“Confesiones de un banquero” (“Master of the
Universe”, Marc Bauder, 2013) es un documental que reflexiona sobre la reciente
crisis económica y financiera europea a partir de un punto de vista de relativa
originalidad. Evitando el objetivo totalizador, más común en televisión,
el film opta, con todas sus consecuencias –mejores y peores-, por darle
micrófono y tiempo a uno de los villanos de este relato que nos llevan contando
varios años. De todo ello brota una película que descarta el suspense -entendido como el mantenimiento del interés- en el guión, que desprecia a ratos el poder de atracción de cada subtema para con
el espectador, pero que lo equilibra todo mediante un personaje que pertenecía
a ese universo, y que durante todo el documental cae en contradicciones, en plena liza
por momentos por explicar (se) qué diablos va mal con un sistema que él mismo
reconoce que no funciona.
Rainer Voss es en muchos sentidos el
“personaje” perfecto que cualquier director o guionista de documental aspira a
tener para su proyecto. Tras una breve “intro”, el film incluye una
conversación previa donde Voss advierte a Marc Bauder que cierren todo con los
abogados para que sus declaraciones no repercutan en exceso, pero, con cierta
mano (la voz del director se deja oír en sus preguntas aquí y allá), luego se
explaya incluso en los aspectos que más le incomodan. Se sabe expresar bien,
maneja conceptos complejos (y los financieros, sin duda, lo son). Y lo mejor, acude
con facilidad a las metáforas. Es cierto que, como comenta Nicolas Bold, en su crítica en el New York Times, estas comparaciones no dejan de acumularse sin
que de veras iluminen la razón de una actitud tan destructiva (y autodestructiva) como
la de ese funcionamiento de la banca. Pero he ahí lo más destacado del
documental: justo porque Voss se compromete con Bauder a una explicación que
todo el mundo pueda comprender, él mismo se descubre luchando por encontrar
respuestas a cuestiones que, una vez dichas en voz alta, pareciera que no
tienen sentido. Reconoce por ejemplo que nadie le ha sabido explicar por qué el
tiempo medio en que una acción se posee es de 22 segundos, y asegura que la
contabilidad del Deutsche Bank es indescifrable. Quizá la frase que resuma este
comportamiento colectivo, de “los mercados” (Voss afirma que “no existen”), de
los bancos, de los propios inversores está en otra de esas comparaciones que
tanto le placen: son (somos) como los lemmings. De cabeza al precipicio.
Cierto es que “Confesiones de un banquero”
rehúye las exigencias del “story-telling” usual que se ha importado de la
ficción al documental. Rainer Voss no ofrece una vida o historia apasionante,
llena de conflictos y desafíos. La ventaja es que el documental y sus
materiales de promoción no engañan al respecto y prometen un producto donde
prima la información. Por un lado, esto lo mueve hacia el documental de
actualidad con conexiones fronterizas con la televisión, pero, por otro, Bauder
tenía y aporta lo que quizá fuera imposible e aceptar en las cadenas (públicas)
de televisión: una única visión. Un punto de vista.
Como el tema ha tenido tanta cobertura en los
últimos años y casi todos tenemos un mínimo conocimiento de lo sucedido, la
elección es relevante. Ya teníamos y tenemos el relato de las “víctimas”, todos
los días, de hecho, en los telediarios correspondientes. Y ya tenemos el
análisis “amplio” por parte de economistas y demás gurús en programas de
cualquier cadena. Bauder parece que nos oferta algo mucho menos común. Nada de
explicaciones completas a modo de reportaje o periodismo (televisivo), similar,
por ejemplo, a “Inside Job” (Charles Ferguson, 2010). No. “Ahora escuchen la
versión de los de arriba”.
Un antiguo trabajador de importancia en el sistema bancario es
un “villano”, pero Rainer Voss hace bastante complejo que la etiqueta se ajuste
con facilidad. A pesar de que no se pliegue a una exposición más clara
como “personaje” o “perfil”, de igual modo se expresan (el director le sonsaca) suficientes datos sobre su
“backstory” como para que comprendamos parte de sus motivaciones. Dos momentos
son esenciales. Uno, cuando relata cómo, recién llegado, se sintió en
desventaja por su educación y cultura, y comenzó a leer libros sobre vinos o puros,
para temas de conversación con los que desde ese instante serían sus iguales. El segundo momento pareciera que sitúa
a Voss un tanto en aquella generación de varones que necesitaban sentirse
“hombres de empresa”, reconocidos y premiados, dispuestos a seguir cualquier
orden. “Como mercenarios, o como morir por la Patria”, comenta, “a cada uno le
va lo que le va. Y a mi me iba lo de sentirme parte de una institución”. Aunque le costara desencuentros con su familia.
