sábado, noviembre 17, 2012

FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA: PARADISE: FAITH (ULRICH SEIDL, 2012)



Paradise:Faith (Paradies: Glaube, Ulrich Seidl, 2012) participó en la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Forma parte de una trilogía de este director austriaco (que ya tuvo su buena recepción crítica, con Import/Export, mostrada en la Sección Oficial de Cannes en 2007) en proceso cuyo primer capítulo fue Paradise: Love, que también pudo verse en el festival. Sin continuidad narrativa, las tres películas tendrán como denominador común un desafío que se plantea ante mujeres con creencias religiosas muy fuertes. En su paso por el festival de Venecia, esta última obra de Ulrich Seidl ya tuvo sus ciertas dosis de polémica. Sin duda, sus imágenes son explícitas y la mezcla entre religión y sexo se lleva a extremos que molestarán, indignarán y hasta enrabietarán a muchos espectadores. Sobre todo, en España, y ya me parece un buen síntoma de salud cultural que el Festival haya apostado por proyectarla en una ciudad como Sevilla, bastante conservadora en estos temas.

En cambio, encuentro que Paradise: Faith juega menos a la provocación que a una distancia que vuelve complicado una respuesta única; y ni siquiera constante durante toda la película. Yo diría que los tiros van menos por pretenderse como “crítica de los fanatismos religiosos”. Y más por un proceso más complejo, emocional y racional, en cada uno de los espectadores.


Anna Maria es una asistente en un hospital a la que le llegan las vacaciones. Su tiempo libre lo utiliza de una forma peculiar. No viaja fuera. Se queda en su casa, y su día a día extiende lo que es una devoción católica muy poderosa a una tarea más: la visita, puerta a puerta, de diferentes familias, a las que trata de convencerles de que se conviertan a su religión.

En líneas generales, se utilizan, y, a ratos, contrastan dos estilos de filmación. En las visitas “a puerta fría”, el estilo de rodaje es más libre, cámara en mano (sin tampoco demasiados aspavientos) y con un guión, y diálogos que se notan improvisados. Luego, en la vida cotidiana de Anna Maria, la cámara tiende a estarse estática. 

En varios momentos, y no es casual, donde ella prueba esa devoción, el personaje nos da la espalda. Los planos hasta adquieren cierta cualidad de pinturas. No es fácil determinar con seguridad qué pretende el director producirnos, y, menos, si lo consigue del todo. 


Anna Maria, sola, canta y toca un órgano electrónico canciones religiosas. La vemos de espaldas.

Por una parte, que toda la película se centre en ella casi con exclusividad movería a que, de algún modo, nos fuéramos sintiendo cercanos. Por otra, esta mujer vive en un universo que nos es completamente ajeno, y ya su plano primero lo deja claro, cuando Anna Maria se golpea la espalda con una especie de látigo frente a un crucifijo. Nos puede parecer tan ajeno... que la platea fue dándose a la risa.

Algo que poco a poco vamos a perder, con ese trasvase de espectadores de la sala de cine a la pantalla de ordenador es la experiencia de compartir la sesión cinematográfica con otros. No ya con quienes nos acompañen, sino con esa masa de extraños que reaccionan, de formas similares o opuestas, a nosotros. Con Paradise: Faith, lo que sucedía entre los asientos de la sala fue, para mí, un punto de origen de reflexiones muy jugosas, que, de paso, apuntan a qué puede que intentara el guión y la dirección de Seidl. Y, según leo aquí, la risa también aparecía en los pases del Festival de Venecia.

¿Es Paradise: Faith una comedia? En principio, yo diría que no, aunque puede que Seidl haga uso de algunos de sus mecanismos. Si persigue la risa, desde luego la persigue como complementaria a otra cosa. Puede que la estrategia de Seidl conduzca por fuerza a la incomodidad. Y ante la incomodidad, la risa es un modo de superación. Como afirman la crítica de Ioncinema: 

Many will be turned off at how Seidl often times uses his protagonists for ridicule, but one could argue that this may really just be our own discomfort with the consumption of materials not glossed over with euphemism.

Porque la película juega a la acumulación. Y esto, es posible que cause que sintamos que se mueva en círculos por momentos. Es lo peor de la cinta, porque acumular significa repetir, y tal vez un poco menos de ello hubiera servido igualmente a los propósitos del director y guionista.

