viernes, septiembre 08, 2006

Déjà vu en la Caja Tonta

Finaliza el verano, pero no los calores, de modo que la nula brisa causa que uno regrese a las tentaciones de la televisión, a modo de somnífero en la larga noche estival. Entonces, consulto la programación y, de pronto, me tengo que alegrar. He cumplido años, pero es un hecho que, si no se publicita, tal vez no se haga realidad: y la realidad televisiva permite creer que el tiempo no pasa. Que todo se repite.


Gran Hermano 8, Hospital Central, Cuéntame, Aquí no hay quien viva...

Comprendo y asumo (no con igual resignación a toda hora del día) que Estados Unidos es una potencia inalcanzable en cuanto a contenidos audiovisuales, y que sí, de acuerdo, España hace lo que puede. No, esperen. Es esta parte del razonamiento el que no me convence.

Si hablamos de producción, esto es, de cuánto dinero se gasta una productora (y la cadena que la contrata) para la realización de una serie, no se crean: Cuéntame tiene un presupuesto de aquí te espero.

Si hablamos de "lo que el público pide", nos situamos en una reflexión un tanto maniquea. La gente consume, por suerte (para las cadenas) y para desgracia de los propios espectadores, todo lo que le echen: para lo bueno y para lo malo.

Es cierto que Hospital Central, Los Serrano, Aída, etc, registran unos datos altos de audiencia. Pero, aparte de mis dudas sobre el nunca cuestionado método para dicho registro, ¿no es también verdad que Mujeres Desesperadas, Perdidos, CSI, etc, alcanzan cifras respetables?

El hecho, rotundo estimo yo, es que la narrativa televisiva española es teatro filmado. Los guionistas se preocupan (con diferente grado de seriedad) de las tramas de personajes, y esa enfermedad nacional llamada "realismo". A la larga, no es más que una coartada, porque, a poco que analicemos cualquier serie, coincidirán conmigo en que de creíble hay bien poco. Un conocido me comentaba que Globomedia le exigía, desde el jefe de guiones, una pauta sencilla para Los Serrano: más costumbrismo... es la guerra.

La cuestión no es si algo es real o no, sino si es verosímil. Y una vez, ese pacto se establezca bien con el espectador, debería bastar.

Yo, con sinceridad, no conozco hombres tan ceporros como la familia Serrano. No creo que los supuestos bajos fondos que retrata Aída gocen de la chabacanería con ese orgullo algo tonto. No culpo a los guionistas. Es un trabajo. Hacen lo que pueden con los mimbres que les dan. En serio. Hace unos años, en un taller Espido Freire afirmaba que no hay buenos guionistas. No. Lo que no hay son buenos productores. Buenos ejecutivos que sepan qué es bueno, qué es nuevo, qué es original, qué muestra talento. En Estados Unidos, lo saben ya: los que levantan y supervisan las series son los guionistas. Los directores son meros subcontratados.

Obviamente, no creo que la realidad antiterrorista se parezca del todo a 24, o que los CSI americanos resuelvan todos los casos, y, además, en apenas unas horas. Sin embargo, entro en el juego (me hacen entrar) y como espectador recupero la inversión de mis minutos a través de qué elementos se entremeten en la "fórmula"; en lo visual, o en lo narrativo. Para lo primero, 24 hallo una dirección muy dinámica, y un ritmo que debiera impartirse como modelo en las escuelas de guionistas. Para lo segundo, algunos capítulos de los CSI (y no hablo del famoso episodio dirigido por Tarantino) rompen la linealidad, y otro ejemplo es cómo El Ala Oeste de la Casa Blanca explica de forma amena los detalles más complejos de la política de Estados Unidos.

Antes de que se me enjuicie, diré que, de usual, no soy un defensor acérrimo de cualquier producción estadounidense. Juzguen ustedes mismos.

Vean un capítulo de Los Serrano, y luego vean uno de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Comparen la sutileza de Aída, y luego observen el sentido del humor de Mujeres Desesperadas.


Pero es inútil. Para un disfrute holgado de ficción televisiva, parecemos condenados a Imagenio o el Plus, y los canales de series.

No comprendo esta política. Es más, las cadenas debieran considerar el riesgo de que sus audiencias se acostumbren a la calidad de House, Medium, Perdidos, y demás, y demanden que se expongan en los canales en abierto. Cuando les enseñen la ficción nacional, cabe el riesgo de que comparen, y entiendan que oye, no. Que el tiempo es oro, que al final la televisión no es gratis, y que los años sí pasan, aunque la rejilla de programación te seduzca para continuar pensando que todo es igual al 2005, al 2004, o al 2000.

2 comentarios:

  1. ¿El artículo es del 2.006?

    Para desgracia de los espectadores y de los guionistas, tan válido ahora como entonces.

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  2. Ya ves; y la cosa va a peor. Con los cambios que se intuyen en la emisión y recepción de contenidos, no sé yo si la televisión -las cadenas y las productoras- están listas para algo así.

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Blogger está graciosillo, así que ten paciencia con lo de los comentarios. En todo caso, gracias.