No
cierro conclusiones en torno a Arrow, la serie de televisión estrenada esta
temporada por The CW, dado que todavía está emitiéndose. Pero mi amigo Javier
Meléndez, del blog La solución elegante, realizó una entrada acerca de la
serie, y, entre comentario y comentario, me sugería explorar una cuestión:
¿cómo es que puede tenernos a muchos tan enganchados?
Ya,
ya. Nadie es probable que la ponga en ese olimpo (tan inestable; tan
apresurado) de las grandes series. Todos notamos esos pequeños vicios de The CW.
Las cancioncillas de moda (otra cadena que abusa de esto es Syfy), los actores
guapísimos, las tramas románticas... y ni una sola ocasión desaprovechada para
que esa parte femenina de su audiencia (mayoritariamente joven) disfrute de los
abdominales del protagonista. Claro que, si el lado exhibicionista descalifica,
entonces Juego de tronos (Game of Thrones, HBO) sería una serie pésima. No
parece el camino, no, pero, mientras tanto, si es el cuerpo masculino el que se
sexualiza, no nos escandalicemos.
Pero
el hecho es que Arrow se ha hecho un hueco entre los que seguimos los nuevos
estrenos. ¿Por qué? Veamos lo que tiene y lo que no tiene.
No
tiene demasiados elementos originales, aunque lo original siempre, ya sabemos,
es un concepto relativo. En el momento en que parte de un personaje de cómic de
la editorial DC, Green Arrow, era improbable que encontráramos originalidad.
Sin embargo, la serie realiza una apuesta un tanto rara, y eso sí la hace, en
parte, diferente. Toma ese personaje y lo recupera con algo del tono del Batman
de Christopher Nolan… y con ideas del propio Batman como personaje.
Tenemos
un hijo de un multimillonario muerto, que, de modo consecuente, tiene medios de
sobra. Tenemos que dicho padre muere. En Batman, moría junto a su madre, en un
vulgar robo. En Arrow, es víctima de una conspiración de mano de las mismas
manos oscuras que controlan y “envenenan” la ciudad. En ambos casos, el
protagonista establece una especie de venganza que nunca se nombra con esa
palabra. Batman jura “limpiar” Gotham City para que los criminales como los que
mataron a sus padres dejen de existir. Oliver Queen jura acabar con los
“dueños” del mundo criminal; el escalón de arriba, sobre todo. Tenemos una ciudad
“vencida” por esa corrupción. Tenemos que los dos se disfrazan por la noche, y
ocultan su identidad a sus seres queridos. Tenemos algo similar a una batcueva
(que a su vez es parecida a la guarida de El Zorro). Tenemos armas especiales
(aquí, diferentes tipos de flechas).
Los
expertos en cómics y en Green Arrow (que yo nunca seguí) podrán corregirme.
Pero, o bien esta adaptación televisiva es muy libre, o bien sus adaptadores
(por cierto, uno de ello, el creador de Green Lantern, una de las peores películas de super
héroes de los últimos años) han visto y enfatizado todo lo que unía a Oliver
Queen y Bruce Wayne.
Luego
está lo que viene de forma clara del Batman de Nolan. Si en aquella primera
película teníamos una zona acotada y marginal con nombre propio, en Starling City están los Glades, como apartados deprimidos de la urbe (nadie
entiende por qué la original del cómic, Star City, se ha convertido aquí en
Starling City). Si Batman tenía a Alfred como compañero y asistente (y voz
de la conciencia), en Arrow está Diggle, el guardaespaldas que se une al
protagonista. Tanto el Wayne de Nolan como el Queen de Arrow tienen que simular
la superficialidad que se le supone a un chico de su clase social. Ambos hablan
con una voz alterada cuando están en su traje. Ambos vuelven de un viaje donde
cambian, y donde se preparan para ser otra persona.
Batman siempre ha sido un héroe interesante, y que ha
atraído a lectores y espectadores. Por millones de razones. Pero las que
explota Arrow son muy específicas. El protagonista es un justiciero y se opone a la corrupción. A
la vista de que los poderosos esquivan la justicia común, él va donde las
autoridades no pueden ir. La serie no es tonta y conoce y aprovecha la
coyuntura social actual: los malvados de la lista de Oliver son
empresarios que han robado o estafado o cometido un crimen y se libran de él
por su posición. En Estados Unidos, o en España, con la crisis económica y
financiera, donde también hay malvados, estos muy reales, y con estas mismas
características, es imposible no encontrarle ponerse de parte de este “hombre de la
capucha”.
En el capítulo 01x05 (Damaged) Oliver expone su filosofía para convencer a Diggle de que se una a su cruzada.
De
hecho, en el piloto se hablaba de esas similitudes con Robin Hood: un arquero que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Esto, seguro, es “fácil”. Populista, aunque este adjetivo está siendo revisado
hoy día, a la vista de lo que estamos describiendo de nuestra realidad (la
bajada del suelo de los políticos o criticar a los bancos se veía como
“populista” hace años; hoy, no tanto).
Pero
fácil o no, populista o no, es efectivo. Así funcionan los arquetipos; así
funcionan los héroes. Tienen una misión, son casi más un símbolo que una
persona (o son lo que ninguna persona que conocemos es capaz). Y hacen lo que a
todos nos gustaría. Defender a los débiles; darle caña a los poderosos.
Sí.
Merece la pena preguntarse, como hacía justo Javier Meléndez en este otro artículo, cómo es que, para salvar a los pobres, sólo haya héroes ricos. Yo
diría que es por cuestión de verosimilitud. Si el antagonista es todo el mundo
criminal, parece improbable que un hombre común logre equilibrar las fuerzas.
Si tu oponente son fuerzas tan poderosas como una mafia o un político o un
empresario corrupto, necesitas todos los medios técnicos y tecnológicos a tu
alcance. Y eso sólo lo da el dinero. Por cierto, que Robin Hood también era el
hijo de un rico; de un noble de la época.
Sin embargo, si bien Oliver Queen y Bruce Wayne son ricos (y eso nos aleja de él a la mayoría de nosotros) ninguno tiene poderes especiales. Son personas, como nosotros. Su poder sería su voluntad (otros dirían que su locura, y hay mucho escrito sobre los problemas de la psique de Bruce Wayne). Y eso juega en dos sentidos, al mismo tiempo. Como persona que convierte su vida en una misión resulta un ideal; como alguien que lo hace convirtiendo, mediante entrenamiento, su cuerpo en su arma principal hace que pensemos (que fantaseemos, en verdad) con que cualquiera que lo decidiera podría realizar lo mismo.
Sin embargo, si bien Oliver Queen y Bruce Wayne son ricos (y eso nos aleja de él a la mayoría de nosotros) ninguno tiene poderes especiales. Son personas, como nosotros. Su poder sería su voluntad (otros dirían que su locura, y hay mucho escrito sobre los problemas de la psique de Bruce Wayne). Y eso juega en dos sentidos, al mismo tiempo. Como persona que convierte su vida en una misión resulta un ideal; como alguien que lo hace convirtiendo, mediante entrenamiento, su cuerpo en su arma principal hace que pensemos (que fantaseemos, en verdad) con que cualquiera que lo decidiera podría realizar lo mismo.
Para no alargarme en el post (vicio que parece que tengo), seguiré analizando los posibles motivos por los que Arrow funciona, y en dónde y por qué, no tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Blogger está graciosillo, así que ten paciencia con lo de los comentarios. En todo caso, gracias.