Viendo la terrible evolución en que ha desembocado la cuarta temporada de Primeval, me pregunto si la calidad de los guiones no depende, también, de un concepto de serie. Sobre todo cuando no procede del todo de uno o varios guionistas sino de departamento de producción.
Primeval era una serie simpática. Con una idea interesante como punto de partida: agujeros temporales que permitían que seres de cualquier tiempo pasado (luego, más adelante, también del futuro) penetraran en el tiempo actual. No, claro; no era Battlestar Galactica.
Ni los personajes eran mucho más que arquetipos (el jefe estirado so british; el nerd o geek con problemas de relaciones, etc), ni los capítulos eran un alarde de originalidad. La clave, tal vez, para que se mantuviera el interés estaba en algo quizá ajeno al canon del guionista, aunque no del todo descartable.
Llamémoslo el afán por "lo maravilloso". Eso que nos mueve en el género fantástico o de ciencia ficción. Eso que nos atraigan esas invitaciones a mundos que crecen y se desarrollan con sus propias normas.
Luego, además, introdujeron una buena némesis; esa doctora con un plan secreto que no hacía sino complicarle la vida a los protagonistas. En ese caso, tuvieron un acierto: no retrasaban una y otra vez darnos nueva información sobre dicho plan. Poco a poco se iba desvelando.
Pero, o bien se acabó el dinero, o bien lo hizo, pero no se acabaron las ganas de recuperar lo invertido.
Hannah Spearrit. Otra razón, más pueril, para seguir viendo la serie, si eras espectador masculino.
Con una detectable merma en la inversión en los efectos especiales, hay escenas en las que el guión, de acuerdo, no tiene por qué verse afectado. De hecho, lo común es que las escenas de acción ni siquiera se escriban, anticipando que dirección y producción alterará el dónde y el cómo.
En el capítulo 4 de Primeval de esta cuarta temporada, por ejemplo, que se requiera el recurso (un poco manido) de luces estropeadas que se enciende y se apagan, para que el enfrentamiento con el monstruo digital (y los insertos donde éste es sólo un muñeco), es más una solución de ingenio, y de producción, que una carga para la historia.
Sin embargo, Primeval se contradice desde que sus responsables (o los de la cadena, ITV) decidieron que cada capítulo insistiría justo en aquello que les trae estos problemas de credibilidad. Así, los guiones son una sucesión de set-pieces.
Ésas en las que tan bien destaca Steven Spielberg. ¿Recuerdan el primer ataque del T-Rex en Parque Jurásico o la escena con los niños y los Velociraptores en la cocina? Dos set pieces que salvan una película. ¿Y saben qué? Spielberg le dijo a su guionista que se las dejara a él.
Pero Primeval es una serie. Con un argumento recurrente. Y sólo hay un número relativo de posibilidades en un esquema que es "monstruo-que-persigue-a-alguien".
Así, las set-pieces como mucho prueban los esfuerzos de producción porque aquello no resulte ridículo.
Sin embargo, ocupan tanto metraje (tantas páginas de guión) que no hay para más. Ni historia, ni trama, ni personajes.
Tal vez en todo ello influya que la serie naciera, además de una idea argumental, de una idea de producción: la que tuvo el que era el mismo productor de Walking with Dinosaurs. Utilizarán aquello ya realizado para esta serie para esos animales que se colaban por "las anomalías".
Ahora bien, como modo de financiación, como ahorro, como, de nuevo, concepto de producción es hábil. Sin embargo, una vez introduces el qué, y los capítulos se acumulan siendo meros cómo (cómo atrapan al animal y, o bien lo devuelven a su tiempo, o bien lo cazan), mejor te preocupas por el quién (o quiénes) y por el por qué.
Tras tres temporadas, todavía nadie ha dado siquiera una hipótesis de por qué suceden las anomalías. ¿Recuerdan la impaciencia y las decepciones entre los seguidores de Lost? Pues eso. Y, al menos, allí el género, al cabo, de ciencia ficción tenía tantos elementos como de cine fantástico. Me da que en la ciencia ficción más pura necesitamos más respuestas razonadas.
El precio por estos descuidos es que la serie llegó a cancelarse.
Más extraño resulta que volviera, cuando los mejores capítulos, estaba claro, ya habían sido emitidos, hacia mucho (por ejemplo, aquel del tigre dientes de sable, con su giro inesperado) los nuevos no iban por el mejor camino posible. Se olvidaba la exploración de todas esas posibilidades que dan lo de los viajes en el tiempo, dando lugar a aquel giro tan curioso (y por fin, con efectos en los personajes) donde un miembro del grupo era "alterado" en el pasado para que nunca llegara a conocer a los demás.
La tercera temporada aportaba una nueva visión sobre las anomalías (sin explicarlas): las criaturas contenidas en mitos y leyendas no eran sino resultado de encuentros entre personas de otras épocas y seres para los que no tenían respuesta. Y ahí comenzó el declive absoluto de la serie.
Entre las "perlas", un final de temporada que resolvía ciertos misterios (y un arco argumental) pero que abría y acrecentaba un cliffhanger poderoso... para resolverlo en 15 minutos en el primer capítulo de la siguiente temporada.
Desde aquí, ya lo digo, y si quieren, hasta lo subrayo: no crees un obstáculo para un personaje que parece insalvable para el suspense, si después dicho obstáculo se supera con facilidad, casualidades, y rapidez. Eso no es suspense. Es una tomadura de pelo.
Conviene que sacudamos un poco el mito de que el Reino Unido tiene una especie de talento exquisito para la calidad en series televisivas. Por otro, nos recuerda que, al final, los guionistas escriben lo que pueden; lo que les dejan.
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