La
ficción siempre anda conectada con sentires y sensaciones que pululan por el
mundo real. En el caso de las historias en el audiovisual, no se trata, pienso,
de que estas las asimilen en historias sean particularmente “realistas” en su concepto más literal, sino
que ciertas partículas de ésas que flotan en el ambiente de nuestros días acaban contagiando a los guionistas y directores.
Decíamos
en el post anterior, que esto, por ejemplo, afecta al esquema “héroe/villano”.
Que parece que hemos descubierto eso que, en verdad, puede que estuviera ahí
hace mucho: el mal no es tan fácil de localizar, de concretar, de darle un
nombre. Y es poderoso. Sean ustedes religiosos o no, déjenme un segundo que use
una comparación: pareciera que, muerto Dios, fuera el Diablo el que ha heredado
sus cualidades. La omnipresencia y la omnipotencia.
Esto
es un paso más a aquellas historias que recuerdo de la guerra fría; las de John Le Carré. Allí,
ya entonces, pese a los dos bandos (quién era el protagonista y quién el
antagonista, dependía de tu ideología política), resultaba que todo era
bastante gris, bastante poco heroico. Ya en los años 70 del pasado siglo parece que se colaba una narrativa paralela (y no sólo en este autor, claro) a los grandes discursos de los dos polos a cada lado del muro. Aunque entonces, tal vez, los ciudadanos tendíamos a creerlos más.
Ahora que no hay países “malvados”, algunos, torpemente, todavía insisten en crear “ejes del mal”, y ahí estaba Bush hijo para contarnos el cuento con malos malísimos. Hasta con barajas de cartas con rostros y nombres, durante la guerra con Irak. Casi como si fuera un listado de los super villanos de Batman o Superman.
Ahora que no hay países “malvados”, algunos, torpemente, todavía insisten en crear “ejes del mal”, y ahí estaba Bush hijo para contarnos el cuento con malos malísimos. Hasta con barajas de cartas con rostros y nombres, durante la guerra con Irak. Casi como si fuera un listado de los super villanos de Batman o Superman.
Puede
que convencieran a parte del electorado republicano, o puede que no. Esto lo
sabrán los que habiten en Estados Unidos, tan contradictorio y, en verdad, tan
desconocido. En Europa, y en España, que somos más viejos, más desengañados tal
vez, ni el mismísimo Aznar logró que la historia colara. Quizá sea el
descreimiento tan propio de estos lares. O quizá que los políticos españoles
sean tan poco hábiles a la hora de orquestar historias como los narradores
patrios.(1) A lo mejor, alguien debería decirle al PSOE y a Izquierda Unida que por ahí van los tiros. Los primeros, tienen complicado apuntarnos un héroe que ha estado ya en posición de actuar como tal y ni hizo nada (o hizo lo que un villano encubierto); los segundos, siguen empeñados en convertir en “héroe” una entidad tan abstracta (y fuente de tanta desconfianza hoy día) como es el Estado. En
todo caso, menos mal. Pese a esa educación que baja su nivel (y que con los
recortes y leyes que la revisan pero no la mejoran parece que caerá aún más en
picado), los españoles no somos, todavía, tan crédulos en ciertos temas.
Pero
volvamos a la ficción, la fuente donde siempre nos hemos mirado en busca de
héroes y villanos individuales. ¿Qué está sucediendo en las historias
audiovisuales?
Hace
tiempo que me pregunto dónde están los “average man” (o "woman") como héroes, porque yo no
los encuentro. Los seres más a ras de suelo son, decíamos, complejos, y coquetean con actitudes cuestionables (moralmente, pero también en lo ético) (2). En cuanto a esos que se acerca más a la etiqueta de héroes, ya decíamos, en cine, tienden a la caricatura
o al trazo simplista. Cuando no es así, y los guionistas tienen quizá más libertad (o tiempo de metraje) tengan sus conflictos internos o no, siguen requiriendo, como ya
reflexionaba yo en este otro post, poderes infrahumanos. En tanto que los oponentes son tan poderosos, sería inverosímil de otro modo.
Nikita, de la serie del mismo nombre (The CW, 2010-) o Jason Bourne manejan las tecnologías, el combate cuerpo a cuerpo, y soportan lo
insoportable, porque sus antagonistas son nada menos que gobiernos enteros u
organizaciones criminales inabarcables. A veces, para no acumular funciones,
esto se reparte en dos personajes, el héroe de acción y el ayudante que hackea
cuentas corrientes y archivos del FBI como el que come palomitas. Exponente
claro y reciente: Person of Interest (CBS, 2011-). En Nikita, la protagonista también cuenta con un ayudante que lo hackea todo y le aporta el conocimiento tecnológico a las misiones.
Atormentados o no, mientras sigan utilizando cualidades tan lejanas al común de los mortales, como ya comentaba yo en aquel post, más que héroes serán semidioses, como si los modelos remitieran a aquellos mitos griegos. Bastante lejanos de nuestra experiencia cotidiana.
Atormentados o no, mientras sigan utilizando cualidades tan lejanas al común de los mortales, como ya comentaba yo en aquel post, más que héroes serán semidioses, como si los modelos remitieran a aquellos mitos griegos. Bastante lejanos de nuestra experiencia cotidiana.
