domingo, septiembre 02, 2012

STORIES OF YOUR LIFE AND OTHERS. TED CHIANG. ANÁLISIS (I)

Ted Chiang ya es un autor conocido y reconocido entre los lectores y los críticos de ciencia ficción. Sigue estando presente en los premios y nominaciones que se otorgan en el mundo anglosajón. A partir de la publicación, en 2002, en la editorial Tor, de Stories of your Life and Others, es cuando su fama comenzaría (yo manejo la edición en Small Beer Press, de 2010).

Chiang es un autor de relatos, solamente. Sin embargo, en la ciencia ficción, advierto:  “relato” no equivale a lo que muchos consideramos tal, en especial en cuanto a extensión. En cuanto uno lee y se informa de las categorías de premios como los Hugo o los Nebula, entiende que hay distintas escalas, algo confusas. Por ejemplo, algunos de los incluidos aquí de Chiang están a veces más cerca de la novela corta. Los Angeles Times clasifica las historias de Stories of your Life and Others como “long short story”.



A la cuestión de si Chiang es tan bueno como se promete, ya había yo encontrado disensiones, en relatos premiados como Exhalation (críticas más bien respetuosas, qué novedad; los “foros” donde se habla de ciencia ficción incluye más a críticos, analistas y hasta autores en sí, y ahí se percibe la diferencia de tonos). En parte, sus argumentos me parecen confirmados. En lo bueno, desde luego, lo que hace esta colección muy recomendable. También confirmo parte de esos argumentos que lo enjuician un poco menos amablemente.

Como autor de ciencia ficción, Ted Chiang es probablemente de los más exigentes (sin adentrarse en la hard science fiction) y con aciertos literarios muy estimables. Sin embargo, a ratos sus historias adolecen de una frialdad y una distancia excesiva. Su atención al detalle (casi más propio de la novela, y de una novela más extensa, por cierto, lo cual le juega malas pasadas más de una vez), su capacidad para adentrarnos en el aspecto científico indagado están a tono con premisas originales, hasta arriesgadas, donde las ideas alcanzan desarrollos verosímiles,  igual sea en la antigua Babilonia o trate el estudio del lenguaje en el ser humano. Esto implica un autor que se toma muy en serio su trabajo; cuyos objetivos, en cada historia, son ambiciosos y que investiga cada tema. Pero en muchos casos, ni siquiera las técnicas que utiliza (y en que las conoce y a veces dispone con habilidad prueba que es mucho mejor que la media de autores contemporáneos), bien de estructura, bien a nivel narrativo, consiguen despistarnos de sus talones de Aquiles: o bien apenas hay personajes, o bien sus evoluciones no son relevantes, o bien más que una historia es una disertación sólo a ratos narrativa desde un "qué pasaría si...?"

De todas maneras, este primer Chiang Stories of Your Life and Others (porque parecería que relatos más recientes han descuidado esto, según leo) se preocupa por modos más o menos originales y atractivos de narrar sus historias. Y esa misma capacidad para el detalle (hasta cuando es explicativo, a veces, lo incluye muy bien hilado dentro de la trama) causa, por momentos, una buena carga de fascinación. Muchos autores deberían aprender de él de cómo existen fórmulas que evitan esos molestos infodumps (párrafos explicativos que detienen la narración; tan común en la ciencia ficción). El propio Chiang no se escapa siempre de este vicio, pero, insisto, su estilo (se ve que se toma tiempo para cada relato, lo cual se ve en su bibliografía) y su ambición son notables, y le ponen por encima, según mi criterio, de mucho de lo que se publica en este género.

Al contrario de lo que algunos que le alaban comentan, no creo que recuerde tanto a la ciencia ficción clásica, sobre todo porque, siendo justos, Chiang domina los recursos narrativos y el lenguaje mucho mejor que, pongamos, Isaac Asimov. En cambio, en sus relatos falta eso que abundaba en otro autor de aquella época, y probablemente el mejor en estas distancias cortas, Ray Bradbury: vida.

"In Chiang´s hands, SF really is the `the literature of ideas´ it is often held to be, and the genre´s traditional `sense of wonder´ is paramount. [...] the wonder of these stories is a modern, melancholy transcende, not the naive `50s dreams of the genre´s golden age."

