Como muchas otras series, Hannibal (NBC, 2013-) sigue la pauta de entremezclar una trama principal fuerte, con las sucesivas tramas episódicas. Los guionistas intentan que cada trama episódica se relacione en lo posible con la evolución de los personajes principales involucrados en esa trama principal.
Toda esta construcción, claro, permite sus consecuentes variaciones a partir de este punto de partida. Es un recurso como otro cualquiera, y, por tanto, en el guión puede convertirse en una norma más, un automatismo, y hasta un cliché. O puede hacerse de forma interesante, intentando alejarse de las soluciones fáciles.
Por ejemplo, en el episodio 01x05 (Coquilles) la trama episódica con lo que se relaciona es nada menos que hasta con dos subtramas a la vez. La primera, la que implica al protagonista, Will Graham. La segunda la que implica a Jack Crawford, el superior del FBI que "dispara" toda la historia de Hannibal, en cuanto a que "atrae" a Will a colaborar como consultor.
Pero los guionistas también saben que Crawford demanda su propia vida, como personaje. Y en este capítulo, su subtrama no se relaciona con aspectos criminales o de investigación. Se relaciona con su esposa.
Y en la siguiente escena, encuentro una manera bastante delicada de evitar el dramatismo, y, al tiempo, de definir bien quién es Crawford en este aspecto de su vida. No la reproduzco al completo, así que recomiendo que la vean y la disfruten en su totalidad si tienen la ocasión.
Además del detalle, nada casual, de realización, de que tengamos la oportunidad de ver las reacciones del actor que interpreta a Crawford (Lawrence Fishburne), el diálogo anticipa lo que, a su vez, anticipa una anterior escena de esta subtrama. Crawford sospecha que algo sucede con su mujer. Por tanto, con un comienzo tan relativamente directo (o, si se quiere, con un primer giro de la escena tan raudo), uno puede creer o esperar que es el momento. Se avecina "la conversación".
Intuimos que tal vez Crawford se ha cansado de evitar la confrontación. Nosotros, por otras escenas, sabemos lo que Crawford no: su esposa está enferma de cáncer. Así que, en este caso, la dosificación de la información del guión juega con nuestras expectativas. Y en ese juego entra nuestra implicación emocional.
Si lo esperamos, en cierto modo es lo que deseamos. O que lo tememos. Suponemos que ésta será una de esas escenas dramáticas: palabras "graves", quizá algún grito, quizá hasta lágrimas.
Pero no.
Crawford no es ese hombre. Es el hombre que lo intenta, porque le preocupa su mujer. Porque la quiere. Lo intenta pero no lo fuerza. Le hemos visto dolido. Y podría parapetarse ahí, en ese dolor. Podría gritar, confrontarla hasta el final, presionarla. O podría callar, meterse en la cama, apagar la luz, quedar en silencio.
No hace nada de eso. Él lo asume. Y hasta le echa humor.
Y aquí, una pausa. Y un gesto más serio. Crawford trabaja en casos de asesinos en serie. Es un experto en perfiles psicológicos. Es, por tanto, alguien capaz de tantear sin ser directo. Afirmando que no va a preguntar si su esposa tiene un amante, lo trata de averiguar por las reacciones de ella.
Es suficiente para Crawford. De momento. Así, que, de vuelta al buen humor. Y a la paciencia.
Quizá si el guión de esta escena, o del capítulo entero, cayera en nuestras manos por escrito, sería diferente. Si lo viéramos con ojos de lector de guiones, o como guionistas incluso, puede que entendiéramos que era improbable que un segundo momento de esta subtrama tuviera un momento tan álgido. Que, como de hecho sucede, el clímax y el cierre han de suceder más adelante. Cuando al fin Crawford averigua la verdad.
Pero mientras asistimos a una ficción, si el guión y la dirección hacen bien su trabajo, uno es capaz de dejarse llevar. Y entramos en ese juego de expectativas que es tan relevante en la ficción audiovisual.
Por cierto que el cómo y el cuándo descubre Crawford lo de su enfermedad de su esposa sucede de otra manera muy bien pensada por la guionista. Pero eso queda para otro post.
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