lunes, noviembre 05, 2012

FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA: GOOD VIBRATIONS (LISA BARROS D´SA, GLENN LEYBURN, 2012)


Good vibrations, de Lisa Barros D´Sa y Glenn Leyburn, compite en la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2012. Pertenece al género del biopic, y sus resultados hacen que me pregunte si cualquier vida es tan interesante como creen los directores o guionistas que se acercan a ella. Nos puede pasar a todos, porque la fascinación es subjetividad, y, sólo, después, una vez nos hemos intoxicado ya con la historia de la persona que hemos descubierto, en los libros de Historia, en algún documental, quizá aplicamos justificaciones más racionales. Pese a todo ello, lo que sí es claro es que ningún personaje histórico merece un relato (o uno que sea atractivo y con alcance) sino posee sus regiones de sombra. O si, a la hora de pasarlo a un guión y a unas imágenes, estas quedan relegadas o minimizadas.


La historia de Terri Hooley, supongo, ofrecía esos motivos “añadidos”, que harían, en principio, más amplio su posible interés. Al ambientarse durante la década de los setenta, en Belfast, cuando los enfrentamientos entre el IRA y los que apoyaban al gobierno británico estaban en uno de sus peores momentos, esta época de su vida tenía potencial para de paso narrarse ese contexto. Sin embargo, ese contexto está, sin duda, pero como un marco bastante abstracto. De ahí, que, al final, lo que sostenga el conjunto depende de cuánto logran los guionistas y los directores que la historia personal sea interesante. Como se intuirá por las preguntas que antes mencionaba, dudo de que la película de Lisa Barros D´Sa y Glenn Leyburn lo consiga.


El guión de Good vibrations narra cómo Terri, un aficionado a todo tipo de música, topa con el surgimiento del punk, y cómo, desde su pequeña tienda, comienza toda una operación de apoyo y empuje a este movimiento cultural y musical.

La preocupación relativa de los directores por el contexto ya se manifiesta cuando, tras el prólogo (donde se presenta al protagonista de niño), como transición hasta su edad adulta se acumula un montaje de imágenes de archivo a un ritmo muy rápido. Entiendo que, para un espectador británico, o irlandés, esto, un recurso que regresará en más de una ocasión, tal vez le remita a noticias concretas bien conocidas. Para un espectador de otra nacionalidad (a no ser que sea experto en este periodo histórico), no es suficiente.

Luego, otro método para las aclaraciones es, claro, la voice over. Pero en este caso, parecería poca apropiada, porque Terri es (y lo iremos comprobando una y otra vez) un tipo que todo se lo toma a chanza. Por eso, cuando es él, su voz, la que le resume (a Ruth, la mujer que conoce y que será su esposa) por qué el ambiente de ideas y cultura se encontró, en cierto momento, apagado en la ciudad, y el propio protagonista, se antoja demasiado simplista. La escena que lo expone es efectiva, claro; primero vemos a todos reunidos en el mismo bar, bebiendo, charlando, siendo amigos. Luego, el mismo bar (y la misma cámara lenta) pero dos filas de estos mismos hombres y mujeres, pero discutiendo, acusándose, señalándose. Y la voice over de Terri cuenta cómo de pronto la pertenencia al catolicismo o al protestantismo convirtieron a los que eran buenos colegas en enemigos acérrimos. Y él, en medio.

Tal vez esté a tono con esa forma de asimilarlo todo que tiene el protagonista. Aun así, es insuficiente, sobre todo, si luego veremos cómo esos que fueran amigos le persiguen o amenazan en alguna ocasión. ¿No es dar por sentado una posible experiencia tal vez común a un habitante de Belfast de la época (que todo se extremó, que la mayoría tomó partido mediante los dos "bandos"), pero sin cuidado para el resto de posibles espectadores?

Con estos pocos apuntes y alguno más, queda finiquitado la exploración del cuándo. No son ésas las aspiraciones de Good vibrations. De alguna manera, podríamos decir que los directores y los guionistas no engañan demasiado. No, lo suyo es amor a la música. Amor al punk, y a aquella época. Amor, por cierto, incondicional. Tanto que ni consideran que merezca un poco de detalle, ni, desde luego, la exposición de sus aspectos menos amables.


Para los conocedores del tema, seguramente esos grupos que el protagonista ayudara serán conocidos, y de ahí ese elemento añadido de curiosidad, de regresar al mito, y ver cómo alguien lo interpreta. Es verdad que el entusiasmo de Terri (y del actor que le da cuerpo) es contagioso y traslada su simpatía al film (esta critica habla de "encanto"). En una escena, acude a un local perdido de Belfast y escucha por primera vez esa música y estilo nuevo y, poco a poco, se va contagiando del ambiente, hasta exponerse a esos saltos y golpes entre unos y otros del concierto.   