La cita es de China Miéville en su reseña de Stories of your Life and Others para The Guardian.

Indica bien qué distancia a Chiang de esa era clásica de la ciencia ficción, pero también adelanta un tema significativo en estas ficciones. Aunque muchos críticos se hayan escandalizado con aquello de la transcendencia y la propia relación entre ciencia ficción y religión vistas en Prometheus (Ridley Scott, 2012) -otra cosa es que el guión o el director manejen bien estos elementos-, lo cierto es que hace mucho  que existe una tendencia en el género donde se tratan esos dos opuestos: Dios y ciencia. 

En casi todos estos relatos, el autor incluye a Dios, si bien es un Dios que es parte del universo retratado, que, al tiempo, está ausente. Uno que no da explicaciones, y cuyo mejor exponente es Hell is the Absence of God. Por cierto, que esto redundaría en esa otra manía que se tiene a la hora de reseñar o resumir un libro de relatos: no todos son, en verdad, de ciencia ficción. Tower of Babylon,  Hell is the Absence of God, y Twenty Two Letters incluye algunos rasgos más propios del género fantastico. 




Tower of Babylon

Tower of Babylon ofrece una ambientación muy conseguida. Chiang, se nota, ha investigado el asunto, de forma que hay infinidad de detalles que te trasladan a un tiempo, por otro lado, no tantas veces retratado en literatura (y no, desde luego, en la literatura fantástica o de ciencia ficción).

Esto hace que todo lo señalado tenga un añadido de sentido de la maravilla, dado que ya aquella historia o mito, la Torre de Babilonia, cuenta con una construcción humana imposible que el autor convierte, de forma creíble, en algo tan sólo improbable. Y su construcción, pese a que se dota de detalles de verosimilitud, tiene ese sentido de la maravilla que da algo tan inusual que ofrece una perspectiva nueva sobre hechos comunes.

“The shadows of the mountains mark the beginning of night. Night falls on the earth befote it does here”.

Esto se percibe muy bien cuando el protagonista y su equipo (una elección efectiva, si no original; el/los personajes que llegan “de nuevas” a un lugar, de forma que se convierten en delegados del lector en cuando que van descubriendo con nosotros) llega al nivel de los balcones, y conocemos a familias enteras viviendo allí. Gente que nunca ha vivido pisando el suelo. Sólo conocen la vida en la torre.

Y no se le puede negar la fuerza que tiene la idea central.

"The gatekeepers were delighted. One called back, `You are the ones who are to dig through te vault of heaven?´

`We are´”

Lo mejor, pues, de Tower of Babylon es ese sentido de la maravilla, que, de hecho, echaremos en falta en otros relatos. Twenty Two Letters o Story of Your Life también desplegarán verosimilitud pero más fascinante en lo intelectual que de veras dotado de una imaginería tan conseguida como aquí. Lo peor de Tower of Babylon es eso que, veremos, se da más de una vez en estas ficciones: la utilización del personaje como mero recurso. Aquí, el personaje principal es menos eso que un guía para que veamos con él todo ese mundo peculiar que hace de la torre un lugar tan especial.

En el momento en que empieza a mostrarse esa cúpula del cielo es cuando todos los detalles tan cuidados y verosímiles de ambientación nos ayuda a penetrar tan fácilmente en lo que, sabemos, es absurdo, pero no nos importa. Una buena técnica, de la que tomar nota.

Llegados al climax, el protagonista se tropieza con un giro que reafirma el mito (el hombre no debía embarcarse en empresas como la torre para conocer mejor a Dios) al tiempo que expone que las explicaciones religiosas no bastan, y que la naturaleza y su funcionamiento sigue escapándosele. Tanto que al final, a este hombre de aquellos tiempos sólo puede ocurrírsele una explicación lógica que no pasa, es curioso, por ser la científica. No podía ser. Por ser una época pre-científica, pero también porque el hecho es más fantástico que real. 

Understand

Understand tiene uno de los narradores en primera persona más justificados (y bien decidido como técnica, pues) que encuentro en mucho tiempo. Era necesario, y es efectivo, porque trata de una progresión psicológica que se percibe mediante el discurso de este protagonista.

