lunes, septiembre 09, 2013

ZERO DARK THIRTY, THE DARK KNIGHT RISES: MENSAJES NO TAN CLAROS


Este verano, en uno de esos momentos en que la gente que hacíamos el Máster Mega Plus pudimos relajarnos, hablábamos, por fin, de cine. No de planes de financiación, posibles tax credits, o estimaciones de ventas internacionales. Sólo de películas. Era durante una cena, y, como el grupo era grande, como suele suceder en estos casos, las conversaciones se iban compartimentando en torno a grupos. En una de ellas, dos personas debatían apasionadamente acerca de si Zero Dark Thirty era una apología de la tortura y una deshumanización de los musulmanes, o si lo que pretendía Kathryn Bigelow era justo lo contrario.

Es algo sobre lo que se ha debatido bastante en los medios, también online. Desde The Guardian se le acusó de defender la tortura y la propia directora tuvo que realizar una especie de carta de intenciones clarificadora sobre cómo lo que pretendía decir con su película era justo lo contrario. Esto es relevante. No, lo que pretendía “contar”, sino lo que pretendía “decir” a través de esa historia. O sea, a vueltas con el espinoso asunto del “mensaje”.



David Muñoz ha escrito bastantes posts acerca de esto, en bloguionistas. Lo más recientes, en torno a Man of Steel, y lo que su historia estaría transmitiendo. Lo que yo me pregunto es si de veras los directores son conscientes de esos mensajes. Si de veras hay ahí un componente, digamos, de propaganda. Porque, ya lo hemos dicho aquí otras veces: es eso lo que sucede cuando las historias se desvían demasiado al asentar un mensaje.

Quizá, érase una vez, hubo un lenguaje cinematográfico estipulado y claro. Hollywood lo iba usando desde principios del siglo XX de manera quizá menos consciente, y luego vendrían los europeos, sobre todo aquellos locos franceses de los 60, y le metieron la lupa, y descubrieron que vaya, un plano de cierto tamaño transmitía mejor ciertas emociones, un tipo de montaje causaba un efecto particular en el espectador, la música creaba una atmósfera…

Pero, quizá, eso fuera érase una vez. Igual que ciertamente parece obvio que existen unas normas para crear una historia, una narrativa, he aquí que se siguen escribiendo libros (y no todos al calor de convertirse en el nuevo Syd Field) que enfatizan que tampoco: que en verdad la narrativa no es de una determinada (y estricta) manera.

Curiosa, y contradictoriamente, los que abogan por bombardear los cimientos de la que consideran narrativa convencional son los mismos que, cuando se colocan del lado del análisis y la crítica cinematográfica, insisten en que sí que existe un lenguaje cinematográfico, igual de estricto, que posibilita que tanto un crítico como un espectador sepa si una película es buena o mala de manera objetiva. Y si, como el caso que nos ocupaba, Zero Dark Thirty “dice” una cosa u la otra.

Yo no lo sé. En cuanto a guión, el final del arco del personaje, ella, sola, subiéndose a ese avión, dándose cuenta de que su única "misión" en su vida (que ya vimos que sólo se reduce a ello) ha acabado, y cómo Bigelow lo muestra, y el guionista lo escribe, podríamos interpretarlo como que se da cuenta de que ha perdido, por el camino, parte de su alma. Pero todo es interpretable, ¿no?

Nunca he abogado por la subjetividad absoluta, porque, al menos en estos tiempos, eso es darle pábulo a cierta vagancia. Ésa que hace que nazcan blogs y weblogs donde lo que vale es la opinión personal, pero no argumentada, en torno a películas o series, y que va tan de la mano de esos “Me gusta” del Facebook. Al mismo tiempo, me divierte, casi celebro con una sonrisa, que cuando menos los críticos de cine más ortodoxos parezcan no haber oído de cómo la modernidad murió hace mucho. De cómo la opinión “objetiva” e  “incuestionable” del analista de cine es, no ya imposible, sino inútil.

Quizá un escritor tenga mayor control de qué dice y cómo lo dice en una novela, una poesía, un ensayo, una obra de teatro. Sin embargo, y pese a que desde luego el cine es un medio donde demasiadas intervenciones complican que la obra sea tan “pura”, tampoco estoy seguro. Para que el espectador o el lector descodificara de modo literal lo que un autor pretende transmitir el lenguaje tendría que ser, por supuesto, universal y conocido por ambas partes. Pero la asignatura de cine no se da en las escuelas, y me pregunto si en las propias escuelas de cine el lenguaje "ortodoxo" del cine tiene ya hueco. Por otro lado, cada director habrá asimilado esas “normas”, ese lenguaje, de una forma personal. Igual que en los talleres literarios es muy probable que un escritor asistente se rebele, y cuando le digan que un relato tiene que ser como los hacía Raymond Carver o Chejov, dicho alumno quizá vaya y encuentre que lo que le place es escribirlos como hacía Borges o Cortázar.

