Decíamos que la última temporada de House ha manifestado mejor que nunca cuán perdida iba esta serie de televisión de Fox desde la sexta temporada. Por supuesto, esto no niega ni atenúa los valores de los guiones de esta ficción. Para ser una serie emitida en abierto, todavía sorprende que el público medio americano haya aceptado un humor lleno de sarcasmos e ironías más finas de lo habitual (o bien demostraría que la clase media de EEUU está mejor formada y tiene mejor gusto que la española, por ejemplo). O para un protagonista tan cínico, tan irreverente, capaz de insultar minorías raciales, religiones, idearios políticos...
Con todo, la octava, y las dos anteriores, ya redundaban en un detalle inaceptable. El hecho de que, en momentos clave, los guionistas nos manipulaban para que volviéramos a confiarnos. En que esta vez House sí crecerá (hacia el sentido que sea), que vivirá otro tipo de experiencias, que afrontará retos distintos. Al cabo de unos capítulos, volvemos a darnos cuenta. Nos engañaron.
Con todo, la octava, y las dos anteriores, ya redundaban en un detalle inaceptable. El hecho de que, en momentos clave, los guionistas nos manipulaban para que volviéramos a confiarnos. En que esta vez House sí crecerá (hacia el sentido que sea), que vivirá otro tipo de experiencias, que afrontará retos distintos. Al cabo de unos capítulos, volvemos a darnos cuenta. Nos engañaron.
En esta octava temporada ha sido más obvio y rápido de lo usual. En cuanto House volvía al hospital, todo era como siempre. El único cambio (y es significativo) venía impuesto por la decisión de la actriz Lisa Edelstein de abandonar la serie y el personaje de Cuddy. La estructura de episodic plots, de capítulos autoconclusivos, se hacía más fuerte. Siempre estuvo ahí, pero esta vez Shore y los suyos optaron por relajarse. Tanto ha sido así que la mayoría de capítulos han sido stand alone episodes. Casi podían haber ido en cualquier otra temporada aparte de los detalles de casting.
David Shore y su equipo de guionistas olvidaron que a estas alturas pedíamos que se centrara en los personajes (en el protagonista, en especial) y no en tramas médicas que ya no nos decían nada.
Un capítulo como el 08x11 (Nobody´s Fault) era el ejemplo claro de lo errónea de la asunción. No podía ser. No podía ser que siempre el genio del médico superara a los caprichos y las consecuencias caóticas creadas por el hombre. De hecho, el propio protagonista casi se nos aparecía como rebelándose, cuando, hacia el final, ponía esto en palabras.
Esta reacción de House ofrece un doble interés. Por una parte, pone a la vista la propia estrategia del guión, con ese "salvamento en el último minuto". Por otro, casi convierte a House en un protagonista que se rebelara contra sus propios creadores. "Dejadme ser castigado. Dejadme pagar. Dejad de buscarme giros que me salven el culo".
En todo caso, lo que era grave era jugar con nuestras expectativas como se jugó incluso desde su promo. Nobody´s Fault tenía ese estilo ya hecho "de la casa", con flash-backs cruzados con intromisiones del narrador. Con bromas, justo al respecto. Y con la atmósfera, común a los capítulos que han sido de esta clase (los "especiales") en los que, a medida que la historia la van desgranando los diferentes narradores, algo relevante se establece de fondo.
A medida que avanza, de hecho, cualquier espectador avezado notará que el doctor Chase es el ausente en los interrogatorios del médico encargado de la investigación. Sumado a esos planos abstractos, pero llenos de sangre (casi un detalle perteneciente del cine de terror), ahí se incluye el suspense principal. Algo sucedió. Algo peor de lo habitual en los casos de House. Algo que tal vez le complique y hasta le impida su rumbo actual.
El capítulo, en sí, es interesante, inteligente, y, cierto, con una tensión bien dosificada. Hasta el final. Hasta que las promesas se rompen. Hasta que entendemos que este capítulo ni siquiera era de esos "especiales" en tanto que, a diferencia de sus hermanos, aquellos al menos cerraban temporadas. Lo cual implicaba un paso adelante, y hasta un salto. Pero aquí se situaba a mediados de una temporada. Por un motivo: el viaje era falso. El hecho sucedido y narrado era más grave y fundamental sólo en apariencia. Nada cambiaba. Era, pues, una pirueta.