Esta decisión creativa de Bauder de contarlo
todo desde Voss tiene su precio, y es probable cierto rechazo en algunos espectadores. No nos engañemos. Voss es y ha sido un
engranaje del sistema financiero que se analiza, y mucha parte de su discurso
es apologético. Ni las privatizaciones fueron un error, según él, ni los nuevos
y cada vez más complejos productos financieros que fueron naciendo en los años
90 eran el problema. El director, tal vez muy hábilmente, nunca pregunta a
bocajarro entonces cuál ha sido “el problema”, porque, habida cuenta de lo
explicado en “Confesiones de un banquero”, ni él mismo es capaz de
comprenderlo. Bauder le deja hablar y hablar, y en esa cuerda, el capitalismo se acaba ahorcando.
Con aún mayor tino, el director sitúa en el montaje hacia el final las reflexiones del personaje en cuanto a su retiro, forzado por el banco, y, en ese momento tenso (Voss pide que dejen el tema), el personaje parece que se deja llevar un tanto y admite; ni los mercados, ni el sistema, ni los bancos, ni los inversores: nadie aprende ni aprenderá, pese a la reciente crisis. Pero también es verdad que, melancólico o no, observando el que fue su lugar de trabajo, Voss sigue recibiendo un estipendio muy considerable por el banco que lo prejubiló. Bauder, al tiempo, lo expone en un rótulo final que no llama a engaño. Este hombre tiene infinidad de matices para ser un simple verdugo, pero desde luego tampoco es una “víctima”.
Con aún mayor tino, el director sitúa en el montaje hacia el final las reflexiones del personaje en cuanto a su retiro, forzado por el banco, y, en ese momento tenso (Voss pide que dejen el tema), el personaje parece que se deja llevar un tanto y admite; ni los mercados, ni el sistema, ni los bancos, ni los inversores: nadie aprende ni aprenderá, pese a la reciente crisis. Pero también es verdad que, melancólico o no, observando el que fue su lugar de trabajo, Voss sigue recibiendo un estipendio muy considerable por el banco que lo prejubiló. Bauder, al tiempo, lo expone en un rótulo final que no llama a engaño. Este hombre tiene infinidad de matices para ser un simple verdugo, pero desde luego tampoco es una “víctima”.
En el lado de la estética, el director también
es consecuente con su apuesta, de modo que todo reverbera en una película que
se busca fría en su aproximación a un tema igualmente arduo, bien en la
fotografía, bien en la localización elegida: un antiguo banco abandonado. Sin
embargo, aquí también se dan las limitaciones. Existe una variedad limitada de
planos con los que se puede montar para “cubrir” los “totales” de las
entrevistas. Aunque las salas de reuniones, los desmontados espacios donde se
vendían y compraban acciones, y hasta las zonas de ordenadores están rodadas
con esa elegancia fría que otorga un matiz de “lugar de desastre”, al cabo
estos insertos se vuelven reiterativos. El contraste entre el personaje desde
dentro de ese lugar derrotado, mirando hacia el exterior donde se siguen
construyendo edificios imponentes (“El nuevo edificio del CommerzBanck le
añadieron una antena para que fuera más alto que el del “Deutsche Bank”,
señala) funciona bien en los primeros minutos. Al cabo de varios regresos a
insertos de oficinas vecinas con trabajadores a todas horas, el recurso se
destruye.
“Confesiones de un banquero” fue premiado como
Mejor Documental en los Premios del Cine Europeo en 2014. Se antoja un tanto
excesivo, pero ya se sabe que en el juicio de los documentales aún se da más
esa máxima de que pese más el contenido que la forma; el tema por encima de la aproximación concreta. Teniendo en cuenta que “Master
of the Universe” se puede interpretar como un “mea culpa” del lado germano,
quizá el premio se explique mejor. En cualquier caso, el documental es un
ejemplo de coherencia estética y de contenido para con una premisa creativa
peliaguda, si bien le hubiera beneficiado un montaje más conciso, asumiendo que,
con tan parcos elementos, 90 minutos eran un estándar de duración demasiado
ambicioso.
"Master of the Universe" es una producción de Bauderfilm, Nikolaus Geyrhalter Filmproduktion y ARTE. Su agente de ventas internacionales es Autolook Film Sales.
"Master of the Universe" es una producción de Bauderfilm, Nikolaus Geyrhalter Filmproduktion y ARTE. Su agente de ventas internacionales es Autolook Film Sales.
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