Por tanto, cuando un director realice su película estará usando las normas, sin duda, pero de una forma personal. Con un código que puede o no ser comprendido en toda su extensión por el espectador.

Queda la pregunta de que si las intenciones (políticas, morales) de un director no quedan claras, tal vez es que sea un mal director de cine. Pero tampoco encuentro tan obvio que un análisis, ni siquiera esos más extensos que usa la revista Cuadernos del Caimán, tenga ocasión de ir plano por plano para probar el argumento, por ejemplo, de que Bigelow deshumaniza a los terroristas o justifica la tortura. Este sería el camino racional y analítico hasta el extremo, pero, por otra parte, es la caja de Pandora que se abre cuando se debate usando el argumento de que una opinión es demostrable hasta las últimas consecuencias. Por otra parte, Bigelow, como le sucede a cualquier artista contemporáneo, a cualquier escritor, no puede tomar de la mano a cada receptor de su obra, sentarse a su lado e irle explicando “mira, esta escena está montada así, escrita así, este cuadro tiene estos colores, porque lo que yo quería transmitir era…”

Ustedes dirán. Yo lo que creo es que “decir” un mensaje en cine es bastante complejo, y que, tal vez por ello, a lo que se tiende es a usar el martillo pilón que llegue a nuestras conciencias, y no la sugerencia. Botón de muestra: la mayoría del cine social español de los últimos años.



Otro ejemplo. El caballero oscuro: la leyenda renace (The Dark Knight Rises). Nolan, como siempre, quiere contar demasiadas cosas, y, de paso (y porque se considera “autor”) “decir” cosas importantes. Lo que no sé es lo que quiere decir. Lo quiera o no, en el momento en que el pueblo de Gotham desaparece de la ecuación, y no sale apenas en imagen, el efecto que tiene el discurso y la postura del dictador populista en que se convierte Bane cuando toma la ciudad es ambiguo. Transplantar la Revolución Francesa (los planos de esos juicios sumarísimos que preside El Espantapájaros remiten a ello) a la historia indica bien esa ambición de Nolan, pero el mensaje se diluye. Vemos cómo los ricos son asaltados, asesinados, y llega la anarquía. Pero no queda claro quién la ejerce. ¿Son los sicarios de Bane, esos desheredados que vivían en los subterráneos? ¿Son los delincuentes que libera de la cárcel? ¿O es ese ciudadano de a pie, ese guiño a movimientos como el 15 M o Occupy Wall Street, el que se arrebata hacia la violencia? Y si Nolan asimila los tres grupos... ¿no está simplificando el conflicto (político y social)?


No está claro. Y como no está claro, el mensaje tal vez, no sé si pese al propio Nolan, es bien otro. Este caballero oscuro no es (hasta donde alcanza mi memoria) en absoluto aquel del cómic de Frank Miller, el cual justamente formaba y comandaba a los desheredados para convertirlos en sus herederos. El de Nolan, de hecho, se pone al frente de la policía en ese enfrentamiento final. Pero Nolan, o no se moja, o no le importa, o no puede hacer un montaje “total” de su película (a lo mejor hubiera necesitado tres horas), porque seguimos sin saber si contra quien va Batman es contra el criminal liberado de la cárcel que tiene, por supuesto, intenciones abyectas… o si a Bane se le han unido ciudadanos hasta las narices de la corrupción.



Así, ¿cuál es el mensaje de The Dark Knight Rises? ¿Cuidado con este desencanto que vivimos en las sociedades occidentales con la política porque puede llegar un Bane, un dictador populista, y engañarnos? Pero, con toda esa dedicación (excesiva, como suele ser en sus guiones) a tantos secundarios, ¿cómo es que no le da voz y cuerpo a uno de esos ciudadanos que asiste a cómo Bane no es nada sutil en su discurso, y lo puebla de violencia y asesinato, en el partido de fútbol americano? ¿Todo el pueblo de Gotham se asimila a esa caterva de delincuentes liberados de la cárcel? ¿Todos están de acuerdo con ese asalto anárquico a las casas de los poderosos? Quizá hubiera estado bien haber utilizado al personaje de Selina, ya que ella ciertamente pertenece a ese mundo de expulsados de la sociedad “de bien”, y su postura, su posicionamiento, hubiera otorgado algún que otro matiz.

Pero qué sé yo.


Lo que todo esto me hace reflexionar es que no. No es fácil “decir” algo a través de una historia, y no es fácil que ello llegue al espectador, en cuanto a cine se refiere, de una manera unívoca. 

Y luego dirán que no, que las historias, cómo se cuentan, cómo se escriben, no tiene importancia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blogger está graciosillo, así que ten paciencia con lo de los comentarios. En todo caso, gracias.