Hay
muchas maneras de afrontar el clímax de un guión. La que utiliza el guionista
del capítulo piloto de la serie Endeavour aporta una que es capaz de relacionar trama episódica con desarrollo de personaje.
Endeavour aúna género histórico y policíaco, centrado en el recurso del whodunnit. Cada capítulo (una TV-movie en sí, por su duración; ) presenta un
caso: un asesinato. Y el detective del Oxford de los años 60 Endeavour Morse ha
de resolverlo.
No
existe, en sentido estricto, una Trama principal que aúne la serie. Serían,
pues, autoconclusivos, y cerca de eso que los anglosajones llaman stand
alone episodes. Lo que une, y lo hace muy bien, son
los personajes principales, en especial el protagonista.
De
ahí, que el guión de este capítulo piloto se asegure de establecer las características de
este particular héroe. Porque ése sería el tema de Endeavour en verdad: el retrato de un héroe diferente. Concreto. Distinguible.
Por
tanto, es importante que esta trama policíaca al cabo desvele, y, al tiempo,
afecte al arco del personaje. A diferencia de la que quizá sea tendencia, la
del detective distante, cínico, frío, Morse puede que sea callado,
circunspecto. Pero es sensible.
Y
mucho.
La
serie plantea el juego con el espectador que conozca la serie Inspector Morse (ITV, 1987-2000) donde éste ya es
un policía de mediana edad, más bragado por la experiencia. El
contraste se da con que, en esta precuela, como es de lógica, el Morse joven no es todavía así. Y ese extremo desde el que
comienza es justo ese opuesto: alguien idealista, a la que le afecte que el
culpable pueda escudarse en el dinero o ese ambiente universitario de poder de
la ciudad de Oxford.
El
piloto cuenta esto ya bastante bien. Pero es en el clímax donde se refuerza el
posible vínculo por el que se apuesta para que nos identifiquemos. Y que sea el
gancho que nos haga querer seguir la serie.
Pese
a que (como todo whodunnit; fue injusto acusar de
esto a The Killing) hay un potencial culpable, el
Segundo Punto de Giro nos lleva a que el asesino esté más cerca de lo que Morse
consideró.
Nada
menos que una mujer que en su día grabara esos discos de ópera que, como el
mismo Morse le reconoce cuando ésta se ve involucrada en la investigación, le
“salvó la vida” más de una vez. Aquella voz, aquella música, consoló a Morse en
un momento de su backstory que, de momento, no se
explicita.
Que ahora sea ella nada menos que una asesina ya le produce cierto dolor. Y esa sensibilidad se muestra en dos detalles y
momentos, del clímax del episodio.
Uno,
pide con un gesto que su superior no entre a detenerla hasta que no finalice su
actuación en el escenario.
El siguiente, el gesto que indica cómo todo ello le afecta luego en la comisaría.
Pero en este montage de escenas, intencionadamente desordenado, lo que impacta más es que Morse acaba llorando.
Primero, vemos esto.
Luego, el motivo. La cantante y asesina acaba suicidándose en su celda.
El
propio montage ya es una forma muy cinematográfica
(llamativo, siendo esto una serie) de plantear un clímax. Pero que lo que acabe destacando es el efecto de él en el protagonista habla de lo bien que está
enlazada esta trama episódica con el desarrollo dramático del personaje.
De
paso, deja muy claro el posible público que la serie busca. Si a usted no le
placen los héroes (los hombres) que lloran, si prefiere los tipos duros, los de
sangre fría, los cínicos, o los distantes, entonces, Endeavour comunica ya claramente, ésta no es su serie.
Si
le interesa y atraen los personajes inteligentes, agudos, idealistas, y con esa
sensibilidad que les pone en peligro de la frustración constante, entonces sí.
Entonces, sigan Endeavour.
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