Aunque
muchos ya lo intuían, aunque el exceso de temporadas sabemos que tiene efectos
contraproducentes en las series de televisión, y aunque a muchos no fastidie, la última temporada de House no ha
estado a la altura de las circunstancias.
Nadie
pone en duda la calidad de David Shore y sus guionistas. Cuando han querido,
han vuelto a probar su capacidad; ya lo veremos cuando tratemos el final de esta última temporada. Y varios capítulos de House, en general, son dignos de estudio y pasarán a los manuales para guionistas.
Por un lado, claro, aquellos de tanta habilidad que parecían escritos
para ser nominados (sin que esto sea nada negativo en sí). Three stories; House´s Head; Both Sides Now. Otros exhibían igual o mayor inteligencia, humor, y emoción, aunque en sus riesgos no fueran
tan obvios. Por ejemplo, One Room, One Day (03x20). O aquel Help me (06x23) que podía haber cerrado la serie de una forma honesta, consecuente y efectiva.
Esta
temporada no ha tenido apenas nada de esto. David Shore y sus guionistas no ha
querido. O no han podido. No podemos descartar como causa la
indecisión de la cadena (de hecho, el otro caso conocido es el de Fringe, no ya
esta temporada sino la anterior, donde la misma Fox mareó la perdiz hasta el
último momento, afectando a la serie).
Aun
así, ya en el primer capítulo de esta octava temporada se desvelaba que la
deriva de House no iba por el buen camino de todos modos. Que no lo llevaba desde
hacía varias temporadas.
Twenty
Vicodin comenzaba de forma esperanzadora. Siendo lógica. Con una coherencia tan rotunda que conducía al protagonista nada menos que una nueva localización: la cárcel. Era
la consecuencia esperable a lo visto de su evolución hacia el final de la
temporada anterior. No ya su reacción a la ruptura con Cuddy, sino aquella
decisión de volver a su dosis de droga y autodestrucción.
Empezábamos
en la cárcel... y ahí quedaba todo. Sea por cuestiones de producción, por
comodidad, incluso, tal vez, por creerse que la mitología
del personaje requiere de un único escenario, Twenty Vicodin, por tanto, era al
cabo tan arriesgada como lo era Broken (06x01). Esto es, sólo aparentemente
arriesgada.
Este diálogo de House, que usaba la técnica de hacerle ver a un segundo personaje algo de lo que él mismo era consciente en ese momento, revelaba un protagonista que comprendía que todo su mundo había cambiado... Y ello, sólo para que, un capítulo más tarde, los guionistas contradijeran todo.
En
ambos capítulos, la serie se probaba igual de indecisa. Las opciones que el
protagonista había tomado antes, y su progresión emocional conllevaba extremos (en un
protagonista que ya coqueteaba con extremos desde el principio) que requerían
cambios. No se siguió la lógica hasta el final.
Tal vez la sexta temporada fuera la que debió ser la última. House
acudía al psiquiátrico, aceptaba la ayuda de un psicólogo durante la temporada,
hacía hasta propósitos de enmienda… Hacia el final, se enfrentaba a un caso que
le hacía preguntarse lo que él ya intuía… ¿Querer cambiar es suficiente? ¿Quién
te premia? ¿Te consigue que los demás te den lo que quieras? Un adulto, uno
ideal, uno modelo, no se lo plantearía. House, nosotros, cualquier ser humano, de 30 o
60 años, dirá… ¿por qué no preguntarse estas (infantiles y humanas) cuestiones?
Y
como Alberto Nahum, de Diamantes en Serie, ya supo ver aquel 06x23 (Help Me) cerraba con una posibilidad de
redención y hasta un poco de esperanza. La serie podía haber concluido ahí. Sin
cerrar todas las preguntas. Sin que supiéramos si Cuddy ayudaría a concluir ese
proceso (por fin) de cambio. Bastaba.
No
fue así. ¿Qué mas había que contar, en la séptima? Las posibilidades,
infinitas, por supuesto. En cambio, se regresaba a la senda del “no puedo
cambiar”, y a que ello le guiara, otra vez, al camino ya conocido de la
autodestrucción…
Incluso
si hubiera sido así, también hubiera sido, es posible, un cierre consecuente.
House volvía a las andadas. Era su condena. O su decisión consciente. Punto. Final.
Pero
no. Y estas extensiones forzadas han sido en detrimento de la calidad de la
serie.
En defensa de esos dos capítulos que mencionábamos (Broken y Twenty Vicodin) diremos que los cambios radicales no son habituales en las series, y, menos, en las
series en cadenas en abierto. ¿Iban a gastarse un montón de dinero en nuevas localizaciones, el psiquiátrico, la cárcel? Sin embargo, en el caso de House, es detectable
una contradicción. Ya en la cuarta temporada la serie de Fox se atrevía a un paso adelante,
relativo, pero que sí afectaba a la ficción en conjunto. Se cambió el elenco
principal; entraron nuevos personajes que debían atrapar nuestra atención e
interés. ¿Por qué, entonces, la
producción sí soportaba, según sus creadores, que se incrementarán los costes
en casting? ¿Por qué, en cambio, ahora (o cuando empezara la sexta temporada)
no pudieron arriesgarse a proseguir con House en la cárcel o (cuando empezara
la sexta temporada) en el psiquiátrico?
Puede
que la huelga de guionistas afectara a aquella cuarta temporada que tan
irregular pareciera. Sin embargo, algunas decisiones posteriores no parecerían
tan fácilmente excusables. Añadieron nuevos personajes pero
tampoco se decidieron a deshacerse de los antiguos. Lo parecía, en el final de la tercera, pero sólo fue (ya veremos que es rasgo común) un amago. Ese tipo de indecisiones
es, quizá, lo definitorio del problema principal de House.
Cada
vez que se ha amagado con una verdadera vuelta de tuerca, luego se indicaba que en verdad lo temían demasiado.
Lo
mismo vale para la octava temporada. Twenty Vicodin creaba nuevos problemas, y
nuevos oponentes. El doctor House no podía mostrarse tan caústico en un ambiente
carcelario.
Pero
no, claro. Los guionistas no osaron romper la estructura de episodic plots, de
a caso por capítulo. Al final salía de la cárcel. A diferencia de aquel
especial (por su duración) Broken, es cierto que esta vez los acontecimientos
no se precipitaban. Allí, el enamoramiento de House por el personaje
interpretado por Franka Potente iba demasiado rápido, por una mala elección del
momento en que comenzaba la ficción. O porque esa historia requería más capítulos.
Aquí,
comienza en su momento acertado; a apenas una semana de que House salga en
libertad condicional. Ahora bien, que, como estructura interna sea correcta no
hace que, en cuanto a parte de la superestructura general de la serie, no fuera
todo un poco… fácil.
David
Shore, tal vez, confíe en que los espectadores aficionados a la serie seamos
igual que los que rodean a su criatura: que perdonemos siempre a House. Y no. No podemos.
Y hay todavía bastantes más razones para ello. Las seguiremos viendo.
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