lunes, octubre 25, 2010

CAMINOS PARA LAS ADAPTACIONES DE SUPERHÉROES

Ahora que he visto Iron Man 2, y he revisado Iron Man, se me ocurren unas cuantas reflexiones. Algunas de ellas proceden de que ando leyendo muchos números de Batman. 

Empecemos por lo obvio. Es tan complicado adaptar un cómic al cine como cualquier otra obra.

El escollo que se pensaba principal estaba en el aspecto técnico. Sin el desarrollo del CGI, no veríamos un Spiderman lanzando sus redes entre edificios con credibilidad. Bien. Lucas empuja y Industrial Lightand Magic nos trae Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993). Unos años, y sería posible Spiderman (2002). Y aquí que llega la contradicción: los efectos generan tantos gastos, que los presupuestos se disparan. Las productoras desean directores manejables; hábiles y fiables, pero, sobre todo, manejables. No sé si lo recordarán pero James Cameron era un candidato a dirigir aquel film, y hasta tenía un guión. Por supuesto, el problema principal fueron, en ese momento, los derechos. Sin embargo, parece significativo que, cuando aquello se resolvió, nadie volvió la mirada a ese guión. Al parecer, una historia más cerca del que sería el Batman de Nolan. Pero no.

Prefirieron a Sam Raimi; un Raimi, por otra parte, adocenado, y lejos de esa dirección alocada (y divertida) que tanto le caracterizaba. Luego, el producto estaba listo: Spiderman hizo una magnífica cuenta de resultados. ¿Que el guión era infumable? ¿Que no había apenas un detalle interesante en la realización? No importaba.


Las películas de superhéroes siguieron esa pauta. Grandes presupuestos, con directores que no tenían por qué dirigir las escenas de acción. Ésas, para una segunda unidad que sea competente, y unos chicos de las empresas de efectos, que sepan incluir lo que se necesite. Visto así, ya no es tan absurdo que optaran por Tim Story para Los Cuatro Fantásticos (2005). Venía de hacer comedia "independiente", pero, con un buen equipo de producción, y con su única responsabilidad en dirigir actores, ¿para qué más?

Esto implica que lo que será interesante estará, justamente, entre escena de acción y escena de acción. Para eso, la historia, y los posibles subtemas que trate, deberán de ser estupendos. Y si el guión no lo fuera -en una primera versión- entonces se requiere un buen director, con personalidad, que oriente dicho guión.

Obviamente, Sam Raimi no encaja en ese perfil. Para que Spiderman 2 (2004) tuviera una cierta entidad como historia, hubo de venir nada menos que un escritor: Michael Chabon. Y, aún con todo, también andaban por allí los creadores de Smallville, que parece probable que aportaran esa mitología del superhéroe hecha diálogos; basta ver algunos capítulos de la serie de televisión (antes de que estos, sus creadores, la dejaran, claro) para que encontremos similitudes entre esos discursos que sueltan uno de los padres del futuro Superman y lo que le comenta la Tía May a Peter Parker en Spiderman 2.
 
Ahora que me pongo al día con cómics, como decía, confirmo que esta plaga discursiva y retórica también puede que venga de aquí. Quién sabe. A lo mejor, desde que se alaba a los autores “serios” del noveno arte, el resto cree que incluir literatura (mejor dicho, una percepción peculiar de lo que es literatura), muchos han querido emular a Moore o a Miller. De hecho, parece que el guión de James Cameron también usaría mucho el recurso a la voice over (aunque yo no lo aseguraría hasta leerlo, aquí ). Y así nos va. No hay nada más insoportable de Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller y Quentin Tarantino, 2005) que esa voice over continua, entre la de un narrador, y la que te da acceso a los pensamientos de los personajes, que, a mí me da que busca modelos literartios en la novela negra.

