lunes, septiembre 10, 2012

PALABRAS DESCUBIERTAS O REDESCUBIERTAS: "TOLVANERA", "INERME"


Tolvanera

(Del lat. turbo, -inis, remolino).
1. f. Remolino de polvo.

Inerme

(Del lat. inermis).
1. adj. Que está sin armas. U. t. en sent. fig.




"Al terminar las despedidas emprendió la larga caminata hasta el cuartel del Conde Duque, por callejas sin urbanizar, entre solares donde soplaba el frío del invierno y ahora las tolvaneras de los calores de agosto, y cuando entró en el barrio de Vallecas, camino del Metro, le pareció oír a lo lejos la voz del vendedor de periódicos, un grito sin modular que anunciaba que bajo el brazo llevaba los diarios y los ofrecía al pie de las farolas encendidas, pero tal cosa era imposible, porque hacía meses que aquel hombre había muerto en el frente de la sierra, y ahora las farolas no se encendían y, sin embargo, tuvo la sensación de que oía aquella voz conocida tantos años: lo que parecía un augurio mortal fue para él aviso de que alguna vez volverían los días tranquilos y, olvidada aquella guerra cruel, pasearía por calles iluminadas y podría comprar el periódico y cruzar un saludo con el vendedor, todo ello sin relación alguna con las palabras de cólera que estaba escuchando, de reconcentrada furia, dichas como una letanía a un dios vengativo de inerme piedra y ojos de zafiro que exigiera odio, dispuesto al castigo si no llegaba hasta él la salmodia entrecortada."

"Nubes de polvo y humo". Juan Eduardo Zuñiga. "Largo noviembre de Madrid". 1990. Cátedra, 2007

domingo, septiembre 09, 2012

STORIES OF YOUR LIFE AND OTHERS. TED CHIANG. ANÁLISIS (II)

Continuamos analizando los relatos que componen esta antología del autor de ciencia ficción, Ted Chiang, Stories of your life and others.

Story of your life 

Story of your life es la prueba de aquello que decía: en ocasiones, a Chiang le pierde su propia fascinación con la ciencia que retrata (y que tan bien habrá estudiado para documentarse) y sus historias se alargan sin un motivo claro. Esto es detectable porque sus paradas a cada rato, a desplegarnos (eso sí, a veces de modo atractivo) su cualidad de detallista para con lo técnico, hace que, para esta carrera de fondo, no basten los elementos que mantienen la atención. Se gastan pronto, o bien se prueban como algo frágiles como creador de interés, como veremos.


Louise Banks es una experta en el lenguaje. El gobierno la llama cuando unos extraterrestres se comunican con la Tierra. Nunca pisan el planeta, sino que establecen una conexión a distancia. Ella será la encargada que indague y estudie pautas para comprender la lengua que usan. Quien conozcan cuánto admira China Miéville a Ted Chiang, entenderá que este relato bien podría haberle inspirado como punto de partida para esa otra última novela suya (también, bastante controvertida), Embasytown

Este mismo resumen del argumento ya señala qué falta en la ecuación: conflicto. Existe, sí, una dificultad para que se alcancen los objetivos, pero el desafío es tan intelectual, y dichos obstáculos, tan técnicos, que no sentimos como lectores que la tarea esté en verdadero riesgo. Tampoco se hace uso de otra pregunta que contendría la premisa: ¿qué quieren los extraterrestres?

Pero ya hemos indicado (en el anterior post) que si hay algo que merece su reconocimiento es que Chiang no ceja en técnicas e ideas para tratar de asegurarse nuestro interés. Story of your life está narrada por la propia Louise pero en una secuanciación peculiar. Desde las primeras líneas, ella se dirige a su hija en una suerte de discurso anticipativo. Esto nos hace pensar, en principio, en que la historia la cuenta esta protagonista desde un momento futuro, desde donde “recopila” todo lo que sucedió. De alguien que cuenta todo una vez se acabara aquella aventura con los extraterrestres. Pero también que se lo deja como legado a esa hija que irá creciendo; al modo en que se deja un testamento grabado en un vídeo o en algún tipo de formato físico de sonido. Tal vez, pensemos, como haría alguien que ha muerto.

Excepto que, a medida que avanzamos en la lectura, hay otras pistas, que indican algo más complejo.

“I’d love to tell you the story of this evening, the night you’re conceived, but the right time to do that World be when you’re ready to have children of your own, and we’ll never get that chance.”

Entonces (y en un párrafo temprano, en la página 95; la quinta de este relato) en el discurso de Louise se cuela un dato (otra anticipación) que da un giro que no desvelaré. Pero que cambia nuestra perspectiva completamente. Lo que se anticipa (y en esto, acierta y bien, el autor) es un final más bien dramático. Uno que, tal vez por lógica, el lector puede llegar a relacionar con la otra trama, la de sus labores de intentos de comunicación con los extraterrestres.

En otras palabras, a partir de aquí, uno espera que se responda a esa anticipación que, además, acabaría relacionando la dos historias (hablaríamos de tramas, si esto fuera un guión). El relato se dividirá siempre entre lo que sucedió con los extraterrestres (el pasado) y esa especie de recuerdos contradictoriamente contados como algo que sucederá. 