Ahora bien, la acumulación también tiene un efecto peculiar. Un ejemplo. Vemos que, entre esos hábitos religiosos tan extremos, Anna Maria está el rezo repetitivo de una oración mientras avanza por su casa de rodillas. Seidl sabe, tiene que saber, que esto ya es lo suficientemente extremo. Pero no escatima planos. Vemos cómo recorre un pasillo. Vemos cómo sigue por todo el suelo del salón. Vemos cómo entra en casi cada estancia. El conjunto resulta esa acumulación que es imposible que no mueva a la risa, o a cierta sonrisa.

Pero aquí no hay personaje testigo que nos sirva como guía de cómo tomárnoslo. Sí. Este comportamiento es extraño para la mayoría de nosotros. Sí, tanto viaje por todas las habitaciones sobre sus rodillas, y con esa oración (que además se acelera) es absurdo. Pero para que el fanatismo produzca miedo, una historia ha de mostrar su peligro para los otros. Para que se retrate como parte de una “crítica social”, tendría que enseñársenos las consecuencias de dicho fanatismo sobre personajes, situaciones, instituciones.

Y aquí, los únicos efectos son sobre la misma protagonista. Puede que nos hayamos reído o sonreído con esa penitencia extravagante, pero, en la escena siguiente, vemos cómo Anna Maria se cura con alcohol las heridas de sus rodillas. Y ya no tiene tanta gracia.

Ese mismo método se usará durante todo el film. Lo estrambótico, lo extremo, de ese comportamiento pareciera que sólo con la risa puede confrontarse… y al minuto Seidl añade un acontecimiento o un detalle que hace que ni siquiera esa distancia sirva. Y esa duración que se alarga quizá sea la clave.


Igual que en la escena de los rezos de rodillas, hacia el final tendremos la visita de Anna Maria a una inmigrante rusa. La mujer está borracha, y tal vez hasta drogada. Anna Maria trata de animarla, calmarla, convencerla de que deje de beber. Entre esa estatua de la virgen María (que porta en todas sus visitas, y genera más de una situación hilarante), y lo ilógico de que persista en su labor, la escena puede que origine cierto humor. Al fin y al cabo, dos escenas anteriores, de éstas que retratan las visitas, han ido más por ese camino. En una, Anna Maria charla con una pareja que no está casada, y las argumentaciones de por qué deben casarse y por qué están “en pecado” es tan ilógico como ya sabemos que son las normas de la Iglesia católica. Luego, también hemos asistido a una visita a un hombre con evidentes síntomas del síndrome de Diógenes, donde el diálogo (también, se intuye, con muchas dosis de improvisación) ha degenerado en el surrealismo.

Sin embargo, ahora, cuando estamos cerca del final, Paradise: Faith y su guión demostraría que en la historia hay más progresión de lo que se podría suponer. La escena con la inmigrante se alarga, y un chiste alargado ya no produce con tanta facilidad la sonrisa. Los cambios de humor de la inmigrante, que la desprecia, la humilla, y, al segundo, se echa a llorar, o se abraza a Annamaria, son más bien dramáticos. Y la entereza de la protagonista, imposible de negar.

Paradise: Faith impide que el espectador se ponga “por encima” del personaje, por muy lejano que nos parezca. La burla es una forma de humor, y, recordando a cierto profesor mío de un taller literario, la literatura española sabe bien de ese reírse de los personajes. Se me ocurre aquella interpretación chocante pero razonada del escritor Andrés Ibáñez (lo siento; no hay link), donde hablaba de cómo nada menos que el mismísimo Quijote ya inauguraba esa tendencia en las letras españolas. Machaquemos a los personajes, enseñemos lo estúpido de sus querencias, de sus sueños, y riámonos de él. No con él.

Paradise: Faith no permite esto, o no todo el tiempo. Por cada ocasión en que nos tiente descartar a Anna Maria como ser incomprensible, sobre el que podemos juzgar, “desde arriba”, tenemos otra oportunidad en la que sea hace demasiado humana para que esto nos sirva. Su rostro sufre, y lo veremos, más de una vez, entre escenas y planos donde nos da la espalda, y otros en que ya no tanto.

No. Tranquilos. Seidl “no se vende a Hollywood” como dice aquí , y tampoco usa todo el tiempo la posible identificación emocional común al cine, digamos, convencional, o, si quieren, comercial. Es en la equidistancia donde reside el mayor valor del film: el guión y la dirección no nos deja ni juzgarla ni tampoco comprenderla.

¿Esto conlleva a la frialdad? Bueno, no hay una respuesta sencilla. Aquí es donde entraría la subjetividad de cada espectador.