Como mencionaba, Chiang, en general, opta por relatos cortos que no lo son tanto, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre lo primero, esa posibilidad, como vemos en Understand, de que haya tiempo para una evolución detallada de un personaje, así como que se puedan incluir detalles secundarios que colaboren a la ambientación.

Este historia se entendería igual si tanto detenimiento en la sociedad futura donde ocurre el hecho relevante. Claro que, al tiempo, así, la historia ofrece otros puntos positivos, como puede ser (rompiendo, y es relevante, la norma en los relatos cortos de ir pronto al grano) que el principio y hasta el detonante no anticipen en absoluto de qué va a tratar. Puede que haya géneros que, hasta en las distancias cortas, necesiten más espacio, ya que la ambientación también aporta color. Es decir, tan atractivas como admitidamente innecesarias son las pinceladas con las que Chiang nos indica que el contexto es el de un futuro cercano (por ejemplo, ese nuevo tipo de espectáculos a los que asisten los ciudadanos).

Ahora bien, esto llevado al extremo también tiene sus contrapartidas. A Chiang le interesa ese mismo detenimiento, para la ambientación, y para que los detalles científicos estén bien expuestos (y den verosimilitud), aunque, en ello, renuncie a mayores síntesis. Si el relato se desborda, y, sin un cuidado equivalente por las emociones de los personajes, la capacidad de mantener la atención se vuelve complicado.

Algo de esto ya hay en Understand, la historia de un hombre cuya inteligencia se desarrolla exponencialmente a partir de una hormona que le administran con otro objetivo.

Aunque parezca simple, esta premisa tenía muchos posibles desarrollos fallidos. Chiang, en cambio, cumple. Es capaz de que nos creamos a quien narra lo que sucede; lo que le sucede. Claro que esa verosimilitud tiene su problemática. Por un lado, a tono con un personaje común que progresa a uno “super inteligente”, apenas hay espacio para lo literario. Esta voz es esencialmente informativa: una especie de diario continúo de qué le ocurre, y qué hace. Por otro lado, la progresión hacia esa inteligencia superior implica una distancia y una frialdad cada vez más fuertes. Y esto complica la posibilidad de la identificación.

Lo curioso es que ambas características (sobre todo la segunda) resultan casi inevitables con la premisa que el autor tenía (al final del libro, él mismo nos desvela el origen de cada relato). Hay un momento en que Chiang hace que todo nuestro interés por seguir leyendo se coloque en una sola apuesta: la curiosidad: ¿cómo ve el mundo alguien que supera al resto de humanidad en su intelecto? Fascinante, sin duda. Además, ello se percibe al tiempo que lo hace el protagonista, si bien esta progresión proporciona al lector de cuando en cuando el placer de percibir los matices (hasta en la forma de expresarse). Ya en la segunda cita con el médico que sigue su evolución con la hormona, hay indicios de que lo “común” le resulta cargante. Pistas y, como digo, matices que sirven de paso también como anticipación.

“To me, these people seem like children on a playground; I’m amused by their earnestness, and embarrassed to remember myself doing those same things. Their activities are appropriate for them, but I couldn’t bear to participate now; when I became a man, I put away childish things."

En todo caso, Chiang contraresta lo que de abstracto y demasiado informativo pudiera ser este punto de vista, mediante el equilibrio de las reflexiones e impresiones (el protagonista es consciente de su implementación como descubridor de pautas y claves en la realidad que se escapan a todos los demás) con la acción externa. Como es lógico, a partir de cierto momento, el protagonista tiene que huir, antes de que las autoridades pretendan estudiarlo o algo peor. 

Pero es aquí donde puede notarse que el equilibrio entre lo interno y lo externo no siempre está logrado. Porque este elemento que se promete de suspense queda abortado enseguida. Ante la amenaza de que la CIA lo localice, demasiado pronto lo soluciona: los tejemanejes para atrapar al protagonista son menudencias para esta mente superior.

