Continuemos con el análisis de la primera temporada de The Killing.
Mucho se ha escrito acerca de un final que no resolvía la trama policial. Considero que es una polémica un tanto exagerada (aquí y allí, en Estados Unidos). Esta trama policial, para qué engañarnos, se fue viendo pronto como macguffin (es decir, excusa) para el retrato de personajes. Ningún procedural trata solamente de la trama. Se me ocurre que el paso de este subgénero al formato "serio" de la ficción de las cadenas de "gama alta" (AMC, HBO, etc) no ha gozado del mismo respeto que cuando se transplantaron otros géneros. Tampoco The Wire resolvía los problemas originados por "los malos" (si es que esta clasificación es aplicable en una ficción con tantos matices), y, de hecho, ni siquiera en la última temporada los malvados acababan en la cárcel. No oí entonces a nadie indicando que se traicionara al "espíritu" de los policiales.
En cualquier caso, The Killing no mareaba la perdiz más que cualquier otro policial. ¿De veras alguien se sintió decepcionado porque los sucesivos sospechosos fueran falsos culpables? No tiene sentido: es precisamente una de las señas de identidad del subgénero. Lo vemos en El mentalista, en Castle, en CSI... La propia palabra whodunnit señala que lo que conduce la narración es adivinar y aguardar a que se nos cuente quién cometió el crimen. Si el primer sospechoso fuera el culpable, ni habría suspense, ni la ficción duraría más de 20 o 30 minutos. En The Killing la gente parece que comenzó a impacientarse ya con el segundo sospechoso (el profesor) ¿De veras alguien creyó que era él? ¿Cuando estábamos en capítulos tan lejos del final? Y como cualquiera de ellos, el objetivo siempre es eso de “nada es lo que parece” que no es original, por lo que también sorprende que nos escandalice ahora. Ni eso ni que el subgénero precisamente siempre trate de otra cosa: el whodunnit es un medio para que se exprese un tema.
Mucho se ha escrito acerca de un final que no resolvía la trama policial. Considero que es una polémica un tanto exagerada (aquí y allí, en Estados Unidos). Esta trama policial, para qué engañarnos, se fue viendo pronto como macguffin (es decir, excusa) para el retrato de personajes. Ningún procedural trata solamente de la trama. Se me ocurre que el paso de este subgénero al formato "serio" de la ficción de las cadenas de "gama alta" (AMC, HBO, etc) no ha gozado del mismo respeto que cuando se transplantaron otros géneros. Tampoco The Wire resolvía los problemas originados por "los malos" (si es que esta clasificación es aplicable en una ficción con tantos matices), y, de hecho, ni siquiera en la última temporada los malvados acababan en la cárcel. No oí entonces a nadie indicando que se traicionara al "espíritu" de los policiales.
En cualquier caso, The Killing no mareaba la perdiz más que cualquier otro policial. ¿De veras alguien se sintió decepcionado porque los sucesivos sospechosos fueran falsos culpables? No tiene sentido: es precisamente una de las señas de identidad del subgénero. Lo vemos en El mentalista, en Castle, en CSI... La propia palabra whodunnit señala que lo que conduce la narración es adivinar y aguardar a que se nos cuente quién cometió el crimen. Si el primer sospechoso fuera el culpable, ni habría suspense, ni la ficción duraría más de 20 o 30 minutos. En The Killing la gente parece que comenzó a impacientarse ya con el segundo sospechoso (el profesor) ¿De veras alguien creyó que era él? ¿Cuando estábamos en capítulos tan lejos del final? Y como cualquiera de ellos, el objetivo siempre es eso de “nada es lo que parece” que no es original, por lo que también sorprende que nos escandalice ahora. Ni eso ni que el subgénero precisamente siempre trate de otra cosa: el whodunnit es un medio para que se exprese un tema.
A anotar, cómo se retrata una ciudad, Seattle: apenas unos planos de la misma como tal ciudad, en el piloto; el resto de la serie, planos de industria que podría estar situada en cualquier pueblo grande. Sólo alguno como la declaración de Darren Richmond frente al hospital puede recordarnos que esto es una capital. Una en la que, sin embargo, donde todo está cerca, todos se conocen, todos se deben algo. La propia comisaría parece pequeña.
¿Más aspectos interesantes? Un retrato de las cloacas de la política que parte de un personaje (Darren Richmond) que no es precisamente típico. Uno que se pretende justo y, al tiempo, uno que se siente (y lo sabremos al final) más torturado de lo esperado por un lado oscuro que no es precisamente el de la política.
Esta escena (del Capítulo 8, Stonewalled) forma parte de la Subtrama de Simmons. Se le ofrecen dos posibilidades, poco limpias, ambas, para ganarle puntos al oponente político en las elecciones. Para ver cómo la evolución de Simmons en relación a su backstory (trágico) pueden leer el análisis de escenas posteriores de la misma Subtrama, que realiza Javier Meléndez, en La Solución Elegante.
El retrato de Halder también es bastante complejo. Porque es un contrapunto muy divertido (ese "Yo!" que repite para dirigirse a Sarah) a su compañera, pero también porque es un detective con sus demonios, a ratos bastante inquietantes. Como aquella escena del capítulo 3 (El Diablo) donde interrogaba a dos animadoras del instituto.