Como ya decía, es improbable interpretar Paradise: Faith bajo el epígrafe de “denuncia del fanatismo” y esto se confirma con una sorpresa (casi podríamos hablar de un giro) que matiza bastante su posible intolerancia. Cuando regresa su esposo, que, tras un accidente ha quedado parapléjico, y que, tras un tiempo, ha retornado a casa.

Y su marido, Nabil, es musulmán.

La aparición (tal vez algo tardía) de Nabil tiene dos ventajas principales. Una, es que a la protagonista se le superponen matices que hace que se acreciente el interés por seguir la historia. ¿Cómo es posible que una fanática católica como ella se casara con un musulmán? ¿Cómo puede ser que, además, ahora acepte su regreso con la mayor naturalidad? La otra, es que, además, crea un conflicto que da nuevas energías al guión.

Nabil ha vuelto para que su vida marital sea completa. Sus presiones son progresivas. Anna Maria no cede. Los enfrentamientos empiezan en lo ridículo, y, ahí, de nuevo ese giro cómico. Así lo reseñaba Indiewire:

And yet as button-pushing as the film is, it also proved, to us at least, extremely funny. The set up – Catholic woman and her disabled Muslim husband living together! – could almost be a twisted sitcom pitch, and Seidl wrings plenty of laughs out of the escalating conflict between Annamaria and Nabil.

Es verdad. Nabil, irritado, se mueve por toda la casa con su silla de ruedas usando un bastón para tirar cada crucifijo y cada imagen religiosa. Anna Maria le echará agua bendita cuando duerme, para “purificarlo”.

Pero poco a poco, degenerará en lo dramático, siguiendo ese esquema que ya hemos visto que domina toda la cinta. Si antes hablábamos de que se expresaba en una escena, ahora se aplica a toda esta subtrama en su estructura. Y el clímax es cuando Nabil, ya harto, casi viola a Anna Maria. De nuevo, la comedia, entre incómoda y absurda, se ha vuelto violenta, dura.

Puede que, como se afirma aquí, sea refrescante que en pantalla veamos esta variación en la que no es el creyente musulmán el fanático incomprensible. En todo caso, tampoco estoy seguro de cuán importante sería el contraste de estas dos religiones. Cuando Nabil realiza sus rezos, la cámara también lo toma desde atrás. A Seidl le interesa menos, parece, la fe en sí que el efecto diario en la psique de una persona. Además, Nabil se irá mostrando como igual de intransigente en sus exigencias de sexo.

La última escena prueba que la fe de la protagonista se resquebraja, y, al minuto, se recompone. 

No. No tenemos idea de qué hacer de Anna Maria. No la comprendemos. Pero está ahí, presente, y somos testigos de todas sus disyuntivas. De sus excesos (con alguna escena que es la que probablemente ha escandalizado más, donde el amor de ella hacia Jesucristo se expresa físicamente) y de esa búsqueda, rara, de la felicidad a través de la fe.

Paradise: Faith no propone un mensaje claro, y eso, y menuda contradicción jugosa, pese a que su estilo no sea la sutilidad. Sí, es posible que esa reiteración, y lo extremo, se antoje innecesaria, pero merece mucho la pena como forma distinta de exponer un mundo que tampoco está tan lejos. 

domingo, noviembre 11, 2012

FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA 2012: REFLEXIONES


Finaliza la novena edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. El palmarés completo puede consultarse aquí.

No puedo juzgar el palmarés principal ya que no he visto todas las cintas participantes.  En su día envié mis datos desde la web del festival para ser inscrito como “profesional” pero nunca se pusieron en contacto conmigo. Por tanto, he asistido a los pases abiertos al público. Sin acceso a los pases de prensa, y sin que se me dé demasiado bien el don de la bilocación, sólo he podido ver algunas de las películas de la sección oficial, alguna de la sección donde se incluían las recomendaciones de la Academia de Cine Europeo, algunas de la sección Las nuevas olas, y alguna de las Special Screenings. Y me he quedado con ganas de haber explorado la sección Eurodoc, y, por supuesto, haber disfrutado del ciclo de Agnés Varda. Ya tuve ocasión de conocer algunos de sus documentales en la edición del 2004, y quedé fascinado. 



Esto provoca la primera de mis reflexiones: ¿dura el festival suficiente?

