The Gravedigger of Konstan Spring Genevieve Valentine Lightspeed Febrero 2012
La gente de Konstan Spring decide que les
vendría bien tener un enterrador, y así llega John. El problema es que el agua de
este pueblo es especial, hasta el punto de que nadie muere. Nunca. Todo un
problema para un profesional, casi un artista, en el cavado de tumbas. Para que
el recién llegado no se sienta inútil los del pueblo idean estrategias para que
John se sienta parte de la nueva comunidad. Por supuesto, no funcionarán.
El detalle del agua milagrosa aporta más
peso al componente fantástico, aunque algún detalle del relato indicaría la
posibilidad de una línea temporal alternativa (se habla de la “Segunda Guerra Inglesa”). En todo caso, Konstan Spring tiene todos los detalles de
ambientación de una población del Far West. Una mezcla curiosa, cuando menos.
Genevieve Valentine adopta otro estilo (y otras ambiciones) en The Gravedigger
of Konstan Spring que otros relatos que he podido leer de ella. Lo mejor es ese
tono que despliega los hechos con sencillez, pero con cierta mala idea, y un
humor peculiar.
There was no denying John was an artist.
The priest thanked John for the grave even before he asked God to commend
Samuel’s soul.
Esa naturalidad contrasta bien con ese
elemento central “fantástico”, que lo vuelve algo tan “normal” como las propias
gentes del pueblo lo asumen. En otros momentos, el contraste es mayor, y hasta
chocante, incidiendo en ese humor extraño. Cuando por fin hay un enterramiento, la señorita Domar comenta,
crítica, al margen del sentimiento general de alegría (porque John pruebe al
fin su maestría en su tarea), que el trabajo de John no servirá de nada. Efectivamente.
Two days later, Samuel Ness wriggled his
way out of the shallow grave and came home to his farm and his orchard.
“I knew it!, muttered Mrs Domar as soon as
she saw him coming.
Lo relevante cae del lado del narrador,
pues, y cómo observa
desde fuera a los personajes, y los deja sin que podamos penetrar en sus psiques, y sus motivaciones no sean del todo claras. Por ejemplo, John asimila el hecho de esta
resucitación más como un desafío (como si no hubiera cavado lo suficientemente
bien la tumba) que como algo que debiera extrañarle o preocuparle. Y con la
misma distancia concluye que ya habrá otros muertos que enterrar, cuando acudan
viajeros. La misma frialdad, de ese tono, que encaja bien con todo ese
sentimiento general del pueblo, tan pragmático como para asesinar gente que
pase por allí, bien sea por conservar el secreto del agua, bien, después, para
que John no se sienta minusvalorado al no tener ocasiones de probar su arte
como enterrador.
Por otro lado, la historia y el contexto
que cuenta no tiene excesivas complicaciones, de forma que este estilo y el
tono tienen más posibilidades de exponer los hechos en ese modo característico, eso sí, sumando algún que otro dato (alguno relevante) nuevo.
A nivel personal (a nivel de aprendizaje,
que cualquier relato ayuda) he encontrado interesante cómo una acción y una
imagen transmite más sobre el personaje de John (su obsesión con su labor) que
si el narrador nos hubiera dado acceso a sus pensamientos.
[John was] sharpening the edge of his
shovel on a boulder that sat beside a wide grave, sharp-edged and deep as a
well. John looked as quiet as calm as ever […]
*No need for all this, John”, Folkvarder
Gray said. “It’ll be weeks yet before the thaw opens the road, and no knowing
when the next one will come.” […]
“It´s just for practice,” said John, turned
the shovel on its edge, slid a slender finger along it until he began to
bleed.” (El subrayado es mío, claro)
Muy al modo de un guión, por cierto. Y una imagen que sirve de anticipación de lo que estará por venir.
El problema de The Gravedigger of Konstan
Spring es que una segunda lectura plantea al
menos una pregunta en cuanto a lógica y verosimilitud. Si todos conocen el
poder del agua, ¿para qué contratar a un enterrador? ¿No hubieran anticipado
que éste bien sospecharía, bien encontraría su tarea bastante inútil? ¿Por qué, para qué arriesgarse?
Este relato fue uno de los recomendados por
Lois Tilton, en Locus. Además, fue incluido en The Year’s Best Science Fiction and Fantasy, la antología de
Rich Horton.
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