Los que me sigan
saben de sobra mi predilección por The Killing, de la cadena AMC. Con todos sus
defectos, y sin que pretenda yo que esta adaptación estadounidense mejore en
absoluto la original danesa (por este post de La solución elegante, intuyo que
es probablemente mejor). Quizá la defienda porque se la ha bombardeado de manera
injusta con seguir las pautas del whodunnit, como si, pongamos, The Walking
Dead, no jugara igual con los lugares comunes del subgénero de zombies para
calmar a los fans más freakis.
No. No es perfecta,
y el whodunnit lo tiene bastante crudo, porque, como mecanismo narrativo, es
una ayuda y, a la vez, un fastidio que al espectador se le lancen estos
anzuelos de quién es el asesino, cuando, como todos deberíamos asumir, esta
serie (la mayoría de las series) no va de eso, sino de sus personajes. Vamos, que parece que otros géneros dan más ocasión para innovar, o bien se les pasa la mano más.
Esta tercera
temporada escuchó, eso sí, las críticas, éstas más justificadas, de que el caso no se resolviera en los trece primeros capítulos. Sigue, por otra parte, apoyándose
en la interpretación (magnífica) de Mireille Enos, y esa relación peculiar
entre su personaje, la detective Linden y su compañero Holder. Luego, ha
abierto la cámara y el alcance a unas calles de Seattle que apenas habíamos vislumbrado
en las primeras dos temporadas, y ha movido el foco, centrándose en los
adolescentes que sobreviven en dichos rincones. Ha añadido una subtrama con su
timing-clock, con un falso culpable a la espera de su ejecución (Peter
Saargard, también con una interpretación notable), y algunas en torno a las
chicas que son potencial blanco del asesino. En esa dirección de diversificar en esas varias direcciones, donde se van incluyendo todos esos personajes secundarios.
El capítulo 03x09
tiene algunas ideas de guión interesantes. Una, es un pequeño truco, para que
Linden (y el espectador) descubra que la confirmación de quién sería el asesino
por parte de un testigo es errónea. Lo que sucede, y puede ser significativo,
es que ocurre demasiado pronto tras la escena en la que Linden obtiene esa
supuesta confirmación.
Interroga a un niño
que le señala en una foto a quien se supone que vio asesinar a su madre. En el
diálogo se introduce un leve detalle, que, claro está, como en cualquier (buen)
diálogo, no es tan leve. Las luces de Navidad. Las luces de Navidad son las que
le permitieron al niño ver al asesino.
Una escena, y sólo una,
después, Linden va a la comisaría y se encuentra con Danette, una mujer que
tiene una relación con el que todos consideran el asesino. Y aquí viene el
posible problema.
Que sean tan
seguidas parece que delata el truco; que lo expone de forma más clara. Danette,
nerviosa, agobiada con esas acusaciones, habla y habla.., y de pronto habla de
regalos. De regalos de Navidad.
Y entonces, uno se
lo ve venir. Quizá por eso de que haya sido tan pronto.
Nada hay de malo en
que el guionista haya buscado un modo más “trabajado” de que Linden tope con
esa información que cuestiona lo que le contaba el niño. Mejor esto, que no que
hubiera sido, pongamos, un interrogatorio, puesto que, de todos modos, no
estaría justificado. Aparte, claro, ya sabemos que la información en televisión
sigue cargando con esa exigencia de que mejor se dice que se muestra (en esto,
el cine, el bueno, debe ser de los pocos espacios en que vence a las series).
Por lo de la atención del espectador habitual de series, y, recientemente,
porque de todos modos muchos estamos usando varias pantallas al mismo tiempo
mientras las disfrutamos.
Pero.
Pero se nota un
poco demasiado. Tal vez haya que separar más los sembrados de los pay offs, como es la norma habitual en cine.
Otra escena está bastante más lograda. En ella se incluyen hasta tres direcciones, tres temas. Pero eso, para el próximo post.
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