Los que vemos cine y tratamos de estar al día de qué se mueve en la literatura no somos, automáticamente, por suerte o por desgracia (ahí, se agradece su ayuda, querido lector; táchese lo que proceda) críticos o especialistas en un arte o el otro. Pero el contacto con la crítica de ambas sirve bien para los que leemos guiones. Porque al fin y al cabo, uno resuelve que no hay análisis objetivo. O no, a menos que uno sea consciente de sus filias y fobias.
Hace unas semanas, leí
la reseña de Sergi Bellver sobre una (otra)
recopilación de relatistas jóvenes españoles. Y me encontré con que, de paso, aludía y se quejaba (en este artículo, con menos intensidad que en otros foros) de cómo la crítica oficial (la reseña del ABC Cultural) tal vez iba desencaminada cuando demarcaba cuáles debieran ser las influencias de los autores, en lugar de asumir (y analizar) cuáles son las que son, sin juzgarlas.
"...en lo que quizá no acierta Pozuelo Yvancos es, volviendo al tema de los linajes literarios, en demandar una suerte de carta de hispanidad a cuentistas que, guste o no, se han formado leyendo más a Kafka o a Chéjov (como, dicho sea de paso, hicieron buena parte de los autores de la llamada Generación del Medio Siglo, que también leían a Katherine Mansfield o a Poe, y no sólo a Baroja) o a los inevitables norteamericanos (ese santoral del cuento contemporáneo que va de Carver a Cheever, demasiadas veces mal imitado pero pocas bien resuelto, como sí es el caso de Jon Bilbao, sin ir más lejos). [...] la idea de «tradición propia» o «cultura local» traza líneas paralelas de difícil permeabilidad que no se corresponden con la realidad plural y multidisciplinar que desde hace precisamente una década, más o menos, viven los lectores y autores españoles de relato breve."
Esto de la crítica es, pues, bastante complejo, y, en lo que nos toca, nos lleva a los críticos de cine, y las tendencias que pululan, ya sea en los medios tradicionales, como en el mundo de la blogosfera. Y esto llega a futuras generaciones mediante profesores de universidad o talleres literarios o de guión. Esto lo he comprobado y lo he sufrido. Hay autores del canon, pero del canon del profesor concreto, lo que es muy injusto y poco útil. Cuando sales ahí fuera, y quieres publicar, o que tu guión sea producido, tal vez choques con que Carver no es, de veras, el único camino que se ha de seguir, o que el cine social ha muerto, o no interesa el mensaje si no se transforma en una historia que no tenga cargas extras de contenido.
La revista
Cahiers du Cinéma de España tiene su línea editorial, que, lógico, sigue el sendero de la que fue la revista de cabecera de la modernidad cinematográfica. Siempre es más fácil la definición de lo que se hacía, que de lo que se hace, y ahora mirar el cine con ojos modernos, y no posmodernos, no sé si es erróneo. Lo que sí me resulta, a veces, es una especie de actitud bizantina, y un tanto intransigente. No es que no respete a algunos de sus críticos (tuve el honor de conocer la sencillez y los conocimientos de
Carlos F. Heredero), sino que creo que, por estas rendijas de la autoría y la modernidad, a veces se cuelan directores que se hacen autores reconocidos haciendo un poco lo que les da la gana, sin mucha moralidad.
La política de autor ha tenido efectos positivos y negativos. Nadie duda que gracias a aquellos franceses de los 60 ahora vemos a Fritz Lang o a
Jacques Tourneur como autores. Sin embargo, ahora me parece un tanto ingenuo la consideración de un film o un libro (o un relato, incluso) sólo a partir de su conexión con los temas o el estilo del autor. Podríamos, digo yo, aprender un poco de la posmodernidad, que nos ha enseñado que podemos analizar obras, y no conjuntos de obras. Que, de hecho, las intenciones del autor pueden hasta entorpecernos un disfrute propio e íntimo. Además, ya deberíamos disfrutar de cierta distancia para con las teorías psicoanalistas (y no me entiendan mal, soy un gran admirador de Freud) como para que elaboremos una especie de retrato del artista paralelo a su vida personal. En cuanto a lo que el cine se refiere, entiendo que esta postura tiene mucho de desconocimiento de la industria. Escribir un guión es un proceso autónomo y hasta libre, pero el libreto que se haga realidad, no; y la dirección y producción de un film es un proceso que pasa por tantas manos, que es complicado el control de una visión propia y personal. Ni siquiera los grandes logran siempre acertar, y no es -no sólo- una cuestión de voluntad, o de decisiones creativas o artísticas.