Un aspecto revelador es que el doctor que investiga es la misma clase de oponente que ya hemos visto en la serie. Primero, fue aquel rico mecenas que se hizo con el hospita; segundo, aquel policía... Lo peculiar es que desde entonces, es bien posible que estemos de parte de los oponentes. El primero nos caía mal; el segundo acababa deseándole suerte a House, deseando incluso estar equivocado. Aceptaba la posibilidad de que House pudiera cambiar. Ahora, a estas alturas, cuando éste ya ha renunciado al cambio, la balanza se ha inclinado tanto que, aunque comprendamos al protagonista, ya no estamos de su lado.
No podía ser. Una ficción puede tomar infinitos caminos pero no puede tomar el mismo camino todas las veces. Y, sobre todo, resulta molesto que se alcen las expectativas acerca de cómo se aproxima un giro fundamental, para luego volverse a presentarse el mismo muro.
A medida que avanza, de hecho, cualquier espectador avezado notará que el doctor Chase es el ausente en los interrogatorios del médico encargado de la investigación. Sumado a esos planos abstractos, pero llenos de sangre (casi un detalle perteneciente del cine de terror), ahí se incluye el suspense principal. Algo sucedió. Algo peor de lo habitual en los casos de House. Algo que tal vez le complique y hasta le impida su rumbo actual.
El capítulo, en sí, es interesante, inteligente, y, cierto, con una tensión bien dosificada. Hasta el final. Hasta que las promesas se rompen. Hasta que entendemos que este capítulo ni siquiera era de esos "especiales" en tanto que, a diferencia de sus hermanos, aquellos al menos cerraban temporadas. Lo cual implicaba un paso adelante, y hasta un salto. Pero aquí se situaba a mediados de una temporada. Por un motivo: el viaje era falso. El hecho sucedido y narrado era más grave y fundamental sólo en apariencia. Nada cambiaba. Era, pues, una pirueta.
Un ejemplo de que la escritura de los guionistas de House, incluso en esta última temporada, probaba una cualidad reseñable. En esta escena, en este diálogo, hay más de lo que se dice. La Doctora Park se enfrenta al médico investigador, que le culpa de no haber insistido lo suficiente sobre lo arriesgado de la decisión de House. Ella, hábil, le repone que sí que hizo algo: informar a Foreman. Ello, sumado a la reacción del médico investigador, sumado a la información dada antes de que éste fue, en su día, mentor de Foreman cambia el efecto del final de la escena. Park sabe dónde se mete y lanza la pelota donde es probable (cree ella) que el médico investigador no la recogerá: yendo contra su protegido.
Un aspecto revelador es que el doctor que investiga es la misma clase de oponente que ya hemos visto en la serie. Primero, fue aquel rico mecenas que se hizo con el hospita; segundo, aquel policía... Lo peculiar es que desde entonces, es bien posible que estemos de parte de los oponentes. El primero nos caía mal; el segundo acababa deseándole suerte a House, deseando incluso estar equivocado. Aceptaba la posibilidad de que House pudiera cambiar. Ahora, a estas alturas, cuando éste ya ha renunciado al cambio, la balanza se ha inclinado tanto que, aunque comprendamos al protagonista, ya no estamos de su lado.
No podía ser. Una ficción puede tomar infinitos caminos pero no puede tomar el mismo camino todas las veces. Y, sobre todo, resulta molesto que se alcen las expectativas acerca de cómo se aproxima un giro fundamental, para luego volverse a presentarse el mismo muro.
Puede que House sea, y ello sea coherente (y todo un desafío), un protagonista incapaz de cambiar. Pero, o bien entonces la ficción no tenía más que añadir, o bien se es imaginativo y se le busca un ambiente, una situación, unos alrededores que no sean tan transigentes. Como lo era el psiquiátrico. Como hubiera podido serlo la prisión. O las millones de opciones que hubieran podido escogerse.
No se vuelve a la casilla uno, y se rodea al protagonista de personajes secundarios que siguen perdonándole todos los pecados. No se le permite que el azar vuelva a servirle segundas oportunidades que no aprovechará.
En la vida, el azar no tiene autor. En la ficción, sí. Y tiene su lugar, sin duda. Pero abusar de él tiene responsables, y consecuencias. Shore y sus guionistas han abusado de ello y con creces, tanto como de personajes secundarios cuyas evoluciones no incluían abandonar de veras a House.
