A raíz de mi lista de lo mejor (o significativo) del 2011 en cuanto a series de televisión, he revisado The Killing. Y he aquí mi análisis. Advierto que no he visto la serie danesa en la que se basa, por lo que no puedo constatar si los errores de la versión estadounidense son propios o ajenos, y lo mismo, con los aciertos.
Hay que plantearse, en serio, y pronto, si un plano fijo sobre alguien que llora no es tan escabroso como uno que muestre cómo le vuelan la tapa de los sesos. También dependerá del tono (cuando lo hace Tarantino, sabemos que es broma, aunque esto también permite el debate sobre su ética). Sea como sea, pienso que existe una pornografía de los sentimientos (a lo que se va acercando The Walking Dead, me temo). The Killing esquiva esta bala casi todo el tiempo. La delicadeza con la que se trata el sufrimiento humano se prueba en el plano donde Stan Larsen reacciona ante la muerte de la hija (queda desenfocado, de fondo, mientras la detective se aleja). Y hay muchos ejemplos similares por toda la serie.
El “ritmo AMC” permite los silencios y los planos pausados para que asumamos lo que le pasa por dentro a los miembros de la familia de Rosie Larsen, pero también de la protagonista. Destaca la dosificación de la información. Averiguamos poco a poco que la que creíamos que era madre de Sarah es una trabajadora social; y que la conoce por un Backstory problemático: Sarah estuvo a punto de perder la custodia de su hijo.
Ahora bien, The Killing se arriesga un poco demasiado. Sólo en AMC puede darse un capítulo entero de casi plena digresión. Es el capítulo 11 (Missing). Pese a todo, los guionistas se aseguran de que no se da de lado la Trama principal. De hecho, tiene uno de los mejores principios, cuando a Sarah, y su investigación, se le presentan unos oponentes de esos que podemos odiar enseguida: los dueños del casino indio, que la echan sin contemplaciones. Sólo recuerdo otro ejemplo similar de capítulo digresivo, también en AMC: aquella otra gran serie, Rubicon. Otro día hablamos de Game of Thrones, y cómo la digresión es parte de su ficción.
Es cierto que este capítulo 11 siembra posibilidades. Con Holder averiguando más detalles sobre Sarah, la segunda temporada puede convertir este capítulo en muy relevante. Aun así, serían datos que podían haber ido en cualquier otro episodio. Es decir, que los guionistas hayan optado por separar narración de desarrollo dramático puede verse como una falla. Y que se necesite un capítulo entero para ahondar en el Backstory de Sarah.
En cambio, AMC sigue apostando por unas pausas que, en este caso, han podido ir en contra de muchos espectadores (aunque quizá no la audiencia que busca). Estos cuestionarán que se use la digresión a dos capítulos del final. O que es otro riesgo empezar tan fuerte con un obstáculo potente para seguir con la Trama (y la investigación), y luego no tiene su "paid-off"; su "recompensa" (no hasta el final de dicho capítulo 11). Y puede que no les falte razón.
Por otra parte, este ritmo pausado se equilibra con algo de mucho valor: la naturalidad. El minimalismo narrativo (con sus seguidores fieles) ha encontrado su sitio en televisión. En el caso de The Killing, nunca al precio del ridículo de sus extremos: aquí las cosas no se hacen explícitas pero estas elipsis no siempre dependen de silencios que no nos creeríamos en el mundo real (sobre todo, por la procedencia social de sus personajes)… Miren, por ejemplo, la escena del piloto en que nos enteramos de cómo Darren tiene una aventura con su jefa de campaña… Sin deletrearlo, pero, a la vez, con un diálogo natural, y hasta bromista. Por tanto, un realismo que no busca ser siempre demasiado explicativo, pero no uno que tienda a los excesos de silencios.
O aquella del capítulo 5 (Super 8). Para mí, es uno de los mejores; Javier, de La Solución Elegante tienen un buen análisis de otra escena de éste. En la escena a la que me refiero Rick charla animadamente (con bromas) con Sarah, antes de ir al grano: ¿colgará los dibujos de Rosie? Ella no dibuja, repone Sarah. Pero Rick deja claro que no es lo relevante: Sarah va camino de obsesionarse con un caso. Y no sería la primera vez.
El capítulo, además, cierra con un plano que no necesita palabras: Sarah, frente al panel donde tiene todos los datos de Rosie… y también extractos de esas películas que rodaba. Como sospechaba Rick, Sarah ya no puede dejar el caso.
Este plano (en realidad, un travelling hacia atrás; muy suave, "marca" estética de la realización de la serie) lo confirma. No; Sarah Linden no es una persona diferente. No ha cambiado. Aún se obsesiona con los casos. Y con las víctimas.
De camino, diremos que la actriz que hace de Sarah Linden es un portento. El personaje tiene acceso a varios registros (con Rick, por ejemplo, es amorosa y divertida), aunque Mireille Enos sabe aprovecharlos.
El capítulo 11 tiene uno de los mejores momentos de la interpretación de Mireille Enos. Sin embargo, oponiéndose a esta escena, donde el dolor y la preocupación por su hijo, ya está presente, sin enfatizarse, luego se opta por incluir una bastante más obvia. Cuando se encuentra el cadáver de un chico que ella sospecha que puede ser Jack. Por desgracia, ahí se olvida la delicadeza y se usa el énfasis en lo dramático. Una lástima.