“I´ll remember the scenario of your origin you´ll suggest when you´re twelve. `The only reason you had me was so you could get a maid you wouldn’t have to pay´ you´ll say bitterly, dragging the vacuum cleaner out of the closet. That’s right, I’ll say. Thirteen years ago I know the carpets would need vacuuming around own, and having a baby seemed to be the cheapest and easiest way to get the job done. Now kindly get on with it.”

Es en estos momentos en que Louise habla de su hija cuando sí sabe Chiang ofrecernos un personaje más vivo (y en este caso, no distante, aunque algo irónico, a ratos). Si bien la relación con la hija no se mueve por lo más original, sí hay humor, complicidad, verosimilitud. Mientras, la historia “principal” (digamos, la trama) queda en el territorio de lo explicativo. Hasta el que es su ayudante no es sino un truco demasiado expuesto de alguien a quien Louise pueda responderle, para dar (nos) las pertinentes aclaraciones. Aunque por momentos fascinante (el relato ofrece hasta diagramas que explican en qué se basa el lenguaje de los extraterrestres), ya decíamos que le falta una situación conflictiva. En su labor, Louise se retrata más como su profesión que como su personalidad. Cuando comienza a comprender cómo ese lenguaje tan especial de los extraterrestres ha “construido” su misma forma de relacionarse con la realidad, de pronto el personaje adquiere un tono (y una distancia) que se asimilan demasiado a aquel personaje (cuyo entendimiento también progresaba) de Understand.

"Freedom isn’t an illusion; It´s perfectly real in the context of sequential consciousness. Within the context of simultaneous consciousness, freedom is not meaningful, but neither is coercion; It´s simply a different context, no more or less valid than the other."

No es, es cierto, del todo injustificado. La Louise que reacciona y aprende con los extraterrestres no es la misma que la (mas humana) que recorre sus recuerdos sobre las edades de su hija. La que afronta el contacto con los llamados heptapods es la científica; la otra, es una madre. Si suprimimos lo que la crítica feminista diría de esta dicotomía (y no crean; en la ciencia ficción, esta perspectiva es, además de usual, bastante enriquecedora), ésta causa una especie de tensión que adquiere cotas difíciles por la tardanza de Chiang en relacionar ambas tramas.

Llegado el momento (y sin poderles desvelarles esta otra sorpresa), encontraremos que aprender el lenguaje de los extraterrestres significa para Louise un cambio fundamental… que de paso explica por qué narra todo lo de su hija en ese tiempo verbal futuro.

Como giro final es hábil y desde luego sorprendente. Ahora comprendemos todo. Y lo mejor de este final es esa mezcla de impotencia y tristeza asumida que domina a Louise. Es tan bueno que, en parte, nos tienta perdonarle al autor que la investigación para encontrar una base común para comunicarse con los extraterrestres haya sido tan pormenorizada.

Al tiempo, cuando se nos cuenta que en verdad el cierre de esta trama deja aún más claro que no era lo esencial de la historia, la cuestión crece en intensidad: ¿si no era tan importante, para qué detenerse hasta la extenuación? ¿Si una subtrama tiene más peso −porque es en ella donde se transmitan lo que siente la protagonista− que la trama no estamos tal vez estemos ante un problema?

No hay respuesta sencilla. The Story of your life requiere más de una lectura para que captemos que sí hay una evolución en su protagonista, y que todas sus vivencias de aprendizaje con los heptapods son necesarias, tanto para esa técnica de narrar en futuro, como para esa alteración de la realidad de Louise (¿y no es la ciencia ficción, siempre, la historia de cómo el encuentro con un desarrollo científico concreto cambia a los personajes?). Con todo ello, no sería desleal pedirle a Chiang que controle su puntillismo. Puede que fuera indispensable el encuentro con los extraterrestres, pero no tanto detenerse en cada ínfimo detalle para que supiéramos cómo avanzan en el tema del lenguaje.

Twenty Two Letters

Twenty Two Letters es una historia entre lo fantástico y la ciencia ficción. La premisa es original pero tan potente que un relato (incluso uno largo) no alcanza bien a retratar su desarrollo. En este caso, Chiang ha ido a un “what if” que sí se dedica a un ambiente más general, y eso quizá demandaba una novela entera.

En este mundo, no ha existido la ciencia como tal. En su lugar, se ha profundizado en las ideas filosóficas y alquímicas judías donde las cosas se crean a partir de su nombre justo. Por tanto, cuando la historia sucede (en la Inglaterra del siglo XIX se intuye), los avances de la sociedad son muy diferentes a los nuestros. Robert, el protagonista, colabora en la fabricación de autómatas al modo de aquel mito del Golem. Entonces, su curiosidad y su afán “científico” (pese a que, en este contexto, esto tiene implicaciones bien distintas) hacen que proponga una idea revolucionaria: crear autómatas que creen autómatas. Tan revolucionario es como polémico, puesto que esto disgusta a ciertos teóricos religiosos así como a la misma industria de autómatas que preven que el cambio acabe con la mano de obra.

Ilustración de un Golem

En definitiva, no anda muy lejos de aquello tan tratado en la ciencia ficción; desde los robots de Isaac Asimov hasta el clásico Blade Runner. Si el ser humano crea otros seres, que son, además, capaces de crear también, ¿qué sucede? No sólo de ciencia ficción sería un tema recurrente, porque la atracción (pero también el miedo) hacia los primeros autómatas del siglo XIX (del “real”; del nuestro) se encuentra en los cuentos fantásticos de E.T.A. Hoffmann, y en algún relato de Ambrose Bierce.

