa todo desde la atalaya de los cultivados.
"I already have a headache”, Inez noted. A glioblastoma
lollapalooza of a headache.
Ilustración de John Jude Palencar, que ha inspirado a varios autores para sus historias en el número de Marzo de Tor.
Inez tiene un cáncer incurable, y se le presenta una cura
que es una mezcla de ciencia (ficción) y surrealismo. A la vez, todo esa extrañeza la equilibra esa mirada de la protagonista, que acepta con naturalidad (y distancia y cierto sarcasmo) tanto que un
enano le haga la propuesta, como que su "salvador" un doctor que parece sacado de alguna película
de los años 40, y de los arquetipos del científico loco. Parte del interés para
que sigamos leyendo depende de que queremos saber si realmente una idea tan
alocada sobre los tumores de veras tiene efecto.
Aunque el autor es hábil y
también introduce una especie de anticipación indirecta. Una pista. Inez
recuerda uno de sus propios ensayos sobre la ciencia ficción en cierto cine
antiguo y sobre cómo reflexionaba en él sobre un aspecto reiterado: cómo la
trasgresión que significaba esa ciencia “salvadora” (y casi mágica), la misma
que usaba el doctor Frankenstein, siempre tenía un precio a pagar. De modo,
que el relato también puede sostener nuestra atención por esa vía: parte de
nosotros (que tampoco se libra de esos arquetipos de la ciencia ficción)
sospecha que el experimento no saldrá bien. Que Inez “pagará”.
Y vaya si paga. El milagro, por supuesto, tiene truco, pero
cómo evoluciona la historia es tan bizarro (atención a cómo se deshace Inez de
su nueva y esclavizante situación) que prefiero que lo descubran por ustedes
mismos. De pronto, el tono de distancia y humor suave desaparece, y ella, y una
serie de secundarios, de origen tan cultivado como ella se ven viviendo un
universo donde lo fantástico se alía con el terror, aunque sin que falte el más
absoluto absurdo.
Ya es un valor en sí, pienso, que una premisa un tanto
alocada, un poco surrealista, sea creíble y hasta interesante (hace poco, otro
relato se arriesgaba a ello y también le salía bien; The Migratory Pattern of Dancers, de Katherin Sparrow ).
Como contrapunto, tengo que decir que el desenlace es poco claro, ya que el
giro que cierra la historia es apresurado. No estoy seguro del todo en qué consiste esta nueva condena a la que se somete a la protagonista.
Lois Tilton y su reseña para Locus juzgaba que era una
historia merecedora de su recomendación. Siempre que pueda pondré enlaces a otras perspectivas. Como los relatos (y las novelettes, incluso las novellas) no suelen tener tanta atención crítica, lo más probable es que esta analista sea la referencia más común. Es la única que lo lee todo. Ah, una advertencia. El enlace dirige a una página donde se analiza todo lo publicado en ese mes. Así que bajen y busquen la revista en concreto. En este caso, Tor.
Your
Final Apocalypse Sandra McDonald
Clarkesworld December 2012
Historia de apocalipsis, desde la perspectiva de una entidad
omnipotente que lo observa todo. Que rememora todo lo inmediatamente antes de que suceda la gran catástrofe.
Número de Diciembre de la revista Clarkesworld. El autor de la portada es David DeMaret.
La narración es en segunda persona, lo cual siempre es un riesgo. Es un narrador que se dirige a un "tú", en verdad, falso, como si esta (suponemos) inteligencia artificial hablara hacia un personaje de la historia.
“Neat”, que dirían los americanos, pero no sé si tanto. Es verdad que puede hasta ser una broma metaliteraria, haciendo obvio toda la problemática de los narradores omniscientes (cuán molestos pueden resultar a veces). Como seguro funciona es como método para generar incomodidad. Incomodidad en el sentido de que este narrador, este ente, mira lo sucedido con distancia y frialdad, restándole dramatismo a todo. Es lo más válido del relato; el contraste entre esta observación áspera y el caudal de sucesos dramáticos que ocurren a
medida que ese fin del mundo se va haciendo real. El protagonista observa las
estrellas (ese gesto tal vez que se vuelve ya tópico) pero la realidad, los
hechos, son los que son, nos dice este narrador.
Stars
watch no one. They spin and glow in their own cosmic dances, like a girl with
her fingers reaching for the blue sky.
.
Y esas mismas estrellas son las que traerán el desastre que
acabe con la humanidad. En ese sentido, Sandra McDonald idea un desastre más original que la media.
Para una reseña que juzga este relato con más puntos a su favor de lo que yo les encuentro, vean aquí la reseña de Lois Tilton para Locus. Jonathan Strahan y Ian Mond hablan de este relato (y de muchos otros) en el podcast Last Short Story, hacia el minuto 10.
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