martes, julio 06, 2010

Perturbaciones: Antología del relato fantástico actual. ¿Cuántos fantásticos hay en España?

Cada día temo confirmarme que la supuesta libertad de la blogoesfera tal vez no acopie opiniones disonantes. Encuentro, por ahora, una única crítica negativa sobre Perturbaciones. Antología del relato fantástico actual. Si la miran bien, verán que el autor tuvo que eliminar todos los comentarios. Al parecer, hubo sangre. Ahora miren aquí; el autor de otra reseña, entre bromas, admite que no quiere pasarse con sus opiniones, no sea que haya de publicar en un futuro mediante fanzines. Es cierto; luego, él mismo se burla un tanto de tal corrección, y, finalmente, algo se moja. Cabe recordar que este crítico es, a la vez, escritor, y de relatos. Y sabe de cómo está el patio.



A todo esto, no. No encuentro que esta antología sea mala. Es sólo que siento que los “pros” parecen “necesitar” un mayor peso que los “contras” en casi todas las reseñas que leo. Entiendo otro posible motivo. El cuento posee poco mercado, y los aficionados y autores tienen justificación por la reacción un tanto apasionada.

Vamos por partes.

La antología pretende un recorrido cronológico. Esto ayuda. Cuenta con un prólogo interesante y hasta divertido del escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel. Esto también ayuda. Ahora bien, a mí se me antoja un tanto idealista, o, si se quiere, ingenuo. Por una parte, se da una defensa de cómo la tradición fantástica existe desde siempre. Hombre, sí, pero no. Como los que destacan la herencia de ciencia ficción en la literatura española, el apasionamiento puede perderte. Existe, sin duda, ese hilo en la historia de nuestros escritores, pero existen muchas menos pruebas de autores dedicados a ello con exclusividad. Y resulta un tanto contraproducente que aquí se nos escamotee un posible escritor que sí ha podido influenciar a otros practicantes del género. Hablo de Hipólito G. Navarro



Además, seamos sinceros: si varios de los autores aquí recogidos usan el género para la broma (metaliteraria o no), no sé yo hasta qué punto se toman en serio lo fantástico, o lo hacen como ejercicio de “hoy voy a escribir un cuento de estos para variar”. ¿Incluirlos no contradice la defensa a ultranza?

Por otra parte, Rengel levanta las exigencias del género fantástico un tanto demasiado, de forma que, luego, uno se decepciona leyendo ciertos relatos. De acuerdo. El fantástico debería hacernos cuestionarnos la realidad, perturbarla, introduciendo esa rareza que lo desestabiliza todo. ¿Pero esta esto en todos y cada uno de los relatos? Yo diría que no, y en esto coincido con esta reseña (es un texto pdf, y dicha reseña está en el página 14). Con aquellos mimbres tan exigentes, uno lo tiene después bastante difícil para admitir cualquier historia. Sobre todo, cuando son homenajes, o bromas metaliterarias (que no metaliteratura en sí) como las del propio Merino, la de Freixas, o la de Jambrina.

No olvido que la antología cuenta, siempre, con un problema no menor precisamente. Otras editoriales deben cederte los derechos. O los propios autores. Si pueden, lean la antología del relato contemporáneo de la editorial Cátedra. Su selección no es representativa, y, a ratos, ni siquiera interesante. Y hablamos de Cátedra. Es decir, los que realizan una antología se enfrentan a que lo que tenga valor se escurra por culpa de intereses de mercado, y se hayan de sustituir por rarezas. Curiosidades, sí, pero que se quedan un poco en los márgenes del mundillo editorial. Si no, no se entiende el relato elegido de José María Merino. Este autor tiene muchos, muchos relatos mejores, más interesantes, y, sobre todo, más afines a lo que define el fantástico; siempre en las mismas palabras del que ha preparado la antología.