No se le puede negar que el autor no persista en detalles que mantengan la atención, ya que, eliminado este oponente, se introduce otro antagonista. Uno a la altura del protagonista. Uno cuyos objetivos son iguales de ambiciosos (a tono con esa inteligencia superior) pero divergentes. 



Division by Zero

“When I first saw the derivation of this equation, my jaw dropped in amazement. […] A proof that mathematics is inconsistent, and all its wondrous beauty was just an illusion, would, it seemed to me, be one of the worst things you could ever learn. ”

Es lo que comenta Ted Chiang sobre el origen de Division by Zero. Es el más corto de los relatos de Stories of your Life and Others. Parte de esa idea tan utilizada en la ciencia ficción del “what if” pero, en este caso, descendiendo de un marco más general (una sociedad, un país, etc), también común en el género, para ir al efecto en personas concretas. Tal vez, por eso, es el que mejor retrata a unos personajes, al menos unos con los que sus evoluciones y sentimientos llegan a implicarnos. ¿Qué le pasaría a una matemática experta si descubriera que su ciencia no es el esa raíz fuerte en que anclar su vida?

La estructura está muy pensada. La historia se divide en dos; las reflexiones e informaciones de un narrador omnisciente que nos va adentrando en cómo las matemáticas dan cobijo a una naturaleza más contradictoria de lo supuesto (y esto es un modo inteligente de atraernos la curiosidad a los lectores que desconozcamos el tema), y, por otro lado, la historia de una pareja, Renee y Carl; también por un narrador omnisciente, pero menos intrusivo. Cada “capítulo” o, mejor dicho, “sección” (puesto que son cortas) viene precedido de una especie de juego y guiño al lector (al menos, al especializado en matemáticas): 1, 1A, etc.

El narrador que habla de las matemáticas es incluso algo burlón (cuando habla del Principia Mathematica de Russell y Whitehead, por ejemplo), de forma que el tema abordado (la ciencia por antonomasia) “cae” de la idealización común. En la historia de Renee y Carl también existe una cierta distancia, pese a lo que sucede en ella es bastante grave. Quizá porque Chiang pretenda (o no, y lo consiga de todos modos) hacer que caiga otro mito. Si 1+1 no equivale a 2 en matemáticas, parecer querer decirnos Division By Zero, tampoco un hombre y una mujer que comparten vida significan siempre que son una pareja.

El hecho es que la historia de los personajes, al cabo, posee ese mismo tono distante, al tiempo que Renee y Carl son personas cuya comunicación es inteligente pero fría. Chiang nos da más acceso a los pensamientos de Carl y uno se choca con un desapego consecuente pero retador. ¿Sería éste el límite de lo que este autor puede hacer en cuanto a creación de personajes? ¿Quizá, Chiang sólo sabría crear un único tipo de personajes?

Con todo, en este relato, funciona. Puede que sea porque la extensión no requiere mayores indagaciones en los protagonistas. Puede que sea porque es en parte coherente que dos personas tan inteligentes como las retratadas no se expresen de modos dramáticos. O puede que le venga bien el tono distante porque el hecho es que refuerza y hace mayor el impacto de ver cómo Carl no comprende ni empatiza con Renee pese (y esto es un gran acierto) a que él pasó por una crisis personal muy parecida, con desenlace similar al que ella está a punto de intentar (no quiero desvelarlo). Debería comprenderla, apoyarla. Sin embargo, no es capaz.

Al cabo, Division by Zero resulta más la historia de amor clausurada e imposibilitada porque no todo se puede compartir. Visto así, es una via de la ciencia ficción poco transitada, y, al tiempo, cosustancial al género: cómo cualquier descubrimiento científico afecta a los seres humanos. En este caso, de forma muy concreta. Por todo esto, es mi favorito. 

De paso, prueba que Chiang sabe manejarse en extensiones más cortas, hasta el punto de que uno se pregunta por qué no opta más por ello, por sus ventajas obvias. Por ejemplo, escoge una forma hábil de darnos los datos fundamentales del backstory de los protagonistas. Renee acaba de salir de una clínica, y ello da pie a que los médicos necesiten datos sobre ella y su pareja.

Seguiremos analizando los relatos de Stories of Your Life and Others, de Ted Chiang.

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