Sí, lo sé. No anda el hecho cultural como para que exijamos a las autoridades públicas y a los escasos y renuentes patrocinadores privados más dinero. Aun así, no olvidemos que este año se han superpuesto dos eventos, en parte. El fin de semana que comenzó el festival estaba en marcha el EBE2012. Habrá expertos en estos temas a quienes podemos preguntar, pero me extrañaría que el target de público de ambas citas sea tan diferenciado. Por tanto, para ediciones siguientes, sería necesario retrasar el festival unos días, y que se mantuviera contacto, desde el ayuntamiento, con los organizadores del EBE, para que se conozcan las fechas lo antes posible, y así establecer un calendario. No puede ser que haya pocos eventos culturales en Sevilla, y que, luego, en ciertos momentos, los que haya se “pisen”.

Otra cuestión que afecta a la duración es si debiera incluir uno o dos fines de semana. Este último sábado se notaba una mayor afluencia de público, y pienso que es una ocasión perdida que no se haya extendido hasta el domingo. También podría jugarse con la información del palmarés. Una vez que se informara del mismo, tal vez las películas ganadoras merecerían un pase más, para que, quien no la haya podido ver, se acerque al cine. Las decisiones de un jurado siempre generan polémica, pero, al tiempo, curiosidad. Quizá un espectador que no se interesara a priori por la sección Eurodoc, por ejemplo, optaría por conocer, cuando menos, cuál es la que un jurado ha decidido que es el mejor documental de la edición. Lo mismo, con cualquier otra sección secundaria.



Una sesión “extra” ya se añadió, con el caso de Amour (Michael Haneke, 2012). Me parece una buena idea que la organización tenga esa capacidad de reacción, a la vista de que una película tiene tan buena recepción. Para un próximo año, sin embargo, tal vez valga la pena exprimir los medios para que haya ese día extra, donde sea posible comprobar la lista de los ganadores.

Esto sucedido con Amour también ofrece lecturas productivas. Esta cinta, es un hecho, ya tiene distribución en España. Es decir, quien quisiera disfrutarla, sólo tenía que esperar su estreno nacional. Y lo mismo sucedía con algunas otras películas. ¿Por qué entonces, toda esa gente que quería verlas ya? Por una parte, estaría el tema económico. Los precios del Festival de Cine Europeo de Sevilla es probable que sean de los más bajos. Tres euros, si uno optaba por entradas individuales, pero con los abonos, la cosa salía por 2,5 (20 euros por 8 películas). Esto es menos de lo que cuesta la visión online de cualquier plataforma digital. Además, con los datos que confirmaran que la persona estaba desempleada, el abono se reducía hasta los 16 euros.  

Tal como está la situación de muchos (jóvenes y no tan jóvenes), era muy atractiva la posibilidad de ver Amour o Reality a esos precios, antes de que la distribuidora la proyecte en más salas, ya con los precios usuales, que alcanzan casi a triplicar la cantidad. Además, Sevilla no es Madrid o Barcelona: los estrenos en versión original, las películas que no sean de Estados Unidos, sólo tienen el cine Avenida.  Es posible que algunas de las obras mostradas se abran más al concepto “comercial”, y que, si se doblan, llegen a otros cines. Quizá suceda con A Royal Affaire o The Hunt. No muchas más.

Luego está la idea de “evento” que hace el acto de ir al cine una cita social más obligada. Leo por ahí que en Madrid ya está en marcha una iniciativa en la que un cine vende entradas para un film que permanece “oculto” hasta que se apagan las luces de la sala. No es mala cosa retornarle al cine esa característica perdida, cuando era parte habitual de las actividades de ocio de la gente. Mientras está en marcha el festival sumarse al debate, escribir tweets o posts, tiene un encanto diferente.


Aparte estaría el tema de cuál es el alcance que desea el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Ya hace nueve ediciones, y su aparición en los medios tradicionales es relativa. Tiene, claro, presencia en los periódicos o publicaciones locales, pero menos en los nacionales. En verdad, es comprensible. El festival se suple de cintas que han podido verse en los “grandes”, como Berlín, Venecia o Cannes, que se supone que los críticos y especialistas han cubierto con anterioridad. Pero ahí tenemos un matiz: “se supone”. Con Boyero con su (siendo amables) peculiar forma de asumir su profesión cuando es enviado a dichos festivales, y con otros periódicos dedicando cada vez menos dinero y personal a estos temas, tampoco es extraño que no se envíe a nadie a cubrir el de Sevilla... aunque tampoco hubieran mandado a nadie para esos otros festivales. En su lugar, tenemos las publicaciones pequeñas, como Fila Siete (que de todas maneras, también es local), o las que existen on-line, como la Revista Magnolia. Frikarte y Nosologeeks  también han tenido personas viendo películas, pero sin exhaustividad.  Sin duda la mejor cobertura del festival la ha realizado (y ya son varios años) el Diario de Sevilla, que, en esto de la norma de los periódicos y cómo abordan la crítica de cine, son una excepción. Tampoco es que el truco sea tan difícil: se trata de que confían esto a personas con probados conocimientos sobre cine. La revista Magnolia también ha hecho un seguimiento serio.  Si se me escapa algún otro medio, pueden corregirme en los comentarios.