De los microrelatos, no hablaré en demasía, porque me sigo preguntando si este género me convence. Pero oigan, seguramente soy yo, y que me pueden mis conservadurismos. Y que me perdone Fernando Valls, que no vean cómo se pone. Para equilibrar, diré que los microrelatos de Iwasaki sorprenden, con alguno que es un puñetazo doloroso y de tristeza (No hay que hablar con extraños). Y que los de Miguel Ángel Zapata son simpáticos, y, alguno, algo aterrador (Intrusión). Los de Juan Pedro Aparicio no estoy seguro de qué son, pero tiendo a opinar que no son fantásticos. Tal vez sean filosóficos y hasta teológicos.

El Juicio Final de Cristina Peri Rossi utiliza el humor, aunque a mí me funciona más en el caso de Félix J. Palma, con su Venco a la Molinera. Cuando tuve la ocasión de leer aquél, su primer libro de relatos, ya me pareció el mejor. Pasa el tiempo, y aún muchos autores lo consideran una especie de obra maestra. No importa si llega a tanto. Es divertido, y esa simple intrusión de un único elemento que desbarata el universo habla de una forma distinta de asumir a Cortázar. Con una cierta distancia, y con menor trascendencia. Y esto suele abundar en Palma, como prueba su último libro de relatos.

Ahora bien, el humor no siempre es compañero de un verdadero cuestionamiento de la realidad.

“Su narrativa, que participa de un singular feminismo sadiano, ahonda en la locura, la muerte, el sadomasoquismo y en lo fantástico siniestro: muertos que retorna a la vida, demonios, encantamientos. No obstante, hemos sido benevolentes, y el relato que hemos seleccionado para ustedes nos ofrece una posibilidad de vida después de la muerte, menos cruenta…”

Esto dice Rengel, del relato de Pilar Pedraza. Entonces, vienen las preguntas: ¿es este relato, pues, significativo de su estilo o sus intereses temáticos, o una excepción? El relato no pasa de lo anecdótico: una historia narrada en primera persona, en la que se crea, así, una voz de personaje no resulta demasiado original. Y si todo el tono es humorístico, ¿dónde está la perturbación? ¿Nos perturbamos si no se perturba, sufre, se cuestiona, se pregunta, actúa o reacciona, un personaje? Al menos, el giro final del relato de Peri Rossi nos abría una posibilidad curiosa.

El relato de Julia Otxoa es de esos que te deja a cuadros, perdonen mi vulgaridad. En vez de narrarse un material literario, se cuenta. Pero se cuenta, casi sin desarrollo, sin atmósfera, sin personajes. O sea, no.

La obsesión de la alimaña de Elia Barceló. Barceló es casi el único referente en el terreno de la ciencia ficción (al menos que yo conozca). Sospecho que habría relatos mejores. Éste se desplaza hacia un contraste entre la vida de un monje de tiempos medievales y la de una chica en el mundo actual. Coincidimos con esta reseña: los diálogos son imposibles. ¿La historia? Tampoco sé si va mucho más allá del humor.

Final absurdo, de Laura Freixas. Leo por ahí que a algún lector le ha llamado la atención. Si se refiere a una supuesta originalidad del planteamiento, mal vamos. Esto es un homenaje a Niebla, de Unamuno. Y punto pelota.

Ahora me pregunto: ¿será que se han incluido relatos que desmerecen el conjunto por esa política “correcta” de que haya mujeres? Porque se me ocurren muchas otras autoras, que algún relato tendrían que ofrecer. Espido Freire y Care Santos, me viene a la cabeza.

Una sorpresa es Otra vez la noche, de Ignacio Martínez de Pisón. Porque parece que en sus comienzos, le atrajo esa deriva fantástica, y porque es bueno. Porque la inquietud va creciendo muy poco a poco, con ese paralelismo nada obvio (tanto, que se podría discutir en un buen debate entre lectores) entre lo que le sucede a su protagonista en sus relaciones (qué rotunda se nos antoja la estupidez de los hombres desde su mirada) y esa apertura al mundo extraño de lo que sucede en su habitación.

Y ya seguiremos analizando otro día.

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