Uncle Flower’s Homecoming Waltz Marissa K. Lingen Tor Febrero 2012
Zally es una adolescente que tiene “sueños
del siglo”. Mientras una guerra se lleva a muchos hombres, a un frente lejano,
aquí, este tipo de sueños, propios más de los adultos (y consecuencia de alguna
alteración de los humanos, en este futuro), proporcionan información y
facilitan la vida de los civiles. Pero el tío de Zally está de vuelta para
preguntarle si de veras desea esa vida para ella.
Este relato uno de esos comienzos de los
que se recomiendan en cierto tipo de talleres literarios. Es hábil, promete, engancha. El problema es que resulta una especie de añadido astuto que no
parece desprenderse de la historia en sí.
De hecho, es una promesa falsa, en tanto
que Uncle Flower’s Homecoming Waltz no cuenta
demasiado, y lo que cuenta, tengo mis dudas de que lo cuente bien, ni con el
protagonista adecuado.
Ilustración para el relato, en Tor.com; la autora es Julie Dillon.
Siendo ya el tercer relato que leo, en esta
tanda, que usa un narrador/personaje, que, además, es un niño, me inclino por
una conclusión: muchos autores no consideran del todo todas las implicaciones
de este recurso antes de ponerse a usarlo. Por una parte, es muy difícil crear
un personaje (y más si es un niño) con una personalidad lo suficientemente
compleja o interesante como para que sus posibles disquisiciones añadan al
texto algo más que un estilo sencillo. Pero, claro, ahí puede estar la clave: a
priori, estos relatos son “más sencillos de escribir”. Lo cual, en realidad, no creo que sea cierto. Al menos, no son sencillos de escribir... bien.
Que la sencillez no expulsa lo literario
(ni lo interesante) ya lo probaba When The Mountain Comes, de An Owomoyela.
Aquí, por desgracia, no estamos en las mismas coordenadas. Zally tiene, claro,
cierto encanto, pero quizá basado en una imagen de una chica de su edad un
tanto estereotipada. También es verdad que su ingenuidad conviene a esa espera,
esperanzada, del regreso del tío Flower.
We waited for one breath, two. Then I
couldn’t bear it anymore; I flung myself down the steps shrieking his name like
a baby of three. I would have been embarrassed if I’d stopped to think of it,
but Uncle Flower grinned, all the weariness vanishing from his face, and swept
me up in a hug.
Pero el hecho es que ni siquiera el
contexto de ciencia ficción, esos sueños que tiene, se percibe que le afecten;
que la individualicen. Y aquí podríamos preguntarnos, de nuevo, si la opción
del narrador en primera persona era la adecuada, si Zally tiene un conocimiento
limitado de qué significa que ella tenga esos sueños que son más propios de los adultos. De hecho, ni siquiera llegamos a asistir a ninguno de ellos por completo.
Más adelante, vamos entendiendo (pero
no del todo, en mi caso, al menos) todo eso de los sueños, aunque, para
entonces, es probable que muchos nos hayamos sentido perdidos. Por tanto, yo diría que hay un problema con la dosificación de la información.
Al final del relato, toda la información se
presenta, aunque también se diría que se acumula. Igual que el propio
conflicto. Hasta ahora, ha estado ausente. El conflicto final al que se enfrenta
Zally, sí, es una decisión, que
hace que gane fuerza como personaje.
Pero puede que esa evolución sea demasiado
precipitada, y durante el relato no hemos notado ninguna pista de que la niña
se convertiría, con tal facilidad, en una adulta.
De Uncle Flower’s Homecoming Waltz me quedo
con ese contexto que querría que se explorara mejor en otros relatos. Quién usa
esos sueños, para qué, y cómo. Y, quizá, con ese vals que da título al relato, como escena.
Lois Tilton, en su reseña para Locus, también parece que encontró el relato confuso en cuanto a lo que se expone de su contexto.
Lois Tilton, en su reseña para Locus, también parece que encontró el relato confuso en cuanto a lo que se expone de su contexto.
Uncle Flower’s Homecoming Waltz fue
incluido en The Year’s Best Science Fiction and Fantasy, la antología de Rich Horton.
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