"Las impenetrables tinieblas bloqueaban el navío tan de cerca, que parecía que con sólo tender la mano por encima de la borda se tocaría una sustancia sobrenatural. Había en ellas uno no sé qué de terror inconcebible y de indecible misterio. Las pocas estrellas que brillaban sobre nuestras cabezas sólo arrojaban sobre el navío una luz oscura, sin dejar sobre el agua ningún reflejo, como rayos aislados atravesando una atmósfera convertida en hollín. Era algo que yo no había visto nunca hasta entonces, y que no permitía la menor conjetura respecto a la dirección en que podría producirse un cambio; algo, realmente, como una amenaza cerrándose en torno nuestro.
El timón continuaba solo; una inmovilidad absoluta reinaba en todas partes. Si el aire se había ennegrecido, el mar parecía haberse vuelto sólido. Era inútil mirar a los lados, esperar una señal, tratar de prever la proximidad del momento. Cuando éste llegara, las tinieblas absorberían silenciosamente la débil claridad que caía de las estrellas sobre el navío, y sobrevendría el fin de todo, sin un suspiro, sin un movimiento, sin un murmullo, y todos nuestros corazones se detendrían como relojes a los que se les terminara la cuerda."
El timón continuaba solo; una inmovilidad absoluta reinaba en todas partes. Si el aire se había ennegrecido, el mar parecía haberse vuelto sólido. Era inútil mirar a los lados, esperar una señal, tratar de prever la proximidad del momento. Cuando éste llegara, las tinieblas absorberían silenciosamente la débil claridad que caía de las estrellas sobre el navío, y sobrevendría el fin de todo, sin un suspiro, sin un movimiento, sin un murmullo, y todos nuestros corazones se detendrían como relojes a los que se les terminara la cuerda."
La línea de sombra (1916). Joseph Conrad. Editorial Cátedra. 1998.
Hay y habrá siempre todo un imaginario poderoso sobre el tránsito de la vida a la muerte. Menos común, creo, es otorgarle fuerza y relevancia a otro rito de paso: el que nos empuja desde la juventud hasta la madurez. Y hacerlo, como es este caso, con imágenes y acciones tan naturales que lo realista a lo mejor hasta nos despista un poco.
Hacia el final es donde adquiere todo su sentido. Probablemente La Línea de Sombra sea una obra menor, aunque merezca la pena por ese viaje cuyo oponente máximo no es la usual peripecia sobre los mares, sino justamente la demora. La quietud de un barco al que una aparente maldición impide recibir los vientos necesarios para avanzar en esa línea de sombra.
Sólo apena que no sepamos de cómo el narrador y personaje afronta, después, esa mirada nueva tras el aprendizaje. Habrá que leer más obras de Conrad, para averiguarlo.
Sólo apena que no sepamos de cómo el narrador y personaje afronta, después, esa mirada nueva tras el aprendizaje. Habrá que leer más obras de Conrad, para averiguarlo.
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