Es un universo donde el “sense of wonder” de su premisa (atrayente, sin duda) está bien mezclado con el detalle al que es tan afín Chiang para apoyar cada hecho en una explicación plausible. Ahora bien, se quieren exponer demasiadas cosas, sin que ninguna alcance un pleno desarrollo. Como si la trama resumida más arriba no requiriera ya tiempo y páginas (para que se transmita una atmósfera que nos deje ver cuán diferente es esta alternate History), Chiang le añade una más. Robert y su rol de “avanzado” a su época llama la atención de otros estudiosos que llevan a cabo una investigación igualmente polémica, con la propia reproducción humana.

Aunque esto apoya ese tema del ser humano que crea vida, esta subtrama (para entendernos) no lleva a ninguna parte. Y se presenta como distracción de aquella trama y situación que sí prometía dilemas (el choque entre lo individual y lo social siempre es jugoso).

El Turco, un autómata que adquirió fama en el siglo XIX, y que le inspirara a E.T.A. Hoffman su relato Die Automate.

Para colmo, en esa segunda trama se dan algunos de los más propios (y peores) vicios de la ciencia ficción: el exceso de información, ofertada, además, mediante técnicas tan obvias como la de personaje que pregunta + personaje que responde. Se dan especulaciones interesantes (por ejemplo, cuando el experimento de los estudiosos alcanzan potenciales efectos políticos, como el control de la natalidad en las clases bajas) pero en una historia que es demasiado fina. Tal vez el problema sea que, aunque fijada su atención en ese aspecto particular (siempre una potencial ventaja si hablamos de relatos), Chiang encuentre en ella tantas ramificaciones que, al cabo, también necesitaría más espacio.

“Repetition of the process lets us examine the unborn generations of any given species. […] They tested many animal species, but never observed any changes in form. However, they obtained a peculiar result when working with the seminal foetuses of humans. After no more than five generations, the male foetuses held no more spermatozoa, and the females held no more ova. The line terminated in a sterile generation.”

Aquí, se siembra un peligro y un problema. El autor nunca lo abordará. Nunca cerrará nada de esto. La inclusión de esta segunda historia tiene, añadido a todo lo anterior, la carga de que roba oportunidades para que el protagonista sea, de veras, personaje. 

Twenty Two Letters se desestabiliza, pues, por el lado de los personajes, que están huérfanos de esa misma atención que el autor tiene para con la ciencia retratada. De cualquier manera, no es un problema nuevo en este género, seamos justos. Habrá quien hasta separe, autores y libros, entre aquellos que son más trama, y los que destacan por el tratamiento de sus personajes. Como no es aquí espacio ni lugar para ahondar en el debate (siéntanse libres de hacerlo en los comentarios), diremos que, de igual modo, a Chiang lo que le lastra para salvarle por este método son estos relatos que se van a una extensión casi cercana a las 50 páginas. Robert no es un ser verdaderamente definido, por lo que, cuando Chiang le confronta oponentes no sentimos que estemos involucrados. Los pilares hacia causar intriga están ahí (el asesinato) pero, como en el caso de Understand con lo de la CIA, pareciera que el autor los incluye sin del todo entender las necesidades que implica un suspense efectivo. O eso, o bien, como si Chiang tuviera su propio interés dividido, y se canse de una trama y tenga que acudir a la otra (la de la reproducción humana), sin que halle el punto medio.

Para cuando se arriba al final, esta trama ya se nos antoja que se ha acelerado un poco demasiado.

De toda la colección, es con bastante probabilidad, el relato más ambicioso. Pero también el más fallido. Y tampoco se explota este problema al que se enfrentan esos otros estudiosos que acuden a Robert. Es casi como si Twenty Two Letters aguardara a que Ted Chiang parta de él para una novela. No es poco común, en autores de ciencia ficción, lo de un relato que siembre un argumento para una próxima publicación en formato más largo. Pero no Chiang, que es en este sentido extravagante, y sólo se ha dedicado al relato.

viernes, septiembre 07, 2012

CINE DE TERROR: THE ECLIPSE (CONOR MCPHERSON, 2009) ANÁLISIS

El cine de terror, gracias a la visibilidad que proporcionan ciertos festivales, se puebla de diferentes aproximaciones, de nacionalidades dispares, cada vez más. En principio, esto es agradecido, porque el género, en lo concerniente a las producciones de Estados Unidos, sufre una reiteración de esquemas muy fatigosa. Pese a todo, y a no ser que se pertenezca a medios y se tenga acceso, por ejemplo, al Festival de Sitges (o se viva en Cataluña, claro), la mayoría de nosotros continuamos con dificultades a la hora de comprobar cómo es ese otro terror que se realiza en otras latitudes.

Hace poco, he comenzado a investigar un tanto cuáles son las películas seleccionadas con el Premio Mélies de Plata, que constituye una especie de nominación para el definitivo Premio de Oro. Entre ellas, está esta producción irlandesa, The Eclipse (Conor McPherson, 2009).

Entre los posibles caminos detectables en el cine de terror actual, ya sabíamos que una alternativa es la propia burla del género, o bien la exposición metafictiva y posmoderna de sus mecanismos, como ya probó en su día Scream (Wes Craven, 1996) y, hace poco, The Cabin in the Woods (La cabaña del bosque, Drew Goddard, 2011). Esto produce, sin embargo, más líneas de análisis en los críticos especializados, o en foros de Internet donde compartir qué referencias se han cazado, que miedo propiamente dicho.