Por ejemplo, Wilson. Cuando en el capítulo 08x02 (Trasplant) le decía a House que ya no eran amigos… ¿quién de veras iba a creerle? ¿Cómo, si esta trama ya había aparecido tras la muerte de Amber, y ya supimos que al final siempre perdona?
Y ahí, otro problema recurrente en House: los personajes secundarios y su descuido. No siempre ha sido así, o no tan descarado. Las primeras cuatro o cinco temporadas quizá no nos percatáramos. Pero la propia última temporada ha sido una forma de despertarnos a todo ello. A partir de la cuarta, algo sucedió y los secundarios se perdieron por el camino.
Después de esas primeras temporadas, donde Chase, Cameron y Foreman tenían sus backstories, sus arcos como personajes, sus avances, sus tropiezos, aún queda por aclarar cuándo dejaron de interesar a los guionistas. Y, sobre todo, cómo es que fue así, y, al tiempo, se mantuvieron en el casting principal.
Cuando en el capítulo 08x12 de pronto sale a la luz un detalle de la backstory de Chase que no ha tenido relevancia en siete temporadas anteriores uno topa con que los guionistas han gastado sus varitas mágicas y prefieren, por el contrario, las cartas sacadas de la manga.
Y esa misma despreocupación se manifiesta cuando, hacia el final de esta temporada, Chase, de pronto, durante un conflicto (relativamente menor), toma una decisión importante. No, cuando varios capítulos anteriores, sí que sufre una crisis, a partir de un accidente en el trabajo (justo el 8x11, Nobody´s Fault, que veíamos antes). ¿Por qué?
¿Y Foreman? En el momento en que sus evoluciones ya no dependían de House, en ese instante en que los guionistas decidieron que las subtramas de los personajes secundarios no necesitaban siempre estar (en dichas subtramas) relacionados con House, no supieron qué hacer con él. Apenas uno o dos capítulos en estas tres últimas temporadas han lidiado con su vida personal. Una cantidad irrelevante en comparación con el cuidado que se ha tenido con el personaje de Taub.
Ese relajo del que hablábamos también se probaba en la reiteración. Tomemos dos capítulos: 08x03 (Charity Case) y 08x13 (Man of the House) . Ya lo habíamos visto en anteriores temporadas, pero esta vez lo teníamos repetido en la misma. Esa trama médica era, claro, disimilar en los detalles, pero no en el fondo. Un enfermo cuya (extraña) afección acababa explicando (para regocijo de House) una alteración radical de su vida. Ese cambio, pues, era fruto de un error (un funcionamiento defectuoso; una enfermedad) y no “lo natural”. “La gente no cambia” ha sido un mantra tan reiterado como aquello de “todo el mundo miente”.
Era uno de los temas centrales de la serie de Fox: ¿podemos cambiar o no? Y ahí puede que hallemos el otro principal de House como ficción. ¿Hasta cuándo puede extenderse una historia que va de un protagonista que se resiste a cambiar?
La octava temporada no ha tenido esa base que solía utilizarse en sus primeras temporadas. Menos ambiciosa que The Good Wife (donde una trama general, una Background Plot, es tan compleja y con derivaciones tan diferentes que basta para apoyar todos los capítulos), House ha hecho uso de distintos caminos. En la primera, dos tramas principales: la aparición de un Oponente y luego, el regreso de su ex-pareja. En la segunda, la progresión de aquella, con House luchando por recuperar a aquella novia suya. La tercera (y ello ya exhibía síntomas de cierto agotamiento) el surgimiento de otro oponente servía (apenas) para toda la temporada.
¿Qué era común en todo ello? Siendo las primeras, aún los casos podían ofrecernos inteligencia, originalidad; al tiempo, aún estábamos conociendo a los personajes, y sus caracteres. En cuanto el tiempo ha pasado, estos dos pivotes ya no eran suficientes. Y una única trama apenas soportaba 23 capítulos.
Esta vez, en la última temporada, sólo ha habido una trama general relevante, y ha comenzado, además, muy tarde.
Y ahí se prueba que, cuando los guionistas o la cadena se atreven, saben muy bien cómo crear buenos capítulos. Sin necesidad de que se abandone la estructura de episodic plots, en cuanto lo que contaba eran los personajes, House subía el nivel muy mucho.
Lo analizaremos en el próximo post. Aunque, como ya sabemos, un capítulo, dos, tres, no salvan una temporada.
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