¿Es esto poco, mucho? Tal vez la respuesta dependa de esperar a que ese universo de las webs o las revistas on-line ganen relevancia, crezcan, tengan ingresos, y, por lo tanto, sean más profesionales. Hasta que suceda esto, los que participan en estas incipientes publicaciones no podrán enviar, desde Madrid, desde Barcelona, a nadie, con los gastos pagados a Sevilla y al Festival. Si los críticos/analistas lo son como trabajo secundario, una semana laborable impide que el seguimiento sea completo.

Otro aspecto relacionado en esto del "impacto" es si las películas ganadoras en el festival tienen facilitado su camino posterior a la hora de llegar al resto del país. En anteriores años, algunos de estos premios han ido para la distribuidora española. Puede que la información, a día de hoy, no esté aún completada, en la web del festival, porque no me queda claro si este importe ha sido eliminado. Según esta otra página, no. 

En un mundo ideal, los premios deberían también otorgarle dinero al director y a la productora, pero, siendo menos ambiciosos, al menos una ayuda a la distribuidora parece lo mínimo. Ahora bien, también habría que tomar en cuenta qué películas, de cada sección, ya tienen distribuidora y cuáles no. En el segundo caso, el dinero sería aún más obligatorio. De este modo, con ese importe (25.000 euros se daba otros años, tampoco hablamos de grandes cantidades) una película sin distribución podría atraer el interés de distribuidoras españolas que aún no se haya decidido. Esto aseguraría ese otro tipo de impacto, porque una ganadora, de cualquier premio del festival, que luego no tenga recorrido, tiene poco sentido. 

Repasando las películas principales de esta edición, veamos cuáles tienen distribución:

Giraldillo de Oro: Eat Sleep Die (Gabriela Pilcher, 2012) Sin distribución española. Si se confirma que se sigue dando el premio en metálico para la distribuidora española que se interese, el sentido de estos premios y el festival se probaría. 

Giraldillo de Plata: Boy eating the bird´s food (Ektoras Lygizos, 2012). Sin distribución española. Si este segundo premio también incluye dinero para el director y/o la productora sería aún mejor. Lygizos comentó que el film lo realizaron con lo justo, y casi por su cuenta y riesgo. Un galardón que premie una apuesta de forma económica  también puede ser un posible objetivo a tenerse en cuenta. 

Premio especial del Jurado: Reality (Matteo Garrone, 2012). Según parece, no tiene recompensa monetaria. Pero esta cinta ya tenia distribuidora española. De hecho, se ha estrenado este fin de semana del 10-11 de Noviembre por Wanda Films.  No puedo saber con seguridad si la coincidencia de fechas es intencionada. Si una distribuidora ya estima que preestrenar en el festival, creyendo en que el mismo relanza su estreno, es buena noticia.

Giraldillo sección Eurodoc: Ex-aequo para Leviathan (Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel, 2012) y Mapa (León Simiani, 2012). En esta sección, la ayuda económica se antoja aún más fundamental: no es el documental un formato con facilidades para que llegue al público. No encuentro información que especifique si este año ha tenido o no recompensa de esta clase. Mapa ya tiene distribuidora española: Avalon. 

Premio Eurimages a la mejor coproducción europea: Ex-aequo para Sister (Ursula Meier, 2012) y Paradise: Faith (Ulrich Seidi, 2012). Supongo que de haber premio en dinero, el origen no sería el festival en sí, sino el programa Euroimages. En todo caso, Paradise: Faith ya tiene distribuidora española: Golem (aunque su web por ahora no informa de para cuándo será su estreno). En cambio, no la tiene Sister. Puede que el premio haga que alguna se anime.

Giraldillo Junior: El corazón del roble (Ricardo Ramón y Ángel Izquierdo, 2012). Lo mismo. No encuentro datos sobre si el premio incluye dinero para la distribuidora. Por cierto, que esta sección puede que tenga menos aprecio por la crítica oficial, pero puede tener mucho futuro. La animación europeo debería apoyarse entre sí.