Otra posibilidad es ésta que tal vez intente The Eclipse: que el cuento de terror no devore la posible evolución de unos personajes. En realidad, no sería sino una vuelta a unos orígenes que tal vez no se hayan explorado de veras o del todo. Hay suficiente literatura de terror de calidad, y de autores renombrados, ya desde el XIX, como he comprobado en los Cuentos Inquietantes de Ambrose Bierce (Editorial Alianza, 2011). Las historias de fantasmas de Henry James serían otro caso, donde el elemento perturbador arroja perspectiva sobre el conflicto del personaje.

The Eclipse, de hecho, sucede en paralelo a una pequeña convención de escritores de terror, y una de las protagonistas escribe historias de fantasmas que se sospecha tienen mayor enjundia que cualquier producción USA común. Incluso hay una escena en un cementerio que hasta tal vez homenajee a aquellos escritores clásicos, fascinados con estos escenarios góticos. Sin embargo, puede que todas estas pistas despisten bastante, ya que la película de Conor McPherson como iniciativa se queda corta, o indecisa, con esas dos líneas el cuento de terror y lo dramático sin alcanzar la relación correcta o más equilibrada.


The Eclipse comienza de un modo consecuente con la mayor parte del tono del film. Con un ritmo pausado, nos vamos habituando a la vida del protagonista, Michael Farr, en un pequeño pueblo irlandés, donde va a colaborar en el evento literario. Una noche, cree ver algo. Algo que no tiene explicación.

Esta escena está rodada de un modo que incluye la aparición de lo extraño en un contexto muy realista. Digo realista y no hiperrealista; nada que ver pues con esa otra vía ya iniciada con El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999) y, más recientemente, empujada de nuevo con Paranormal Activity (Oren Pelli, 2007). En este caso, lo que el protagonista “ve” (y nosotros con él), está iluminado acorde a una casa que está a oscuras a estas horas. Sin que la música o algún movimiento de cámara lo remarque, la aparición es tan misteriosa como cualquier sombra peculiar que cualquiera hayamos podido ver en algún momento de nuestra vida. Como menciona esta crítica de Peter Hartlaub para el San Francisco Chronicle, también la reacción del protagonista es de las más verosímiles vistas. Sigue "la aparición", comprueba que no hay nadie, hace una llamada para reafirmarse en que lo visto no tiene sentido. Aun así, la interpretación de Ciarán Hinds permite que intuyamos que lo sucedido posee una carga profunda.




Algunos momentos de la primera aparición

El guión, en este sentido, nos dosifica la información de forma efectiva. Como detonante, siembra de paso que algo en la vida del protagonista no marcha bien. Sólo después, nos llega el dato de que lo visto es doblemente inquietante: no se trata, en realidad, de un fantasma en su definición convencional.

Pero entonces comienza la trama paralela. Y la denomino así, porque en muchos momentos de la película uno se pregunta cuál de ambas es de veras la trama principal y cuál, la subtrama. Lo encuentro más problemático que eso otro que varios críticos han mencionado: que el tono de la parte de drama choque tanto con el tono de susto y un tanto de gore de la parte de terror.

Es interesante dar cuenta de que esta trama paralela muestra casi siempre unos valores reseñables… como drama. Es cierto que el personaje del escritor de éxito es más bien típico (aunque la mayoría de críticas, aquí, una, destacaron la interpretación que de él hace Aidan Quinn) pero el director le da los suficientes matices. Por ejemplo, cuando, tras haber sido rechazado, le vemos a la mañana siguiente, vagabundear, en silencio, abatido y perdido por las zonas del hotel de lujo donde se aloja. Otros detalles vienen reforzados por la capacidad de Ciarán Hinds. Como cuando notamos que Michael se guarda de explicarle a la escritora que conoce, Lena (Iben Hjejle), que, pese a que lleva el anillo en su dedo, su esposa ha fallecido. O cómo duda, en esa misma escena, en irse, justo tras oír un aullido lejano que le recuerda que aún tiene miedo por lo que ha visto.

Nicolas (Aidan Quinn), perdido, en el hotel.

En realidad, casi diríamos que es lo menos que se puede esperar, habida cuenta, como hallo en esta reseña del Time Out (una de las más duras con la película), de que Conor McPherson es uno de los dramaturgos más destacados del panorama actual en Irlanda. 

Con todo, después de aquel detonante, que el género haya derivado tanto, causa impaciencia. De hecho, el guión bordea el ridículo cuando las situaciones van impidiendo que Michael acabe de consultarle lo sucedido a Lena. Pasa el tiempo, y ambas tramas no acaban de conectarse. Mientras, aún tendremos dos apariciones más. La primera, por cierto, mediante un recurso que encontré interesante. La banda sonora general incluye, de cuando en cuando, un coro. En la escena referida, dicho coro acrecienta el tono y se transforma, raudo, en casi un grito, justo cuando la cámara gira para mostrar al “fantasma”. 

De todos modos, esta trama se prueba, a medida que avanza, como menos necesitada de la otra. Como digo, Lena nunca acaba de ayudar del todo a Michael a entender qué le sucede, y para cuando por fin se convierte en su confidente, no tiene mucho que aportarle. Llegado el momento, la historia del fantasma que no es tal (no puedo adelantar mucho o será un spoiler) va aclarando su significado. Algo que hace, por cierto, sin participación alguna por parte del protagonista.