Curioso, por dos motivos; uno, porque gracias a la posmodernidad, se empieza a cuestionar que Chandler y similares sean autores tan “grandes”; y otro, porque, aunque esa literatura fuera buena literatura, una cosa es mirar a ella, y otra cosa es imitarla bien. Escuchen un poco de este extracto de Sin City. Y no me digan que, a ratos, no les da la risa con algunas líneas.


Luego, Raimi tuvo más control con Spiderman 3. Tras asentir con la cabeza a todo, supongo que esta vez pidió más control. Y ya ven. La película se va por unos derroteros, que va de lo más clásico a esos momentos “suyos” a lo Posesión Infernal, quedando como exasperante o ridículo por momentos.

 
Jon Favreu tampoco es un director con personalidad. Por tanto, su aportación a la saga de Iron Man es y será casi anecdótica. Un bloguero apuntaba que incluso se contó con un buen dibujante para diseñar las escenas en Iron Man 2. ¿Sirvió para algo? No. Nada nuevo.  


O esperen. Maticemos. Sí que se vislumbra un posible camino en las dos películas con Tony Stark como protagonista. O sea, sí hay un resquicio de decisión del director (aunque yo diría que muy de acuerdo con el actor). Por una parte, se prefiere un enemigo y una trama que expulse los elementos fantásticos. Favreu reconoce que se consideró que el nacimiento de Iron Man en pantalla incluyera a El Mandarín. Pero se pensó que era “demasiado fantástico”. ¿Se encaminan las historias de super héroes con un marco realista, donde Tony Stara actúa y se relaciona con guerras y situaciones que el espectador puede considerar como plausibles? Puede ser, aunque la noticia de que El Mandarín volvería a Iron Man 3 vuelve todo más complejo. 

¿La otra decisión relevante? Tal vez para distanciarse del “modelo Nolan”, Favreu reconstruye a Tony Stark como un personaje con posibilidades para la comedia. Según leo aquí, el personaje de cómic ya tenía muchas de las características del film, aunque la opción de los dos films es exagerarlo. Yo, a ratos, creo que es parecido a la interpretación de Downey Junior del nuevo Sherlock Holmes. Una mezcla de geek excéntrico y adulto con complejo de Peter Pan; ambas características relacionadas con algo obvio. Su incapacidad para relacionarse con mujeres. Pero no se equivoquen: no hay mucho de autocrítica aquí. Es decir, no es que se nos muestre así para que cuestionemos eso de los superhéroes.
  
No. La estrategia es para que caiga bien a la mayor audiencia posible. Con estos mimbres, poco puede colarse de un conflicto más profundo, como pudiera ser la sombra del padre (tangencialmente tratada en Iron Man 2) o esa tendencia a la autodestrucción mediante la bebida que se entreve, pero que no adquiere la fuerza que tenía en la serie de cómics del personaje cuando éste se hizo para audiencias más adultas.


 Otra cuestión destacable es que ese fondo de actualidad que otorga “realismo” (en el sentido más clásico) acaba por contradecirse, con un enemigo de la antigua Unión Soviética, y una venganza personal que no tiene mucho de política, además de un enemigo “secundario” muy bien escrito en ese sentido de la comedia (y el actor, Sam Rockwell, está estupendo, sin duda) pero que acaba por diluir al héroe, por contraponérsele oponentes tan poco inteligentes.

Resumiendo; Tony Stark/Iron Man es un tipo simpático, por irresponsable, narcisista, y “genio” de la ciencia que, para colmo, necesita un deux machina (S.H.I.E.L.D) que le salve la vida, y que gana porque sus enemigos son poco menos que caricaturas.

Yo no le veo similitud alguna al personaje de cómic que, por ejemplo, participa en la saga Civil War, de Marvel. ¿Estrategia válida? Sin duda. Las adaptaciones necesitan libertad de sus modelos. Pero es triste que no se consideren casi ninguna de las posibilidades de los superhérores cuando, ahora que leo y leo, tiene números y números, y autores y autores, que aportan, en cambio, variaciones en el personaje y hasta el estilo visual.

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