Sin embargo, aun cuando ese afán suyo por apostar por alguien que, entonces (en Belfast; en Londres, era otro cantar), nadie apoyaba genera simpatía, se plantean bastantes preguntas. Una es si personificar la historia del punk en Belfast en este personaje era tan apropiado.

Ya que ni los grupos, ni ninguno de sus componentes, son los protagonistas, no es posible que se investigue en ellos, sus posibles problemas. El tema de las drogas, por ejemplo, queda fuera en todo momento; ni las biografías audiovisuales más respetuosas con el punk se esquiva esto, y estoy pensando en el documental (muy recomendable) The future is unwritten: Joe Strummer (Julian Temple, 2007). También pudiera ser que ni los directores ni los guionistas pretendían más que una mirada al pasado (en este caso musical) que sólo (re) cuenta el mito, quizá, como propuesta a nuevas generaciones para que recupere el legado. Pero sin adherirle nuevas capas, ni descubrir facetas diferentes.

En ese sentido, quizá sí sea coherente la elección de alguien “externo”. Ahora bien, como personaje en sí tampoco anda libre de problemática.


Me parece que ya andamos sobrados de peripecias donde un hombre pone en riesgo todo, sin importarle las consecuencias sobre sus responsabilidades adultas. En este sentido, este conflicto tampoco se explora, con el personaje de Ruth como convidada de piedra que observa los arrebatos (geniales, infantiles, apasionados) con paciencia. Por fortuna, llega la ocasión en que ni siquiera ella soporta la situación. La única escena en que hay una porción de crítica, un retrato menos bondadoso, de Terri, es mediante el montaje alterno de Ruth a punto de parir a su hijo, mientras Terri sigue a lo suyo. 

No significa esto que no se expongan las motivaciones del protagonista. Con ese padre socialista que le advierte de las tentaciones de convertirse en un capitalista, es comprensible que Terri no se preste a los tejemanejes de la industria discográfica. Que no quiera ganar dinero.

No, el problema no es ése. El problema es que Good vibrations y su guión apuesta y apoya con mucho descaro por ponerse de su lado. La idea, tampoco tan claramente argumentada (no es posible si ese atmósfera de Belfast apenas está esbozada), de que la música une y supera la violencia es vieja, romántica, aunque desde luego muy poderosa. Pero que para ir con ella hasta el final no le cause mucho conflicto en su vida personal hace todo menos sutil, menos heroico, más superficial.

Cuando el amigo que siempre le ha resuelto (a duras penas) sus cuestiones contables, le informa, en el concierto final, que ha sido un fracaso económico, Terri le espera que ése nunca ha sido el objetivo. Antes de entrar de vuelta a la sala, se cruza con su mujer. Ella, comprensiva hasta lo insoportable, le dice que, vender la casa (como es la consecuencia de ese fracaso comercial) no es para tanto: “it´s just bricks” (“sólo son ladrillos”). Así que ése será su camino y su destino, como los rótulos finales nos informan: vivir para la música, no de ella.

Claro que si esto tuviera tintes heroicos (aunque ya digo que dudo de un héroe que no sólo se sacrifica a sí mismo, sino a su esposa e hijo), si uno está atento, el retrato se resquebraja. Porque lo que interrumpe ese diálogo entre Terri y su esposa son los gritos desde el concierto que corean su nombre y exigen su presencia. Justo de lo que ella le acusaba en una escena anterior: ¿y si no lo hace de veras por regenerar el ambiente cultural de su ciudad, por oponerse a esa guerra continua, sino por la fama, por su querencia de ser “alguien”?

Good vibrations es una película amable, entretenida, que apunta más que recupera o investiga otra época, pero que fracasa a la hora de transmitir una filosofía, la del punk, que era (y vengan aquí los expertos a confirmarlo o negarlo, si me equivoco; no me considero en absoluto conocedor de este género musical) un poco más compleja. Y con un protagonista sin aristas, del que se pretende que alabemos sin más. Puede que funcione durante parte del film, pero lo que es más seguro es que, a poco que pase el tiempo tras la proyeccion, uno se sienta que una biografía siempre es más atractiva si no es una hagiografía. 

En cualquier caso, hay críticas mucho más positivas (aquí y aquí). Y en la misma sala hubo aplausos. Quién sabe. Tal vez hasta gane algún premio.

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