Es cierto lo que afirma esta reseña: es más “realista” que alguien con dos trabajos no le dé importancia a algo sin sentido, que, como es común en el cine de terror más habitual, llame a un exorcista, una médium, un cazafantasmas. También pudiera ser que una historia que se resuelve sola viene bien a un personaje que es más bien pasivo.

Aunque, admitiendo todo esto, The Eclipse cuando menos es criticable por no cumplir con ninguna de las expectativas, no ya presentes por la misma clasificación en el género de terror, sino en su propio guión.


"Hjejle's familiarity with the spirit world implies a survivor's trauma equal to Hinds's, but one is never revealed." 

En un caso claro, el de Lena, porque con ella el director ofrece uno de los sembrados más extraños pero también rotundos que he visto en mucho tiempo. Justo antes de despertarse, y en la que es nada menos que la presentación del personaje, vemos a otro fantasma. ¿Quién es? ¿Qué relación tiene con ella? ¿Ha sido un sueño? De ello, se revelará demasiado poco.

Si ese fantasma suyo no era relevante, ni para la trama, ni como definición para el personaje, ¿para qué mostrarlo? O, de dicho de otro modo, si el director y el guión lo querían como mera pista de que la visión de fantasmas de la escritora también le marcó (sin querer ahondar en ello), ¿no se tuvo en cuenta el efecto en el espectador que lo creería como anticipación de algo más?

Puede que los intentos de que el cine de terror no expulsen desarrollos dramáticos significativos cuente con esta desventaja. Aunque de todas maneras uno tiene dudas de si el equilibro de géneros, entre el drama y el terror, no podía haberse cuidado mejor. 

El final, que tampoco adelanto, tiene esa contención dramática que permite finales abiertos, si bien también una resolución al conflicto del protagonista que, aunque también, en parte, sutil, demasiado afin a las convenciones (hasta religiosas) del subgénero de fantasmas. 

The Eclipse queda, en sus mejores momentos, como la historia de tres personajes "haunted" (uso la palabra inglesa, porque no hay una traducción adecuada al español) por diferentes dramas. Incluso, Conor McPherson y su guión coloca una línea en la boca del escritor que no es casual, cuando habla de su pasada relación con Lena: "I´m haunted by that night."

Voy a continuar con esta especie de investigación mía acerca de películas nominadas al Premio Mélies de Oro de cine fantástico. Ya les iré contando. 

lunes, septiembre 03, 2012

PALABRAS DESCUBIERTAS O REDESCUBIERTAS: "VERGAJO"


Vergajo

1. m. Verga del toro, que después de cortada, seca y retorcida, se usa como látigo.


"Las más viejas historias aparecieron de nuevo. Se citó al diácono que había sostenido la apuesta de comer, de una vez, treinta y tres arenques; al soldado que rompía sobre su frente un vergajo, y se estableció una competencia para ver quién contaba cosas más sorprendentes. Pitchtchalkin mismo dijo, bostezando, que había conocido, en Ucrania, a una campesina que pesaba, el día que murió, más de seiscientas libras, y a un propietario que necesitaba para almorzar devorar tres gansos y un esturión."

Humo (Dym). Iván Turgeniev. 1867. Aguilar, 1971.



NUEVA SELECCIÓN PARA CORTOMETRAJE RÍO ARRIBA (2011): PORTOBELLO FILM FESTIVAL

Nuestro cortometraje de animación Río arriba se va esta vez a Londres, al Portobello Film Festival. La verdad es que esta historia, a medias entre lo policíaco y lo fantástico (y no anticipo más por si aún no lo han visto) que ideó mi hermano Jorge M. Rodrigo, y en donde ambos trabajamos en su guión, nos está dando muchas alegrías. En particular, porque, y perdonen si insisto en este detalle, no tiene ninguna productora detrás. Es decir, nos lo guisamos nosotros mismos (aunque el trabajo duro fue realizar toda esa animación, que fue cosa de mi hermano solo). 



Ignoro si de verdad éste es el camino para salir adelante en estos tiempos en que el audiovisual español, con razones bastante rotundas, se está quedando en los huesos. Muchos lo están siguiendo, sin duda, porque, abra o no puertas, cree o no eso (tan difícil de definir aún) de la "marca personal", a muchos nos sigue apeteciendo (incluso diría que lo necesitamos) crear historias, y lanzarlas allá fuera, al mundo. Es decir, aparte de si tiene razón "racional" o "profesional" de ser, seguir escribiendo y dirigiendo cine tal vez sea algo que nos corra por la sangre. 


El hecho es que Río arriba estará en el Portobello Film Festival el próximo día 7 de septiembre, en una sección denominada Spanish Films, donde se mostrará una selección de cortometrajes de nuestro país

Si están por esas fechas en Londres, acérquense, porque, además, este festival que se considera el mayor en cuanto a producciones independientes en el Reino Unido ofrece una programación bastante completa

Seguiremos informando.


domingo, septiembre 02, 2012

STORIES OF YOUR LIFE AND OTHERS. TED CHIANG. ANÁLISIS (I)

Ted Chiang ya es un autor conocido y reconocido entre los lectores y los críticos de ciencia ficción. Sigue estando presente en los premios y nominaciones que se otorgan en el mundo anglosajón. A partir de la publicación, en 2002, en la editorial Tor, de Stories of your Life and Others, es cuando su fama comenzaría (yo manejo la edición en Small Beer Press, de 2010).

