Tiene diversos nombres, en inglés y en castellano. En guión, sembrado, o, según oigo a la gente de la industria aquí en España, también se usa "plantado". Pero no nos creamos que esto lo inventó Syd Field o Linda Seger. El "foreshadowing" o anticipación proviene de la ficción literaria. Ya lo teorizaba Anton Chéjov, que es de esos tipos que fue creando teoría narrativa mediante un método muy respetable: escribiendo. Mediante prueba y error.
Le llaman "la pistola de Chéjov", de hecho, y se define por una sencilla regla: todo lo que aparece en una ficción debe tener utilidad. Él, claro, se refería más a los relatos. Pero por algo se ha estado aplicando a los guiones de cine desde hace tiempo. Al cabo, yo diría que la novela tiene su comparable audiovisual en las series. Y que el cine, por duración, por necesidad de síntesis, se equipararía más al relato literario. A ése, quizás, más cerca de la novela corta o de la novella, que es por otra parte, el que abundaba en aquel siglo XIX donde habitara Chéjov.
Los libros sobre guión recomiendan lo mismo que Chejov, con algún matiz: la regla del número mágico. El número tres. Igual que se puede aplicar a un "running gag", se aplica a cualquier elemento de la trama que tenga relevancia, o la vaya a tener. Inclúyelo tres veces.
El problema es que, como norma, ya es algo tan sabido (aunque sea a niveles no conscientes) por parte del espectador que puede generar lo que un guionista siempre teme: previsibilidad. Que nuestra audiencia sepa antes de tiempo qué va a suceder.
Insidious 2 (James Wan, 2013) se las ingenia para introducir un objeto que será fundamental mediante un uso de este recurso del sembrado que lucha contra ello; contra que le veamos "el truco" y preveamos en exceso.
Se trata de un armatoste de esos que se fabrican para los niños, o que ellos mismos construyen. Dos latas, y un cordel que las une. Un método para jugar a comunicarse.
En su primera aparición, lo hace tal cual: como algo que utilizan los hijos del matrimonio protagonista.
Visto así, y teniendo en cuenta que estamos en el Primer Acto, encaja bien en la presentación de esa cotidianidad muy propia de la calma antes de la tempestad; antes del Primer Punto de Giro. Con suerte, el espectador estará atento a otros detalles de la trama, o de los personajes. Por ejemplo, en relación a esto último, cómo asume el niño todo lo vivido en la primera parte de esta historia (Insidious, James Wan, 2010).
El guionista, Leigh Whannell, incluye las latas y el hilo en una segunda ocasión, ya en el Segundo Acto. Esta vez, el objeto tiene una utilización muy diferente. Ahora, forma parte del elemento de terror. El niño protagonista escucha que le llaman a través de su extremo del cachivache.
El guión vuelca un objeto ordinario en fuente de miedo. El cordel lleva a un armario. Wan, el director, no siempre se controla en ello, pero si algo se agradece de sus películas es cuando opera con lo que no se ve, como método de originar inquietud. En lo que se imagina. Y aquí, el guión se lo facilita.
Pero todavía hay un uso más, distinto, del juguete de las dos latas unidas por un hilo. En el Tercer Acto. Nada menos que en el clímax.
Insidious, que tiene asegurada tercera parte, ya ha levantado un universo particular, en el que existe ese otro lado, que, huyendo quizá de terminologías religiosas, no acaban de nombrar como lo que todos entendemos: purgatorio. Y allí que se encuentran varios personajes, hacia el final de la historia.
El problema es cómo van a salir, una vez han resuelto, han vencido al oponente. Y entonces, el niño tiene una idea. Él tiene esa capacidad de trasladarse a ese otro lado. Pero no va solo. Se lleva su juguete.
Como si fuera un rastro de migas de pan (no hay nada inventado del todo), en este cuento el regreso al hogar y la salvación pasa por que sigan la voz de la madre, en el lado de "la realidad", y que suena a través de ese otro extremo del hilo.
Uno sólo puede teorizar, porque ignoramos los detalles. Pero podríamos sospechar que, en el proceso de escritura del guión, quizá la idea del hilo y la lata surgió primero. Como respuesta del guionista a "¿cómo demonios saco a estos personajes de un sitio del que antes no han podido?". Y que ello tenga coherencia, lógica. El padre de Dalton se ha llevado el 80% de la película encerrado allí, por lo que ahora no tendría sentido que saliera como si nada. Debe suceder algo nuevo.
Y ahí que el guionista diera con esta idea: la voz como guía de regreso. Luego, siguiendo la norma, buscaría los otros dos momentos en que "sembrar" este objeto.
Insidious 2 es un tanto más tramposa (la música, enfatizando demasiado) que Expediente Warren (The Conjuring, 2013). Pero, a diferencia de aquélla, sí que es cierto que visualmente sigue aprovechando aquellas propuestas de su primera parte. Tampoco es, del todo, original, porque ese otro lado remite al Lucio Fulci de El más allá (E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981). Pese a todo, y con el nivel medio del género de terror que existe, al menos aporta más de una idea, y una atmósfera lograda.
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