El corazón del roble. Su distribuidora es Barton Film, y me temo que, sin algún tipo de empuje, su recorrido va a ser muy limitado. Ojalá me equivoque. 
Puede que el objetivo más inmediato, y realista, sea uno más relacionado con el simple hecho cultural. Sevilla no está precisamente a la vanguardia en ninguna de las artes, y un festival que traiga películas que, como decíamos, es improbable que lleguen (o que duren poco, dependiendo sólo del cine Avenida), ya tiene su relevancia. Si nos decidimos, pues, por ese valor de acercamiento a un cine poco o nada conocido y unos estilos y autores más o menos innovadores, entonces se antoja más necesario reflexionar sobre el número de películas, de secciones y de días.

En esto influye, a su vez, los cines elegidos para el desarrollo del festival. Puede que la mudanza al centro (y de eso habla aquí) tenga cierta justificación, por aquello de que el festival busque su “público natural”. En todo caso, esto sería debatible ya que no veo tan claro que ese público habite en el centro, y ese dato es clave si nos referimos a que la mayor parte del festival es en días laborables. Es decir, quizá la gente que vaya a la Alameda sea más afín a este tipo de cine, pero lo harán en fin de semana.  Lo cierto es que durante 8 años la cita en el Nervión Plaza ha funcionado bastante bien. Puede que la mudanza también haya tenido que ver con la obsesión de este ayuntamiento (aunque en realidad, de todos los que pasan por allí, sean del PP o del PSOE) por contentar a los comerciantes del centro. Quién sabe. También puede haber influido que se haya usado el hotel NH Plaza de Armas, cercano a dos de las sedes.

Sea como fuera, yo encontraba una ventaja que tantas salas con cintas del festival estuvieran unificadas. Te ahorraba tiempo. Salías de una sesión, y podías ir a la siguiente, sin tantas prisas. En esta ocasión, aunque las distancias no eran tampoco lejanas, sí que, dependiendo de dónde tenías la próxima película, tenías apenas tiempo para caminar hacia allí. A veces, impidiendo una cena, unas tapas, en algún bar, si la sesión era ya la última. Además, si la memoria no me traiciona, el Nervión Plaza ofrecía más sesiones matinales, algo, por cierto, que se ha echado en falta en esta edición, y eso que ha incluido dos sábados y un domingo.

Como no podemos saber si la vuelta a aquel cine es posible, o si esta mudanza depende de todos esos factores (políticos o de infraestructura), entonces insisto en que se contemple la posibilidad de más días. O más sesiones, en los cines del centro: ¿es obligatorio que se empiece a las cinco de la tarde? Una sesión a las cuatro adelantaría el final de la jornada y tal vez hasta cupiera alguna cinta más, por la noche.

Una última sugerencia va simplemente a persistir en algo ya hecho: los encuentros con los directores. No hay nada mejor para quitarle el aura, mezcla de papatanismo y lejanía, del cine de autor que un público variado que tenga la oportunidad de preguntarle al autor de forma directa. Son personas a las que de veras les preocupa también las inquietudes, dudas y problemas que sus películas generan en los espectadores. Puede que sea exigirle demasiado a estos directores que estén en todas y cada una de las sesiones, aunque que se aumenten un tanto, sin llegar al extremo, sería de agradecer.   

Todo lo reseñado no hace que el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2012 no haya sido un paso más a un acontecimiento con cada vez más seguidores en la ciudad. De momento, y con la coyuntura que tenemos, es bastante. 

VISIONES TWITERAS DEL FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA


Ahora que el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2012 finaliza, y se conoce el palmarés, encuentro una experiencia interesante revisar las impresiones y/o opiniones (que cada uno tache según considere) de los que han estado acudiendo al festival, y que las han reflejado en el Twitter. No es, claro, una lista exhaustiva; si la quieren completa, sólo tienen que poner el hashtag #SEFF2012 que es el que yo he explorado. Creo que muestra bastante bien la diversidad de miradas, y cómo incluso algunas películas la cuestión de mueve de un extremo al otro. 























































Visto, esto, y algo más, se diría que los films que más han producido opiniones encontradas han sido The Hunt (Thomas Vinterberg), Leones (Jazmín Gómez, 2012), y Recoleto arriba y abajo (Pablo Llorca, 2012). Una coincidencia estaría en Amour, de Michael Haneke.

Si se animan, puede comentar y desarrollar, más allá de los 140 caracteres, su postura frente a las películas de esta IX edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. 

Para mis reflexiones personales, en el próximo post.