Luego,
están los super héroes. Esos que, por definición, ya eran protagonistas con super poderes. Estos han requerido
refundaciones de distinto calado. El primer Hulk (Ang Lee, 2003) era casi un estudio
psicoanalítico de los traumas de Bruce Banner, y el Batman de Christopher
Nolan, ya lo he comentado varias veces aquí, alejaba al personaje del aire pop
oscuro y fantasioso de las películas de Burton. Super héroes complejos o bien a
los que se les contagia de cierto realismo, aunque también super héroes más
fantásticos (y más humorísticos) como las dos primeras entregas de Iron Man o
los propios Los vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012). De un modo u
otro, si los estamos recuperando, pasen o no por el diván (y ahí está también
la refundación de James Bond de Sam Mendes, estimulante, aunque fallida al
cabo) eso quizá nos diga algo como espectadores y ciudadanos en estos tiempos.
Con
villanos tan poderosos, tan omniscientes y omnipotentes, pareciera que la
ficción esté respondiendo con héroes igual de fuertes. Los Vengadores afrontan nada menos que una invasión extraterrestre, y algo similar es lo que promete afrontar la nueva entrega de Superman.
Sin embargo, el intento de hacerlos protagonistas complejos para que se equilibre y aceptemos ese cualidad de “super hombres” los hace justamente demasiado humanos como para vencer al mal por completo. Pareciera que el viaje del héroe nunca acabara. No hay malvado al final del nivel último del vídeo juego. La partida nunca acaba.
Este sentido realista, de cierta conexión con el mundo que vivimos, en pos de la verosimilitud, también hace que los objetivos de los héroes menos poderosos tengan que ser más accesibles. Jason Bourne quiere, primero averiguar más sobre quién es, luego vengarse por el asesinato de su novia, y finalmente que le dejen en paz. No busca subvertir el sistema. Person of Interest, de momento, opta por que la pareja de protagonistas salven vidas individuales. En el capítulo 01x15 (The Dodger) de Arrow (The CW, 2012-), el protagonista se definía por la negación (algo que lleva haciendo toda la temporada): no es Robin Hood. No quiere defender a los pobres contra los ricos. Sólo quiere acabar con los ricos de la lista en el cuaderno que le dio su padre. Y cuando se le plantea desviarse de dicho objetivo, esto le causa rechazo y conflicto. Quizá los showrunners y guionistas son conscientes de que, qué sé yo, enfrentarse a la corrupción de las agencias gubernamentales, y a todo el sistema, tal vez sea visto como un poco demasiado libertario. O demasiado inverosímil, si pretenden vencerlo.
Héroes, pues, con objetivos no ya accesibles, sino objetivos egoístas, personales. Individuales.
Sin embargo, el intento de hacerlos protagonistas complejos para que se equilibre y aceptemos ese cualidad de “super hombres” los hace justamente demasiado humanos como para vencer al mal por completo. Pareciera que el viaje del héroe nunca acabara. No hay malvado al final del nivel último del vídeo juego. La partida nunca acaba.
Este sentido realista, de cierta conexión con el mundo que vivimos, en pos de la verosimilitud, también hace que los objetivos de los héroes menos poderosos tengan que ser más accesibles. Jason Bourne quiere, primero averiguar más sobre quién es, luego vengarse por el asesinato de su novia, y finalmente que le dejen en paz. No busca subvertir el sistema. Person of Interest, de momento, opta por que la pareja de protagonistas salven vidas individuales. En el capítulo 01x15 (The Dodger) de Arrow (The CW, 2012-), el protagonista se definía por la negación (algo que lleva haciendo toda la temporada): no es Robin Hood. No quiere defender a los pobres contra los ricos. Sólo quiere acabar con los ricos de la lista en el cuaderno que le dio su padre. Y cuando se le plantea desviarse de dicho objetivo, esto le causa rechazo y conflicto. Quizá los showrunners y guionistas son conscientes de que, qué sé yo, enfrentarse a la corrupción de las agencias gubernamentales, y a todo el sistema, tal vez sea visto como un poco demasiado libertario. O demasiado inverosímil, si pretenden vencerlo.
Héroes, pues, con objetivos no ya accesibles, sino objetivos egoístas, personales. Individuales.
Por
cierto, otro tema de reflexión es dónde están las “super mujeres”. La única que
encuentro entre las ficciones audiovisuales es la de Nikita, serie que, de
paso, aprovecho para señalar como poseedora de más valores de los que pueda
suponérsele.
En
el próximo post, veremos más detalles sobre la dificultad de concretar
villanos. En el mundo real, y en las historias audiovisuales. Y cómo eso se relaciona con esa concepción del mundo que incluye la "conspiranoia" como algo ya no ta exclusivo de la ficción.
(1) Aprovecho para apuntar que sé que esto puede ser una generalización injusta, lo de nuestros novelistas. Para ser más concreto, diré que me refiero más a la contemporaneidad. Aun así, aunque admito que es más una impresión que una conclusión, diría que debe haber algún motivo para que España tenga tan pocos novelistas en el canon internacional. Pienso en Marías o en Vila Matas, pero tengo mis dudas de que sean grandes narradores (lo que no quita que sean grandes escritores). ¿Será que la narrativa es cosa del XIX? Pero, si es así, ¿por qué si siguen surgiendo historias en la novela de Estados Unidos o del Reino Unido? ¿Por qué si hay narradores en los países que comparten nuestra lengua?
(2) Permítanme que aquí use una distinción que a mi me ha parecido siempre útil, aunque supongo que el ámbito académico tendrá sus críticas al respecto. "Ética" como conjunto de creencias y valores por encima de tradiciones culturales y sociales; "moral", como conjunto de creencias y valores desprendidos de un momento histórico concreto, y de esas tradiciones culturales y sociales.