Luego, un poco de su backstory vino para que lo viéramos con otros ojos, como hizo la propia protagonista. Aunque el final nos exponía que Halder tendrá mucho que explicar, como ya mencionábamos, en la segunda temporada.
The Killing tiene sus errores, sin duda, y algo de ello ya lo hemos visto. La crítica social al tema de los prejuicios contra los musulmanes resulta un tanto obvia, y es probable que la trama se estancara demasiado tiempo ahí... para luego acelerar un poco demasiado en el 12 y el 13 con lo del casino y la agencia de contactos.
A ratos, sufrimos pero también nos desesperamos con que Mitch Larsen no supere la muerte de su hija; aunque esto lo justifica que la serie expone, como decíamos, día a día; por tanto no pasa realmente tanto tiempo; 13 días. Sería poco verosímil que Mitch olvidara lo sucedido tan pronto. De hecho, en cierto modo, The Killing propone lo que queda fuera, por tiempo, de cualquier capítulo de este mismo género, de whodunnit o de procedural. Las personas. Viendo, por ejemplo, el tono (pretendido, no es un error) de Castle, y como los crímenes casi se asumen con bromas, entenderemos el posible objetivo de la serie de la AMC. ¿Qué pasa después de esa escena mil veces vista (en Castle, en El mentalista, en CSI) en la cual los agentes comunican a los familiares de una víctima su muerte? ¿Cómo siguen adelante? ¿Lo superan o el hecho les destruye? Y así, estaríamos ante el tema que el esquema de procedimental encuadra.
Por otra parte, no niego que en esta serie también sea posible alguna incoherencia, aunque sólo se probará cuando veamos la segunda temporada. En el capítulo 12 (Beau Soleil) la actuación de Halder al averiguar pistas que apuntan al supuesto culpable tal vez no se justifique bien una vez sepamos a quién protege. Parece tan sorprendido como cualquiera cuando indaga en la dirección del político, pese a que el final de la temporada pareciera negarlo.
The Killing no es una serie perfecta (tampoco estoy muy seguro de qué es la perfección), pero ofrece mucho y bueno. Y este propio análisis, si se fijan, prueba que la realización tampoco es ajena a esa calidad: ofrece varios de los mejores planos e imágenes que se vieron en 2011.
Un travelling suave, elegante, que empieza con la reacción del profesor a la salida de sus alumnos del aula... y concluye en un plano que promete y transmite lo que le acompañará toda su vida, sea culpable o no. (Capítulo 9, Undertow)
A ratos, sufrimos pero también nos desesperamos con que Mitch Larsen no supere la muerte de su hija; aunque esto lo justifica que la serie expone, como decíamos, día a día; por tanto no pasa realmente tanto tiempo; 13 días. Sería poco verosímil que Mitch olvidara lo sucedido tan pronto. De hecho, en cierto modo, The Killing propone lo que queda fuera, por tiempo, de cualquier capítulo de este mismo género, de whodunnit o de procedural. Las personas. Viendo, por ejemplo, el tono (pretendido, no es un error) de Castle, y como los crímenes casi se asumen con bromas, entenderemos el posible objetivo de la serie de la AMC. ¿Qué pasa después de esa escena mil veces vista (en Castle, en El mentalista, en CSI) en la cual los agentes comunican a los familiares de una víctima su muerte? ¿Cómo siguen adelante? ¿Lo superan o el hecho les destruye? Y así, estaríamos ante el tema que el esquema de procedimental encuadra.
Por otra parte, no niego que en esta serie también sea posible alguna incoherencia, aunque sólo se probará cuando veamos la segunda temporada. En el capítulo 12 (Beau Soleil) la actuación de Halder al averiguar pistas que apuntan al supuesto culpable tal vez no se justifique bien una vez sepamos a quién protege. Parece tan sorprendido como cualquiera cuando indaga en la dirección del político, pese a que el final de la temporada pareciera negarlo.
The Killing no es una serie perfecta (tampoco estoy muy seguro de qué es la perfección), pero ofrece mucho y bueno. Y este propio análisis, si se fijan, prueba que la realización tampoco es ajena a esa calidad: ofrece varios de los mejores planos e imágenes que se vieron en 2011.
Buenas tardes,
ResponderEliminarSi tuviera que poner un "pero" a THE KILLING no sería precisamente por el capítulo final. No obstante, considero que es una maniobra arriesgadísima. No será la primera vez que mencione que a Twin Peaks le pasó factura.
Por otra parte, ¿por qué saber quién es el malo afectaría a la serie? Es decir, si lo sabemos realmente, no que lo intuyamos. La serie trataría sobre cómo demostrarlo y coger el malo. Claro que, se tendría que jugar con otros elementos. De momento el procedimental a lo Colombo es difícil en versión 13 capítulos.
"¿por qué saber quién es el malo afectaría a la serie? Es decir, si lo sabemos realmente, no que lo intuyamos. La serie trataría sobre cómo demostrarlo y coger el malo.
ResponderEliminarJavier, si supiéramos quién es "el malo", entonces no sería un whodunnit, si bien supongo que podría seguir siendo un procedural. Pero The Killing siempré apostó por el misterio en torno al quién, y no en torno al cómo. Era una opción, pero creo que el tipo de crimen en sí desestimaba esa posibilidad. El "cómo" es más misterioso si el asesinato tiene lugar en espacios y tiempos dificultosos para el posible asesino, de forma que el espectador se pregunte cómo demonios lo ha conseguido si era tan difícil.