Chiang es un autor de relatos, solamente. Sin embargo, en la ciencia ficción, advierto:  “relato” no equivale a lo que muchos consideramos tal, en especial en cuanto a extensión. En cuanto uno lee y se informa de las categorías de premios como los Hugo o los Nebula, entiende que hay distintas escalas, algo confusas. Por ejemplo, algunos de los incluidos aquí de Chiang están a veces más cerca de la novela corta. Los Angeles Times clasifica las historias de Stories of your Life and Others como “long short story”.



A la cuestión de si Chiang es tan bueno como se promete, ya había yo encontrado disensiones, en relatos premiados como Exhalation (críticas más bien respetuosas, qué novedad; los “foros” donde se habla de ciencia ficción incluye más a críticos, analistas y hasta autores en sí, y ahí se percibe la diferencia de tonos). En parte, sus argumentos me parecen confirmados. En lo bueno, desde luego, lo que hace esta colección muy recomendable. También confirmo parte de esos argumentos que lo enjuician un poco menos amablemente.

Como autor de ciencia ficción, Ted Chiang es probablemente de los más exigentes (sin adentrarse en la hard science fiction) y con aciertos literarios muy estimables. Sin embargo, a ratos sus historias adolecen de una frialdad y una distancia excesiva. Su atención al detalle (casi más propio de la novela, y de una novela más extensa, por cierto, lo cual le juega malas pasadas más de una vez), su capacidad para adentrarnos en el aspecto científico indagado están a tono con premisas originales, hasta arriesgadas, donde las ideas alcanzan desarrollos verosímiles,  igual sea en la antigua Babilonia o trate el estudio del lenguaje en el ser humano. Esto implica un autor que se toma muy en serio su trabajo; cuyos objetivos, en cada historia, son ambiciosos y que investiga cada tema. Pero en muchos casos, ni siquiera las técnicas que utiliza (y en que las conoce y a veces dispone con habilidad prueba que es mucho mejor que la media de autores contemporáneos), bien de estructura, bien a nivel narrativo, consiguen despistarnos de sus talones de Aquiles: o bien apenas hay personajes, o bien sus evoluciones no son relevantes, o bien más que una historia es una disertación sólo a ratos narrativa desde un "qué pasaría si...?"

De todas maneras, este primer Chiang Stories of Your Life and Others (porque parecería que relatos más recientes han descuidado esto, según leo) se preocupa por modos más o menos originales y atractivos de narrar sus historias. Y esa misma capacidad para el detalle (hasta cuando es explicativo, a veces, lo incluye muy bien hilado dentro de la trama) causa, por momentos, una buena carga de fascinación. Muchos autores deberían aprender de él de cómo existen fórmulas que evitan esos molestos infodumps (párrafos explicativos que detienen la narración; tan común en la ciencia ficción). El propio Chiang no se escapa siempre de este vicio, pero, insisto, su estilo (se ve que se toma tiempo para cada relato, lo cual se ve en su bibliografía) y su ambición son notables, y le ponen por encima, según mi criterio, de mucho de lo que se publica en este género.

Al contrario de lo que algunos que le alaban comentan, no creo que recuerde tanto a la ciencia ficción clásica, sobre todo porque, siendo justos, Chiang domina los recursos narrativos y el lenguaje mucho mejor que, pongamos, Isaac Asimov. En cambio, en sus relatos falta eso que abundaba en otro autor de aquella época, y probablemente el mejor en estas distancias cortas, Ray Bradbury: vida.

"In Chiang´s hands, SF really is the `the literature of ideas´ it is often held to be, and the genre´s traditional `sense of wonder´ is paramount. [...] the wonder of these stories is a modern, melancholy transcende, not the naive `50s dreams of the genre´s golden age."

La cita es de China Miéville en su reseña de Stories of your Life and Others para The Guardian.

Indica bien qué distancia a Chiang de esa era clásica de la ciencia ficción, pero también adelanta un tema significativo en estas ficciones. Aunque muchos críticos se hayan escandalizado con aquello de la transcendencia y la propia relación entre ciencia ficción y religión vistas en Prometheus (Ridley Scott, 2012) -otra cosa es que el guión o el director manejen bien estos elementos-, lo cierto es que hace mucho  que existe una tendencia en el género donde se tratan esos dos opuestos: Dios y ciencia. 

En casi todos estos relatos, el autor incluye a Dios, si bien es un Dios que es parte del universo retratado, que, al tiempo, está ausente. Uno que no da explicaciones, y cuyo mejor exponente es Hell is the Absence of God. Por cierto, que esto redundaría en esa otra manía que se tiene a la hora de reseñar o resumir un libro de relatos: no todos son, en verdad, de ciencia ficción. Tower of Babylon,  Hell is the Absence of God, y Twenty Two Letters incluye algunos rasgos más propios del género fantastico. 




Tower of Babylon

Tower of Babylon ofrece una ambientación muy conseguida. Chiang, se nota, ha investigado el asunto, de forma que hay infinidad de detalles que te trasladan a un tiempo, por otro lado, no tantas veces retratado en literatura (y no, desde luego, en la literatura fantástica o de ciencia ficción).

