“Señor, la cifra de suicidios aumentó tanto en los cinco años que siguieron a la Exposición Universal de 1889 que se reveló urgente tomar medidas. Se mataban en las calles, en las fiestas, en los restaurantes, en el teatro, en los vagones, en las recepciones del presidente de la República, en todas partes.
No sólo era un desagradable espectáculo para aquellos que, como a mí, les gusta vivir bien, sino también un mal ejemplo para los niños. Entonces hubo que centralizar los suicidios.
- ¿De dónde venía esa recrudescencia?
- No lo sé. En el fondo creo que el mundo envejece. Se empieza a ver claro, y nadie se resigna. En la actualidad ocurre con el destino como con el gobierno; se sabe lo que es; se constata que el timo está en todas partes, y uno se marcha. Cuando se ha reconocido que la Providencia miente, hace trampas, roba, engaña a los humanos como un simple diputado a sus electores, uno se enfada, y como no se puede nombrar otra cada tres meses, como hacemos con nuestros representante concusionarios, abandonamos el lugar, que es decididamente malo.”
La dormilona (L´Endormeuse) Guy de Maupassant, 1889. De la colección La máscara y otros cuentos fantásticos, Guy de Maupassant. Traducción de Mauro Armiño.
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