A estas alturas puede ser obvio, pero no deja de tener una trayectoria relativamente corta esta nueva faceta exigida al guionista. El mundo cambia, el mercado se vuelve más exigente, y, en parte, como decía en el anterior post, el guionista requiere más y más de nuevas competencias, bien sean en el propio proceso de comercialización (otro día, ahondamos sobre a qué me refiero, pero anticipo que se refiere al transmedia), o bien en cómo nos acercamos a quien quiera producir nuestro proyecto.
No venderse, y, a mucha honra, no saber hacerlo; que el que quien tenga interés, que nos juzgue por nuestro trabajo (escrito); que lo que cuenta es nuestra historia… Muchos hemos pasado por estas reflexiones. ¿Obsoletas? No, en verdad; pero poco prácticas, sin duda. Igual que a un escritor, su rostro y habilidades sociales no deberían sumarle o restarle puntos en cuanto a su novela se refiere, ¿por qué al guionista hay que ponerle cara? O, ¿siendo más concretos? ¿Por qué hay que ponerle tanta cara (y voz)? ¿Por qué hemos de saber, ya puestos, echarle cara?
Hoy hemos asistido a nuestros primeros ensayos de pitching. Y todos hemos luchado contra esta limitación que tan poco se relaciona con alguien que vive “en su mundo”, que lo es de palabras, y papeles o documentos de Word. Sin embargo, la profesora, María, tiene razón. El tiempo es limitado. Mañana, en la Casa de América, tenemos apenas dos horas y algo para que se expongan 19 proyectos. 19 pitchings. Otorgarles a cada uno más de tres minutos y medio es imposible.
Esto no quita que uno asienta con la cabeza, comprenda, asuma, pero se lamente de todas formas. Porque hoy he asistido a pitchings de seis minutos que me han tenido en vilo. Porque el tiempo, en verdad, es subjetivo, y alguien que cuenta algo en cuatro minutos puede aburrirte a morir, y alguien que usa tres más puede dejarte con ganas de más.
Cierto es que todos deberíamos estar ya familiarizados con el concepto de concreción, gracias a las mil y una sinopsis que habremos redactado en nuestra vida profesional. Sin embargo, el pitching, digamos, es un género propio, y diferente. No se trata únicamente de que resumamos la historia, sino de que incluyamos elementos externos a ellas, como pueden ser la motivación personal que nos ha llevado a ella. O la inclusión de alguna breve reflexión sobre la temática y el tono. Tiene, pues, algo de metaficción, y, además, en vivo. Tienes que convertir cómo llegaste a tu historia y qué quieres contarle al mundo con ella en una historia por sí misma. Y hacerlo en voz alta.
Hemos tenido de todo. Gente que ha hecho sus deberes, como el autor de El Duende, una historia de terror en la Colombia rural (nota; si lee esto, David Muñoz, su próximo tutor, creo que va a disfrutar con ello mucho), y que ha sido bastante conciso, probándose que lo había trabajado para que todo entrara en ese margen de tiempo de tres minutos y algo. Gente que se ha encontrado incómoda vendiendo qué tenía de bueno o extraordinario algo tan personal como la elección de un relato específico. Es el caso de María, y de El Desentierro. La primera, ya les digo que se rumorea que sale producida sí o sí. El autor es de una humildad increíble, y me alegro de haber asistido a esta prueba de hoy, porque así es como he sabido (por los compañeros) que el pitching no le hacía justicia a un guión que, al parecer, es maravilloso.
Claudio Perrin, el autor de El Desengaño, peca de esa misma timidez, aunque, pese a ello, yo he intuido una historia donde ya sólo el contexto ya le da un potencial visual y, de paso, conceptual muy fuerte. Todo tiene lugar en un carnaval muy diferente, con detalles más indígenas y en una (otra) Argentina que no es la urbana ni la bonarense, tal vez demasiado constante en el cine de allá.
El carnaval de Jujuy. Otro mundo.
Si todo sale bien, o, en fin, sale, es posible que siga hablando de este proyecto, y alguno más. Aunque quizá todo dependa de que me toque la lotería y monte yo mi propia productora, porque, de verdad, que me gustaría ver muchos de estas ideas en cine. Entre otras, Zanahoria, de Enrique Buchichio, o el western-noir, y superproducción, de Federico Arzeno.
También ha habido gente que ha sabido ser hasta agresiva. Gente que se ha enrollado demasiado, olvidando que, aunque hoy era un ensayo (y que los compañeros no serían tan duros), esto no era un encuentro casual. Gente que ha sido amena, divertida, apasionada, sencilla, tímida. Es difícil, esto del pitching; no lo hagan en casa solos.
Yo me encuentro en el grupo de los de más de seis minutos. Siempre he sido más de novela o relatos largos que de microrelatos. Por suerte, Carla es quien tendrá el protagonismo, porque lleva mucho tiempo hablando de su película, y sabe bien qué adelantar para que se cause el interés suficiente en una potencial platea. Y eso que ya contamos con una probable coproducción cerrada.
Creo que mi rol, en esta ocasión, es más sencillo. No me siento incómodo alabando un proyecto que no es mío. Cerca del Cielo es una ficción que he analizado, discutido, desglosado y disfrutado tanto que ya conozco de sobra cuáles son sus valores. Por lo que me dicen los compañeros, da gusto ver que el productor (aunque yo no sea el de la pasta, en realidad sí que estoy desempeñando tareas de producción ejecutiva, sin darme cuenta) tiene tan buena conexión y empatía con el guionista. En cualquier caso, tal vez, voy concluyendo, parte de la tarea de un productor sea la de detectar y extraer los conceptos claves de la historia, para que sea posible convertirlo, no ya en película, sino en película distinguible entre la marea excesiva de títulos, ya sea en salas o en los propios festivales.
Pero, claro, me queda trabajar en ser más escueto en mi intervención de mañana. Me dicen que, como buen andaluz, hablo mucho; yo no sé si esto es de veras algo propio de “lo andaluz”, dado que creo poco en los nacionalismos como demarcadores de personalidades. Yo, eso de que seamos apasionados, al tiempo que sintéticos, me resulta una incoherencia máxima, pero ey, todos tenemos que aprender aquello que peor se nos da. Les juro que mañana seré concreto y apasionado. Creo.
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