Esto hace que todo lo señalado tenga un añadido de sentido de la maravilla, dado que ya aquella historia o mito, la Torre de Babilonia, cuenta con una construcción humana imposible que el autor convierte, de forma creíble, en algo tan sólo improbable. Y su construcción, pese a que se dota de detalles de verosimilitud, tiene ese sentido de la maravilla que da algo tan inusual que ofrece una perspectiva nueva sobre hechos comunes.

“The shadows of the mountains mark the beginning of night. Night falls on the earth befote it does here”.

Esto se percibe muy bien cuando el protagonista y su equipo (una elección efectiva, si no original; el/los personajes que llegan “de nuevas” a un lugar, de forma que se convierten en delegados del lector en cuando que van descubriendo con nosotros) llega al nivel de los balcones, y conocemos a familias enteras viviendo allí. Gente que nunca ha vivido pisando el suelo. Sólo conocen la vida en la torre.

Y no se le puede negar la fuerza que tiene la idea central.

"The gatekeepers were delighted. One called back, `You are the ones who are to dig through te vault of heaven?´

`We are´”

Lo mejor, pues, de Tower of Babylon es ese sentido de la maravilla, que, de hecho, echaremos en falta en otros relatos. Twenty Two Letters o Story of Your Life también desplegarán verosimilitud pero más fascinante en lo intelectual que de veras dotado de una imaginería tan conseguida como aquí. Lo peor de Tower of Babylon es eso que, veremos, se da más de una vez en estas ficciones: la utilización del personaje como mero recurso. Aquí, el personaje principal es menos eso que un guía para que veamos con él todo ese mundo peculiar que hace de la torre un lugar tan especial.

En el momento en que empieza a mostrarse esa cúpula del cielo es cuando todos los detalles tan cuidados y verosímiles de ambientación nos ayuda a penetrar tan fácilmente en lo que, sabemos, es absurdo, pero no nos importa. Una buena técnica, de la que tomar nota.

Llegados al climax, el protagonista se tropieza con un giro que reafirma el mito (el hombre no debía embarcarse en empresas como la torre para conocer mejor a Dios) al tiempo que expone que las explicaciones religiosas no bastan, y que la naturaleza y su funcionamiento sigue escapándosele. Tanto que al final, a este hombre de aquellos tiempos sólo puede ocurrírsele una explicación lógica que no pasa, es curioso, por ser la científica. No podía ser. Por ser una época pre-científica, pero también porque el hecho es más fantástico que real. 

Understand

Understand tiene uno de los narradores en primera persona más justificados (y bien decidido como técnica, pues) que encuentro en mucho tiempo. Era necesario, y es efectivo, porque trata de una progresión psicológica que se percibe mediante el discurso de este protagonista.

Como mencionaba, Chiang, en general, opta por relatos cortos que no lo son tanto, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre lo primero, esa posibilidad, como vemos en Understand, de que haya tiempo para una evolución detallada de un personaje, así como que se puedan incluir detalles secundarios que colaboren a la ambientación.

Este historia se entendería igual si tanto detenimiento en la sociedad futura donde ocurre el hecho relevante. Claro que, al tiempo, así, la historia ofrece otros puntos positivos, como puede ser (rompiendo, y es relevante, la norma en los relatos cortos de ir pronto al grano) que el principio y hasta el detonante no anticipen en absoluto de qué va a tratar. Puede que haya géneros que, hasta en las distancias cortas, necesiten más espacio, ya que la ambientación también aporta color. Es decir, tan atractivas como admitidamente innecesarias son las pinceladas con las que Chiang nos indica que el contexto es el de un futuro cercano (por ejemplo, ese nuevo tipo de espectáculos a los que asisten los ciudadanos).

Ahora bien, esto llevado al extremo también tiene sus contrapartidas. A Chiang le interesa ese mismo detenimiento, para la ambientación, y para que los detalles científicos estén bien expuestos (y den verosimilitud), aunque, en ello, renuncie a mayores síntesis. Si el relato se desborda, y, sin un cuidado equivalente por las emociones de los personajes, la capacidad de mantener la atención se vuelve complicado.

Algo de esto ya hay en Understand, la historia de un hombre cuya inteligencia se desarrolla exponencialmente a partir de una hormona que le administran con otro objetivo.

Aunque parezca simple, esta premisa tenía muchos posibles desarrollos fallidos. Chiang, en cambio, cumple. Es capaz de que nos creamos a quien narra lo que sucede; lo que le sucede. Claro que esa verosimilitud tiene su problemática. Por un lado, a tono con un personaje común que progresa a uno “super inteligente”, apenas hay espacio para lo literario. Esta voz es esencialmente informativa: una especie de diario continúo de qué le ocurre, y qué hace. Por otro lado, la progresión hacia esa inteligencia superior implica una distancia y una frialdad cada vez más fuertes. Y esto complica la posibilidad de la identificación.

Lo curioso es que ambas características (sobre todo la segunda) resultan casi inevitables con la premisa que el autor tenía (al final del libro, él mismo nos desvela el origen de cada relato). Hay un momento en que Chiang hace que todo nuestro interés por seguir leyendo se coloque en una sola apuesta: la curiosidad: ¿cómo ve el mundo alguien que supera al resto de humanidad en su intelecto? Fascinante, sin duda. Además, ello se percibe al tiempo que lo hace el protagonista, si bien esta progresión proporciona al lector de cuando en cuando el placer de percibir los matices (hasta en la forma de expresarse). Ya en la segunda cita con el médico que sigue su evolución con la hormona, hay indicios de que lo “común” le resulta cargante. Pistas y, como digo, matices que sirven de paso también como anticipación.