Aparte, esto, me temo, crea esos clubs de hinchas que ni disimulan esta opción cuando hablamos de los blogs. Si eres del club “Woody Allen”, todas sus películas te parecerán maravillosas, y no permitirás que nadie te diga que
Match Point (2005) es sólo una revisión de
Delitos y Faltas (Crimes and Misdemeanors, 1985) o que hace mucho que no realiza una comedia redonda, o, al menos, fresca. Si eres del club “Clint Eastwood”, es improbable que si quieras consideres si este director hace films clásicos (en lo bueno y en lo malo) en un tiempo donde esta narrativa nos son ingenuas o pobres o artificiales; o que la calidad de sus películas depende muy mucho de sus guiones (de su capacidad para elegir buenos guiones).
Y así sucesivamente.
"Delitos y Faltas". Una obra maestra.
Luego, a veces me cuestiono para qué preocuparme de si tengo prejuicios, cuando resulta que, desde el nivel más a pie de calle (los blogs), hasta los grandes medios y popes de la crítica, el prejuicio está tan extendido.
Pero tranquilos, que esto sólo me sucede a veces.
Dirigido por es una revista muy interesante, por varios motivos. Uno, porque no hay línea editorial (lo que no ocurre, según Antonio José Navarro en
Cahiers du Cinéma). Otra, porque se comprueba que la subjetividad funciona tan bien, y tanto, como en aquella otra revista. Aquí no parece que se vean tan coartados con mirar el cine desde los presupuestos de la modernidad. Pero, en cambio,
Ángel Sala se explaya en su sección con una evidente defensa excesiva de todo lo que pertenezca al género que tanto ama. Por su parte, Antonio José Navarro ofrece su particular visión sobre cómo la narrativa seca, dura, violenta tiene unos valores de por sí.
A mi me da por pensar que el simple hecho de que una obra trate lo que cuenta con un estilo es tan absurdo como juzgar que es “buena” porque trate temas científicos, históricos o pertenezca a un género o a otro. Por eso decía yo que creía injustificadas las alabanzas al libro de Muñoz Rengel sólo porque genere historias fantásticas, o, ya el colmo, porque se sitúan en geografías “exóticas”.
"Con sus relatos viajaremos desde el Toledo musulmán del siglo XI a la ciudad de Praga del siglo XV, pasando por el Londres victoriano hasta llegar a un futuro no muy lejano. En todos estos escenarios Rengel consigue, con unas breves pinceladas, un retrato milimétrico de la ambientación histórica y geográfica, ofreciendo una lección de síntesis. Cómo el mismo estilo narrativo trasmite el sabor de cada época."
Ya lo ven. Nos fascinamos con facilidad, si leemos los que, a priori, ya nos fascinaba. Pero si hay algo que el libro de
Muñoz Rengel no logra (además de ser original e inquietante, sino a ratos demasiado coqueto con tradiciones y posibles juegos metaliterarios) es ambientación. Fisicidad. Sensación de que estamos allí.
¿Qué pasaría si un escritor hiciera relatos en otra tradición? ¿Si de pronto se inspirara en Ballard o en la ciencia ficción de Aldiss? ¿Y si usara a Maupassant y no a Chéjov? ¿A Tolstoi, en vez de a Dostoyevski? ¿Y si un guionista o un director partiera de Spielberg y no de Godard? ¿De Hitchcock y no de Antonioni? ¿De Fellini y no de Antonioni?
Cada crítico es una mirada; una actitud frente al cine o la literatura. Se me dirá que ellos no son “personalistas” y que aplican criterios estéticos o históricos. Bueno. Lo cierto es que hay varios criterios de estos. Por tanto, esta crítica es igual de subjetiva en cuanto que es una decisión personal, tras, se supone, unos estudios correspondientes (¿y tal vez un profesor que también les “orienten” adecuadamente?) de qué estética, y qué autores forman parte de la tradición “correcta”.
Un buen profesor debería hacer ver a sus alumnos, en un taller, en un aula universitaria, toda la variedad de estéticas que existen y en las que buscar inspiración. ¿Se imaginan qué habrían hecho Marías o Vila Matas si sólo hubieran creido respetable la obra de Galdós?