“To me, these people seem like children on a playground; I’m amused by their earnestness, and embarrassed to remember myself doing those same things. Their activities are appropriate for them, but I couldn’t bear to participate now; when I became a man, I put away childish things."

En todo caso, Chiang contraresta lo que de abstracto y demasiado informativo pudiera ser este punto de vista, mediante el equilibrio de las reflexiones e impresiones (el protagonista es consciente de su implementación como descubridor de pautas y claves en la realidad que se escapan a todos los demás) con la acción externa. Como es lógico, a partir de cierto momento, el protagonista tiene que huir, antes de que las autoridades pretendan estudiarlo o algo peor. 

Pero es aquí donde puede notarse que el equilibrio entre lo interno y lo externo no siempre está logrado. Porque este elemento que se promete de suspense queda abortado enseguida. Ante la amenaza de que la CIA lo localice, demasiado pronto lo soluciona: los tejemanejes para atrapar al protagonista son menudencias para esta mente superior.

No se le puede negar que el autor no persista en detalles que mantengan la atención, ya que, eliminado este oponente, se introduce otro antagonista. Uno a la altura del protagonista. Uno cuyos objetivos son iguales de ambiciosos (a tono con esa inteligencia superior) pero divergentes. 



Division by Zero

“When I first saw the derivation of this equation, my jaw dropped in amazement. […] A proof that mathematics is inconsistent, and all its wondrous beauty was just an illusion, would, it seemed to me, be one of the worst things you could ever learn. ”

Es lo que comenta Ted Chiang sobre el origen de Division by Zero. Es el más corto de los relatos de Stories of your Life and Others. Parte de esa idea tan utilizada en la ciencia ficción del “what if” pero, en este caso, descendiendo de un marco más general (una sociedad, un país, etc), también común en el género, para ir al efecto en personas concretas. Tal vez, por eso, es el que mejor retrata a unos personajes, al menos unos con los que sus evoluciones y sentimientos llegan a implicarnos. ¿Qué le pasaría a una matemática experta si descubriera que su ciencia no es el esa raíz fuerte en que anclar su vida?

La estructura está muy pensada. La historia se divide en dos; las reflexiones e informaciones de un narrador omnisciente que nos va adentrando en cómo las matemáticas dan cobijo a una naturaleza más contradictoria de lo supuesto (y esto es un modo inteligente de atraernos la curiosidad a los lectores que desconozcamos el tema), y, por otro lado, la historia de una pareja, Renee y Carl; también por un narrador omnisciente, pero menos intrusivo. Cada “capítulo” o, mejor dicho, “sección” (puesto que son cortas) viene precedido de una especie de juego y guiño al lector (al menos, al especializado en matemáticas): 1, 1A, etc.

El narrador que habla de las matemáticas es incluso algo burlón (cuando habla del Principia Mathematica de Russell y Whitehead, por ejemplo), de forma que el tema abordado (la ciencia por antonomasia) “cae” de la idealización común. En la historia de Renee y Carl también existe una cierta distancia, pese a lo que sucede en ella es bastante grave. Quizá porque Chiang pretenda (o no, y lo consiga de todos modos) hacer que caiga otro mito. Si 1+1 no equivale a 2 en matemáticas, parecer querer decirnos Division By Zero, tampoco un hombre y una mujer que comparten vida significan siempre que son una pareja.

El hecho es que la historia de los personajes, al cabo, posee ese mismo tono distante, al tiempo que Renee y Carl son personas cuya comunicación es inteligente pero fría. Chiang nos da más acceso a los pensamientos de Carl y uno se choca con un desapego consecuente pero retador. ¿Sería éste el límite de lo que este autor puede hacer en cuanto a creación de personajes? ¿Quizá, Chiang sólo sabría crear un único tipo de personajes?

Con todo, en este relato, funciona. Puede que sea porque la extensión no requiere mayores indagaciones en los protagonistas. Puede que sea porque es en parte coherente que dos personas tan inteligentes como las retratadas no se expresen de modos dramáticos. O puede que le venga bien el tono distante porque el hecho es que refuerza y hace mayor el impacto de ver cómo Carl no comprende ni empatiza con Renee pese (y esto es un gran acierto) a que él pasó por una crisis personal muy parecida, con desenlace similar al que ella está a punto de intentar (no quiero desvelarlo). Debería comprenderla, apoyarla. Sin embargo, no es capaz.

Al cabo, Division by Zero resulta más la historia de amor clausurada e imposibilitada porque no todo se puede compartir. Visto así, es una via de la ciencia ficción poco transitada, y, al tiempo, cosustancial al género: cómo cualquier descubrimiento científico afecta a los seres humanos. En este caso, de forma muy concreta. Por todo esto, es mi favorito. 

De paso, prueba que Chiang sabe manejarse en extensiones más cortas, hasta el punto de que uno se pregunta por qué no opta más por ello, por sus ventajas obvias. Por ejemplo, escoge una forma hábil de darnos los datos fundamentales del backstory de los protagonistas. Renee acaba de salir de una clínica, y ello da pie a que los médicos necesiten datos sobre ella y su pareja.

Seguiremos analizando los relatos de Stories of Your Life and Others, de Ted Chiang.